Portugal rechaza más ajustes por las sanciones
La multa pondría en riesgo la estabilidad del Gobierno
Mário Centeno, el ministro de Finanzas portugués, se plantó el pasado lunes en la reunión del Eurogrupo con la bufanda de la selección lusa para reivindicar la victoria en la Eurocopa de Francia. En un Portugal en el que la omnipresencia del fútbol es incluso mayor que en España, el inesperado e inédito triunfo balompédico ha contribuido a amortiguar el dramatismo que había adquirido el dossier de las sanciones europeas por el incumplimiento de los objetivos del déficit por parte de un país que realizó grandes sacrificios para equilibrar sus cuentas públicas y que era presentado como el alumno aventajado de la austeridad. El Gobierno luso insiste en no aplicar más medidas de austeridad y confía en que el castigo sea sólo simbólico.
Como en el caso de España, la Comisión Europea abrió el procedimiento sancionador contra Portugal por no haber tomado ”medidas efectivas” para reducir su déficit público, que en el caso luso se situó el año pasado en el 3,2% del PIB, sin tener en cuenta el impacto del Banif, un banco que fue rescatado.
“No se entiende”, declaró ayer sobre la intrincada polémica de las sanciones el actual jefe de la oposición portuguesa y anterior primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho. Señaló que mientras se quiere “sancionar el pasado”, se proponen alternativas para aplicar en el presente. Y es que en lo que afecta a Portugal el factor tiempo adquiere una relevancia crítica, porque hasta finales de noviembre del 2015 gobernaba el conservador Passos, partidario de la austeridad a ultranza, y desde entonces lo hace el socialista António Costa, que, con el apoyo parlamentarios del Bloco de Esquerda y los comunistas, defiende la superación de los ajustes.
Ahí aparece la faceta de equilibrista en la que Costa se ha mostrado un consumado especialista después de quedar segundo en las elecciones de octubre del año pasado y romper los moldes con su alianza sin precedentes de toda la izquierda, una entente que mantiene mientras en simultáneo asegura que va a cumplir los objetivos europeos de disciplina presupuestaria.
Las sanciones, que supondrían una multa de hasta el 0,2% del PIB y la suspensión de los fondos europeos, podrían poner en peligro esos equilibrios, si a cambio de un castigo simbólico Bruselas exige a Portugal que adopte ajustes ya este año. Costa apela al sentido común, pues considera que las sanciones serían injustificadas y tendrían efectos contraproducentes, además de apelar a los esfuerzos ya realizados por Portugal para reducir el desfase de sus cuentas públicas y para no poner en peligro una recuperación que resulta aún débil, mientras el paro se mantiene en niveles elevados.
La negativa de Lisboa a aplicar más ajustes remite a una de las grandes polémicas de los últimos meses, la del plan B que Bruselas intentó que presentase Portugal como alternativa al posible fallo de las previsiones del presupuesto del 2016, consideradas como excesivamente optimistas. Sabedor de las grietas que la nueva austeridad abriría con sus socios parlamentarios, Costa siempre se negó a dar ese paso y ahora insiste en que Portugal va a cumplir el objetivo de déficit de este año, con lo que la discusión se aplazaría hasta el presupuesto del 2017. Si bien existe un gran consenso en Portugal para rechazar las sanciones, el Bloco va más allá y amaga con que, si las hay, propondrá un referéndum sobre el tratado de estabilidad, lo que muestra las dificultades que tendría Costa para mantener sus equilibrios.
El desvío del déficit se dio con un Gobierno partidario de la austeridad pero el actual quiere superarla