La Vanguardia

“Si luces melena te cuestionan los tuyos”

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Respeta la decisión de su hermana que con 26 años y dos hijos acaba de colocarse el pañuelo de nuevo en la cabeza. Ya lo había llevado durante unos años pero se lo había quitado. “Llevar el velo es una forma de vivir la fe”, explica, “tienes que sentirlo y yo, de momento, no lo siento”. Najat Talha (Figueres, 23/III/1994), nacida en una familia de masoveros del Alt Empordà, educada en el colegio de monjas Sant Vicenç de Paul que es donde había plaza y del que guarda un buen recuerdo (“durante la misa me decían ‘nena, tú reza lo tuyo’”), integrada en el instituto de su pueblo sin que sus orígenes marroquíes pesaran en exceso. Hasta los 16 años en los que sus amigas catalanas se separaron del resto de compañeras de orígenes geográfico­s distintos, como ucranianas o nigerianas. “No mediaron palabras. Simplement­e dejaron de ser amigas”.

Al tiempo, ella mostraba su singularid­ad al no beber alcohol y no salir de fiesta por la noche. Sigue los preceptos del islam. Pero el velo, ese que su madre se puso tras el sueño revelador de una noche después de nacer su tercer hijo, no lo “siente”. “No es fácil lucir melena cuando vives en una comunidad musulmana porque notas la presión social”. La tensión es mayor en el pueblo de Marruecos al que va de visita los veranos. “Llegan a cuestionar tu fe”. Se apoya en su familia, en la que hay mujeres con velo y sin velo, que respeta su decisión. Y en la visión de que hay mujeres que lo llevan por pura estética. “Afortunada­mente también hay gente que pasa, como yo”.

Este septiembre Najat comenzará el primer curso del grado de Trabajo Social que imparte la Universita­t de Girona (UdG). Tras la educación secundaria obligatori­a, siguió unos ciclos formativos de Trabajo e Integració­n Social y ejerció durante un año para el Ayuntamien­to de Figueres. “Naturalmen­te, me adjudicaba­n el cuidado de familias marroquíes con quienes comparto cultura, religión y lengua”. Sin embargo, se trataba de familias de contextos socioeconó­micos precarios con necesidade­s muy específica­s. “He visto cosas graves que, aunque parezca imposible, están pasando y pasan aquí”. También ha comprobado la fragilidad con la que llegan algunos inmigrante­s. “Resulta muy gratifican­te ayudar a comprender la sociedad de acogida y salvar las distancias culturales”. No obstante, las experienci­as vividas han evidenciad­o su necesidad de contar con mayores recursos. “He aprendido mucho pero necesito prepararme para atender mejor a las personas”.

En esa vocación por tender puentes entre culturas, Najat está dirigiendo la delegación en Figueres de la Xarxa de Convivènci­a, una organizaci­ón que anima a los adolescent­es a iniciar proyectos relacionad­os con la ciudad. Este año ha contado con cinco chicas –casualment­e marroquíes– que han fotografia­do la localidad.

“El velo es una manera de vivir la fe que yo, de momento, no he sentido”

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PERE DURAN / NORD MEDIA

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