Mantas recogidas
Los vendedores ambulantes se alejan de los principales ejes comerciales amedrentados por el último gran dispositivo policial
Unos agentes de la policía del puerto cuentan frente al Port Vell que algunos grupos de manteros merodearon por la zona a lo largo de la mañana, pero que vista la sucesión de furgonetas y mossos pertrechados con chalecos antibalas y metralletas no se atrevieron a descolgar la manta del hombro y desplegarla sobre el paseo Joan de Borbó. “Ahora veremos cuánto tiempo puede durar el dispositivo –agregan los agentes de este cuerpo eminentemente administrativo–, porque en cuanto los mossos tienen que ir a otro sitio los manteros llegan de 20 en 20, te echan la manta a los pies, te tienes que apartar... No los puedes frenar”.
El despliegue de chalecos y metralletas obedece a los protocolos de seguridad que marcan las alarmas antiterroristas. Todos los agentes en las calles se pertrechan de este modo. Aun así, el mosso más grande jamás visto forma parte de este dispositivo. Es enorme.
Los artesanos que se instalan junto al Museu d’Història de Catalunya explican a la hora de comer que una sola mañana sin sufrir la competencia desleal de los vendedores ambulantes sin ningún tipo de permiso se nota una barbaridad en sus cajas registradoras, que unas pocas horas sin la competencia de subsaharianos que venden artículos de imitación, de paquistaníes que lucen palos de selfies, de sudamericanos con aires de trotamundos que ofrecen collares, pulseras, pendientes... resulta más que suficiente para marcar un punto de inflexión. “Lo que nos gustaría saber es cuánto tiempo durará todo esto, qué hará el Ayuntamiento a partir de ahora –prosiguen los artesanos del Moll del Dipòsit, unos artesanos que constituyeron una asociación cuya oferta económica ganó un disputado concurso público–. Porque no sabemos cuál es su criterio, si acaso tienen alguno”. En estos momentos no hay noticias de los planes de ocupación que debían ofrecer una alternativa laboral a estas personas.
“Decían que todo esto tenía que solucionarse con medidas sociales –tercia otro artesano–, y mientras los policías municipales dejaban a los manteros vender tranquilamente en lugar de enfrentarse a ellos. Llevamos todo un año denunciando que la competencia de manteros reduce nuestra recaudación a la mitad, viendo cómo los decomisos descendían, al menos los que se producían en el frente marítimo, esperando una respuesta de las administraciones... Si al final la solución era traer más policías y poner un skatepark podrían haber actuado mucho antes”. Una vez visto el nuevo skatepark se antoja demasiado pequeño, al menos si lo que uno pretende es dificultar la instalación del gran mercadillo de las mantas. Esta versión amable de los puntiagudos conos dispuestos en los asientos de las marquesinas de autobuses para que nadie se eche a dormir no amedrantará nadie. Como mucho obligará a apechugarse a unos pocos.
La inmensa mayoría del millar de vendedores ambulantes sin permiso que durante las últimas semanas tomaron a diario este lado del frente marítimo apenas se dejó ver ayer por Barcelona. Unos pocos manteros al uso ofrecieron camisetas del Barça falsificadas, zapatillas de imitación y bolsos variados desde una esquina de la plaza Catalunya durante un rato. Algunos vendedores de castañuelas, abanicos y souvenirs se apostaron en los alrededores de la catedral, en las proximidades de la plaza Espanya... Pero los representantes de los principales ejes comerciales de la ciudad dijeron que fue una jornada tranquila. Ante dispositivos policiales similares a este, los manteros suelen aguardar a que los agentes no tengan más remedio que atender otros requerimientos. Luego regresan a las calles. Viven de esto.
Algunos comerciantes se preguntan cuánto tiempo durará esta repentina presión sobre la venta ilegal