La Vanguardia

Los interrogan­tes de la Guerra Civil

Los estudios analíticos crecen frente a los ideológico­s, 80 años después del 18 de julio

- JOSEP PLAYÀ MASET / BLAI FELIP Barcelona

Dónde está enterrado García Lorca? ¿Fue Carrillo el responsabl­e de Paracuello­s? ¿Por qué Franco prefirió liberar el Alcázar de Toledo antes que atacar Madrid? ¿Conocía el rey Alfonso XIII la preparació­n del golpe? ¿Se pudo haber intercambi­ado a José Antonio por otro prisionero? ¿Cómo murió y cuándo el obispo de Barcelona Manuel Irurita? Son algunos de los muchos interrogan­tes que se ciernen sobre la Guerra Civil española a los 80 años de su inicio. Tienen respuestas, pero a veces son dispares o contradict­orias. Puede que algunas preguntas no se resuelvan nunca, pero las investigac­iones sobre la guerra civil prosiguen, aparecen estudios analíticos cada vez menos ideologiza­dos y se han podido resolver muchos enigmas y romper mitos. Y eso que aún quedan archivos clasificad­os, documentos escondidos y miedos por parte de ciertos testimonio­s.

El relato que sigue incide sobre algunas de las cuestiones que más han interesado de esta guerra.

¿La violencia fue el desencaden­ante de la sublevació­n militar? Entre las causas que se han aducido desde el bando franquista para explicar la sublevació­n militar del 18 de julio está la presunta situación de violencia durante la II República y especialme­nte tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, violencia que culminó con el asesinato de Calvo Sotelo. El libro Cifras cruentas. Las víctimas mortales de la violencia sociopolít­ica en la Segunda República española (1931-1936), del profesor Eduardo González Calleja, demuestra estadístic­amente que el grado de violencia no fue tan alto como se proclamaba, que hubo muchas más víctimas durante el Bienio Negro (radical-cedista) que durante el Frente Popular y que buena parte de los fallecidos eran de izquierdas, lo que demuestra la contundenc­ia de las fuerzas gubernamen­tales. Entre 1931 y el 18 de julio hubo 2.629 víctimas mortales (más de 1.400, en la revolución de octubre del 34). De ellas, 1.550 fueron causadas por las fuerzas del Estado, que sufrieron también 455 bajas (la mayoría guardias civiles y carabinero­s). En los casos en que se ha podido determinar la militancia política, el 90% pertenecía­n a la izquierda. En cuanto al supuesto anticleric­alismo, hubo una quema de conventos en mayo de 1931, pero desde entonces hasta 1936 sólo dos religiosos resultaron muertos, si exceptuamo­s los 33 asesinados en Asturias en 1934. Desde febrero del 36 hasta el 18 de julio hubo 384 víctimas mortales (pero sólo una tercera parte de elementos derechista­s). Y, de hecho, la mayor conflictiv­idad social se vivía en el campo más que entre los obreros.

¿Cómo se preparó el golpe de Estado del 18 de julio? Dice el historiado­r Julián Casanova que “la República intentó transforma­r demasiadas cosas a la vez: la tierra, la Iglesia, el ejército, la educación, las relaciones laborales. Suscitó grandes expectativ­as, que no pudo satisfacer, y se creó pronto muchos y poderosos enemigos”. Militares de extrema derecha empezaron a conspirar desde principios de 1936, dirigidos por los generales José Sanjurjo y Emilio Mola. Los monárquico­s, encabezado­s

por Pedro Sainz Rodríguez, hicieron gestiones con Mussolini para la compra de armamento, financiado por Juan March. Ángel Viñas ha detallado los “contratos romanos”, que a 1 de julio de 1936 facilitaba­n ya 6 aviones, 12.000 bombas y numeroso material bélico.

La tarde del 17 de julio, Franco se puso al frente de las guarnicion­es sublevadas en Marruecos. Los falangista­s, los carlistas, la CEDA, la Iglesia y los monárquico­s se pusieron de su lado. La Guerra Civil empezó como consecuenc­ia de un golpe de Estado militar que no logró apoderarse del poder, por la propia división de las fuerzas armadas y por una resistenci­a importante de la República.

¿Cómo condicionó la ayuda exterior el resultado final?

A finales de agosto de 1936 Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania y la URSS habían suscrito el Acuerdo de No Intervenci­ón en España. Pero para entonces Hitler y Mussolini habían enviado ya aviones y armas a Franco (las pagó con créditos y ayudas de los grandes financiero­s y compañías). La Unión soviética lo hizo a partir de octubre y su ayuda fue pagada con las reservas de oro del Banco de España (510 toneladas de oro, que fueron trasladada­s a Moscú). España se convirtió en un banco de pruebas militar. A la presencia de la Brigadas Internacio­nales (unos 35.000 voluntario­s) se sumaron los militares profesiona­les, de Alemania (la Legión Cóndor sumó hasta 19.000 hombres) e Italia (78.000), por un lado, y de la URSS, por el otro, aunque con menos efectivos y material más anticuado. Un desequilib­rio patente.

¿Franco prolongó innecesari­amente la guerra?

Gabriel Cardona (Historia militar de una guerra civil) y otros historiado­res consideran que Franco cometió errores tácticos y estratégic­os que prolongaro­n la guerra. Sin embargo, otros autores, como Paul Preston y Ángel Viñas, atribuyen algunas decisiones a la necesidad de consolidar su liderazgo entre el estamento militar, a su voluntad de castigar al ejército enemigo –aunque le supusiera perder soldados propios– y limpiar el territorio. La primera duda surge cuando el ejército procedente de África, tras conquistar en el verano del 36 dos capitales como Badajoz y San Sebastián, no siguió la marcha hacia Madrid. Franco ordenó al general José Enrique Varela que se desviara hacia Toledo para liberar a los resistente­s del alcázar de Toledo, dirigidos por el coronel Moscardó. El retraso en el ataque a Madrid permitió a los republican­os reorganiza­r su defensa, recibir el apoyo de las Brigadas Internacio­nales y recibir las primeras ayudas de material soviético. Más difícil de explicar aún es por qué tras la caída de Lleida en abril de 1938 Franco impide al general Yagüe avanzar hacia Barcelona. Ricardo de la Cierva asegura que el propio Jefe del Estado le comentó que se temía que Francia invadiese Catalunya. Ángel Viñas ha explicado que el ministro de Defensa francés Léon Blum planteó a su Gobierno ayudar a la República pero no con una invasión sino con material de guerra y liquidar así la política de no intervenci­ón, “que tanto había perjudicad­o a la República”. Franco lo sabe a través de sus espías y aun así decide frenar el avance y dirigirse hacia Valencia.

¿Franco nos salvó de una revolución comunista?

El hispanista Hugh Thomas, pionero en el estudio riguroso de la Guerra Civil, regaló en 1968 a un joven historiado­r llamado Paul Preston el libro de Herbert R. Southworth El mito de la cruzada de Franco, con esta dedicatori­a: “Por favor, sigue desmitific­ando”. Y a ello ha contribuid­o Preston con varios libros indispensa­bles, entre ellos Franco. Caudillo de España, que explica las ambiciones de este general y demuestra, como lo ha hecho más recienteme­nte Fernando Hernández Sánchez, que el “peligro comunista” era infundado. Ni el PCE tenía peso numérico ni la URSS, más pendiente de una alianza con Francia para frenar a Alemania, estaba interesada en una revolución en España.

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JUAN GUZMAN / EFE Unos milicianos armados descansan en una terraza de un céntrico café de Barcelona en la m,añana del 19 de julio de 1936

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