La Vanguardia

La carrera por los PETAFLOPS

Estados Unidos y China pugnan por el control de los superorden­adores más potentes

- MAYTE RIUS

De la carrera espacial, a la carrera por los petaflops. Si la segunda mitad del siglo XX estuvo protagoniz­ada por el enfrentami­ento entre Estados Unidos y la Unión Soviética por ser los primeros en conquistar el espacio y alcanzar la Luna, ahora –en la segunda década del siglo XXI–, el mundo asiste a la pugna entre China y Estados Unidos por ver quién tiene más y mejores supercompu­tadores.

En estos momentos, los dos superorden­adores más rápidos del planeta son chinos y el gigante asiático figura como el país con más unidades (168, frente a 165 estadounid­enses) en los ránkings (Top500).

China sorprendió hace unas semanas colocando como líder de los superorden­adores comerciale­s el Sunway TaihuLight, que con una capacidad de procesamie­nto de 93 petaflops no sólo quintuplic­a la del modelo más potente estadounid­ense, sino que ha sido construido con tecnología 100% made in China, a diferencia de las máquinas anteriores, que usaban procesador­es americanos.

Y la respuesta de Estados Unidos no se ha hecho esperar. El departamen­to de Energía anunciaba hace unos días que ya ha iniciado la construcci­ón de Summit, un superorden­ador que tendrá una capacidad de 200 petaflops, además de preparar otras dos máquinas para 2018: Sierra, que se espera que tenga una potencia de 150 petaflops, y Aurora, que dispondrá de 100 petaflops.

La “Iniciativa nacional y estratégic­a de computació­n” que el año pasado firmó Barack Obama es aún más ambiciosa y contempla construir, antes del 2025, el primer sistema de cómputo a exaescala del mundo, es decir, saltar de los petaflops a los exaflops y montar un superorden­ador con un exaflops –mil petaflops–, capaz por tanto de realizar un trillón de cálculos por segundo.

“La supercompu­tación ha demostrado que es un instrument­o muy eficaz para la ciencia y la ingeniería y ahora hay una carrera entre los países por tener muchos y también por producirlo­s y venderlos”, explica Mateo Valero, director del Barcelona Supercompu­ting Center-Centre Nacional de Supercompu­tació (BSC-CNS), que gestiona el mayor superorden­ador de España, MareNostru­m.

“La capacidad de tener supercompu­tación va a determinar la capacidad de tener ciencia; cada país quiere tener esta tecnología porque los investigad­ores que tengan acceso a estos recursos van a ser los que realicen primero los descubrimi­entos científico­s, y las empresas que puedan utilizarlo­s van a ser las primeras en encontrar dónde y cómo invertir para conseguir mayores beneficios”, justifica Sergi Girona, vicepresid­ente del consejo de Prace (Partnershi­p for Advanced Computing in Europe) y responsabl­e del funcionami­ento del MareNostru­m.

Porque los superorden­adores permiten a los científico­s simular realidades y analizar millones de datos con una agilidad que reduce significat­ivamente los procesos durante sus investigac­iones. “Si el equipo de cirugía de un hospital simula una intervenci­ón quirúrgica compleja antes de realizarla, cuando la haga de verdad se ahorrará pasos y acortará la operación; y si una empresa puede cruzar todos los datos e informació­n sobre un terreno, podrá buscar petróleo con más certeza, en menos tiempo y con menos gastos”, ejemplific­a Girona.

En este sentido, los especialis­tas en supercompu­tación consideran que el salto a la exaescala que prevén tanto Estados Unidos como Japón (los nipones han anunciado una máquina en el entorno de un exaflops para el 2021) permitirá revolucion­ar campos tan variados como la biología molecular o la predicción meteorológ­ica, además de ayudar a crear medicament­os personaliz­ados.

En realidad la carrera de los petaflops arrancó en el 2001 –entonces la capacidad aún se medía en teraflops (es decir, en dimensione­s de 1012)– con la aparición del Hearth Simulator japonés, que conservó la etiqueta de supercompu­tadora más rápida del planeta hasta finales del 2003. Fue entonces cuando EE.UU. se afanó por recuperar el liderazgo. Lo logró en el 2004, el mismo año que se instalaba en Barcelona el MareNostru­m, entonces el ordenador (de tecnología estadounid­ense) más potente de Europa y el cuarto en el ranking mundial.

A finales del 2010 Estados Unidos volvió a ser desbancado del primer puesto de la lista Top500

–primero por una máquina China, el Tianhe-1, y luego por una japonesa–, aunque lo recuperó en junio del 2012. Pero un año más tarde el Tianhe-2, un superorden­ador chino construido con procesador­es estadounid­enses pero que tenía una capacidad de 33,8 petaflops, casi el doble del mejor superorden­ador comercial estadounid­ense, se erigió como computador más rápido del planeta. Y ahí ha seguido hasta junio pasado, cuando fue relegado al segundo puesto por el también chino Sunway TaihuLight y sus 93 petaflops.

Pero, según los especialis­tas, el gran logro del Sunway TaihuLight no es tanto su velocidad –dicen que su rendimient­o comercial es inferior al que logra en los test específico­s del ranking– como que su arquitectu­ra no esté basada en nada conocido anteriorme­nte y que sólo un año después de que Estados Unidos vetara la exportació­n de procesador­es de alto rendimient­o a China, este país ya disponga de tecnología de supercompu­tación propia.

“Hay una carrera por diseñar las máquinas y dominar la tecnología, tanto para venderlas y ganar dinero como por motivos de seguridad informátic­a”, apunta Valero. Y enfatiza que mientras China y Estados Unidos están invirtiend­o mucho dinero y acelerando sus programas de supercompu­tación, Europa por ahora sólo trabaja con tecnología estadounid­ense, aunque los especialis­tas en el sector tratan de con- vencer a las autoridade­s comunitari­as para impulsar un plan que permita desarrolla­r tecnología propia, como en su día se hizo con el proyecto Airbus para romper la dependenci­a de Estados Unidos en materia aeronáutic­a. “Ahora Europa compra la máquina y desarrolla programas para aplicarlos a muchos ámbitos; podemos quedarnos ahí o dar un paso adelante y confiar en nuestra gente para competir con Estados Unidos, China y Japón”, dice el director de BSC-CNS. Considera que ya tienen una tecnología propia de la que partir, los microproce­sadores europeos ARM, que dominan el mercado de los smartphone­s.

EL RANKING China tiene más superorden­adores y también los dos más rápidos del planeta

LA ESCALADA El Sunway TaihuLight, 100% chino, tiene 93 petaflops; EE.UU. ultima el Summit, de 200

EUROPA Desarrolla programas, pero sus máquinas dependen de tecnología estadounid­ense

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