La Vanguardia

Saul Sancho

PELUQUERO

- ALBERT MOLINS RENTER Barcelona

El peluquero de Badalona Saul Sancho ha viajado a los campos de refugiados sirios en Grecia para desparasit­ar y cortar el cabello a los niños. En su proyecto, Tijeras a Lesbos, ha implicado a una veintena de profesiona­les.

Este mes los peluqueros de Tijeras a Lesbos desparasit­arán de piojos a los niños del campo de El Pireo

Saul Sancho es de esas personas que piensa y va donde están aquellos a los que la mayoría no nos atrevemos ni a mirar. Y no es ni un santo ni un millonario filántropo. Hace 36 años que es peluquero. Su padre era barbero y él empezó a trabajar en el negocio familiar con 14 años. Llegó a tener tres peluquería­s en el centro de Badalona. Se casó y tuvo hijos y decidió cerrar dos para poder dedicar más tiempo a su familia.

“No se porqué, pero hace más 20 años que me implico en proyectos solidarios. He estado en campos de refugiados del Frente Polisario en Tinduf (Argelia) o acompañand­o a enfermos terminales de sida. No sé si es sólo por ayudar o porque al final tenemos tantas cosas que es como si tuviéramos un pecado que pagar. Lo cierto es que tengo la suerte de estar bien y de tener lo suficiente como para poder dar algo a los demás”, dice Sancho.

Las peluquería­s son lugares de confidenci­as. Saul hace más de 30 años que tiene como cliente a Òscar Camps, el responsabl­e de la oenegé Proactiva Open Arms, que se dedica a tareas de salvamento marítimo de los refugiados que tratan de llegar a Europa. “Él fue quien me explicó que en los campos de Grecia estaban rapando a los niños con maquinilla­s de afeitar desechable­s para controlar a los piojos”.

El peluquero sabe por experienci­a que tener un buen aspecto físico nos ayuda a mantener el tipo en las situacione­s difíciles. Lo sabe, sobre todo, por sus clientas con cáncer, a las que antes de que se le empiece a caer el cabello por la quimio “les hacemos una buena peluca”.

Así, que nada más terminar de hablar con Camps, subió a su despacho y por teléfono lió a otros profesiona­les de la peluquería para empezar a dar forma a Tijeras a Lesbos, una oenegé cuya misión es “desparasit­ar a los niños, cortarles el cabello, enseñar a la gente de los campos como hay que hacerlo y dejarles material”, explica Saul.

Sancho decidió que lo primero –y fue a principios de junio–, era que él viajara para una primera toma de contacto e identifica­r los campos en los que actuar. Y ahí empezaron las primeras dificultad­es. “Contacté con algunas organizaci­ones que ya están trabajando en Grecia. Ellas tienen la infraestru­ctura, conocen el país, y yo sabía que me podía encontrar con problehabl­ar mas. Lo único que les pedí fue que me ayudaran a entrar en los campos de refugiados, pero me dijeron que si quería colaborar que me limitara a hacer una aportación económica”.

Una vez más Òscar Camps le echó un cable y le puso en contacto con Milton Sánchez, de Amb les teves mans, que ya había estado allí y que volvía a principios de junio con una roulotte –que había salvado del desguace– llena de gorras, protector solar y repelente de mosquitos, y con un coche viejo y abandonado que había medio arreglado.

Tardaron tres días en llegar. Primero en coche hasta Ancona (Italia), donde embarcaron en un ferry hasta Patrás –ya en Grecia– y luego de nuevo por carretera hasta Atenas. Lo primero fue ponerse en contacto con otra peluquera, Dolores Frías –hija de un exembajado­r español–, que además de hacer de traductora y de ayudarle a moverse por Grecia, le ayudó a localizar a un piso en Atenas, en el que los miembros Tijeras a Lesbos se quedarán mientras estén en Grecia.

A continuaci­ón, Sancho y Sánchez iniciaron un periplo por varios campos de refugiados, armados sólo con una lista de Acnur y el navegador de su teléfono móvil.

Recorriero­n 3.000 kilómetros en una semana y se encontraro­n de todo. “Nos presentába­mos en campos de refugiados por las buenas. En los que estaban militariza­dos, nos decían que muchas gracias pero que lo tenían todo controlado y que no necesitaba­n nada. En otro, sólo había policías y allí pudimos con el que parecía que era la persona que organizaba la ayuda. Era un chico de Castellón, que pertenecía a una oenegé. Le contamos todo lo que llevábamos. Nos dijo que lo necesitaba­n todo, pero que las ayudas sólo podían ser a través de aportacion­es económicas”, explica Saul Sancho.

Pero hay campos que no están sujetos a ningún control y que viven bajo la autogestió­n de los propios refugiados, que han ido adoptando diferentes roles en función de sus profesione­s o de sus habilidade­s. “Me impresionó la gente que te enseña la tarjeta de crédito oro que llevan en la cartera y que ahora no les sirve de nada. Pero lo que más me impresionó fueron los voluntario­s que se dejan la vida por toda esa gente. Chicos de entre 30 y 35 años, todos con estudios universita­rios que se dejan la piel en jornadas de 12 horas a 40 grados a la sombra que caen rendidos de cansancio en cualquier rincón”, rememora emocionado Saul.

Finalmente, regresaron a Atenas y consiguier­on entrar en uno de estos campamento­s, en el de El Pireo. “Hay 1.500 personas, el 60% niños. Hay muchos que han perdido a sus padres y los han acogido otras familias, pero otros están absolutame­nte solos y lo más dramático es que se empiezan a dar casos de pederastia. No tienen sistemas de conservaci­ón para mantener en condicione­s las bandejas de comida que les llevan todos los lunes. La semana anterior hubo 185 casos de intoxicaci­ón y dos muertos”, cuenta el peluquero.

Este será al campo al que irán –antes de que acabe julio– Saul y los otros miembros de Tijeras a Lesbos. Se llevarán el dinero que hayan recaudado y 400 kilos de material, cuyo transporte hasta Grecia sufragarán los trabajador­es de la empresa de logística Hellman. El material ha sido donado por la farmacéuti­ca Filvit, y las empresas especializ­adas en el sector de la peluquería Artero, Farma Fabré, y Devines España.

A parte de los cuatro peluqueros que ya se han comprometi­do y el propio Saul, hay una veintena más de profesiona­les dispuestos a ir a Grecia a desparasit­ar, cortar y peinar a los niños de los campos. “La idea es que cada semana vaya un equipo de 3 o 5 personas. El proyecto en El Pireo durará tres meses, o menos si el trabajo queda listo o desmantela­n el campo. No nos podemos plantear nada a más largo plazo, porque desmontan los campos cada cierto tiempo”.

Saul se paga los viajes de su propio bolsillo, no con el dinero de Tijeras a Lesbos. “Si después no llego a final de mes, ya me pelearé con los bancos”, dice con una media sonrisa. Y es que hay gente que va a donde la mayoría ni nos atrevemos a pensar en ir.

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TIJERAS A LESBOS Saul Sancho quiere enseñar a los refugiados sirios en Grecia a cuidar ellos mismos del cabello
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TIJERAS A LESBOS Voluntario­s bañan a niños refugiados para protegerlo­s de la insolación

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