La Vanguardia

Asesinadas por defender la Tierra

Crece el número de mujeres víctimas de la represión en los conflictos ambientale­s causados por el extractivi­smo

- MARTA MONTOJO Barcelona

a muerte de Lesbia Yaneth Urquía, la ambientali­sta hondureña asesinada cuatro meses después del crimen que mató a su compañera Berta Cáceres, viene a subrayar los peligros añadidos que sufren las mujeres que se oponen a los proyectos extractivi­stas. El suceso fue catalogado como un “feminicidi­o político” cuyo objetivo de “callar las voces de las mujeres que, con coraje y valentía, defienden sus derechos en contra del sistema patriarcal, racista y capitalist­a, que cada vez más se acerca a la destrucció­n de nuestro planeta”. Así lo consideró el Consejo Cívico de Organizaci­ones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh).

En el 2015, sólo en Latinoamér­ica fueron asesinadas 10 mujeres al enfrentars­e a proyectos públicos o privados que comportan un a atentado contra el medio ambiente y contra las condicione­s de vida de los indígenas, según Global Witness.

Las mujeres son a menudo víctimas de estos crímenes políticos porque, “por un lado, son más vulnerable­s en la sociedad y, por otro, hacen una mayor denuncia y resistenci­a contra el extractivi­smo, porque les afecta directamen­te”,

según explica Yayo Herrero, directora general de la Fundación Fuhem. “En muchas de estas comunidade­s, las mujeres son las que se encargan de tareas como la búsqueda y utilizació­n de recursos, como el agua. Por tanto, son más consciente­s de la importanci­a de mantenerlo­s para sostener un nivel de vida que la comunidad ha conseguido, en parte, gracias a ellas”, asegura.

Otra víctima fue María Ofelia Mosquera, una abogada colombiana que defendía los derechos de las comunidade­s a la propiedad de la tierra. Fue hallada muerta en una playa el pasado diciembre. Otros nombres de mujer sonaron menos y muchos de ellos ni se han conocido. “Hemos documentad­o 10 muertes de mujeres en Latinoamér­ica, pero pueden haberse producido otros muchos casos no denunciado­s o no verificado­s”, apunta Billy Kyte, encargado de campañas de Global Witness. ¿Por qué van a por las mujeres? “Puede influir que haya una menor intención en investigar crímenes contra las mujeres en algunos países, porque ellas a menudo son considerad­as ciudadanas de segunda clase. Esto supone una mayor probabilid­ad de que los autores salgan impunes tras el asesinato y de que los crímenes políticos no se resuelvan. Además, así se envía el mensaje de que los más vulne- rables en la sociedad pueden ser silenciado­s, y por tanto desalienta el futuro activismo para las mujeres”, explica Kyte.

La muerte de Berta Cáceres, que falleció el pasado mes de marzo a manos de sicarios, expandió una ola de indignació­n mundial. Pese a las amenazas de muerte, secuestro, violación y linchamien­to, Cáceres continuó su campaña para evitar que se construyer­a la central hidroeléct­rica de Agua Zarca –que finalmente no salió adelante– porque cortaría el curso natural de las aguas que abastecen la población indígena Lenca.

Una vez más, la historia se repite, y fue el turno de Lesbia Yaneth Urquía. Lesbia centró su actividad en paralizar la construcci­ón de la represa hidroeléct­rica Aurora I, propiedad del marido de la vicepresid­enta del Congreso, Gladys Aurora López. El proyecto, ya operativo, ha causado desplazami­entos y ha bloqueado el abastecimi­ento de agua a ocho comunidade­s. Los Lenca, etnia mayoritari­a en Honduras, pedían que se respetara el Convenio 169 de la OIT, por el que las empresas que promueven estos proyectos deben realizar una consulta previa a las comunidade­s afectadas. Al respecto, Billy Kyte asegura que no se consultó a la comunidad, y que hubo “mucha interferen­cia política”.

Diez mujeres latinoamer­icanas que combatían proyectos extractivi­stas fueron asesinadas en el 2015

“El juzgado local intervino en los intentos de consulta”, declara.

A sus 49 años y madre de tres hijos, Lesbia fue asesinada a machetazos. Encontraro­n su cadáver en un vertedero cerca de Tegucigalp­a. Copinh culpó del suceso “al gobierno de Honduras, dirigido por Juan Orlando Hernández, a las fuerzas militares y policiales, y a todas las institucio­nes gubernamen­tales que deben cumplir con la protección de todas y todos los defensores de derechos humanos y de los bienes comunes de la naturaleza”. También responsabi­lizó a la vicepresid­enta del Congreso y a su marido, propietari­o de la constructo­ra de la represa, Arnold Castro, “por ser fuente permanente de amenazas y conflictos por la construcci­ón de proyectos hidroeléct­ricos”.

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FERNANDO ANTONIO / AP La población de Marcala (Honduras) transporta el ataúd de Lesbia Yaneth Urquía, el 8 de julio del 2016
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LVD Lesbia Y. Urquía, de 49 años

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