El original y la copia
LA verdad es que Melania Trump se puso un elegante vestido blanco y su mejor sonrisa para leer el discurso de la convención republicana de Cleveland, antes de que su marido Donald fuera nombrado candidato a la presidencia de Estados Unidos. Las crónicas coinciden en que no lo hizo nada mal con un parlamento que humanizaba a su marido –que no es poco– y exaltaba el nacionalismo estadounidense –todo un clásico–. Pero lo que debía ser el inicio de una gran fiesta se convirtió en un enredo mayúsculo, trending topic planetario. Y todo porque sus redactores copiaron dos párrafos del discurso de Michelle Obama en la nominación de su esposo en el 2008, donde hablaba de los valores en que se educaron, de las lecciones que habían trasmitido a sus hijos y de sus orígenes humildes.
Veinticuatro horas después, aún nadie del equipo republicano ha dimitido. Será porque, hasta el día de hoy, Donald Trump ha dicho tantos disparates que ya no viene de uno. Pero arruinar una jornada tan importante para el candidato no debería salir gratis a estos redactores cinco estrellas, que preparan discursos y debates. Paul Manafort, jefe del equipo del candidato, dijo que no se trataba de un plagio, sino de una coincidencia y que no iba a despedir a nadie. La pobre Melania declaró a la NBC que lo había escrito ella, aunque había recibido ayuda de otros. Y luego acabó de complicarlo un comunicado de la candidatura que aclaraba que un equipo de escritores tomó nota de sus aspiraciones en la vida.
Copiar es una tentación para los mediocres y los perezosos. Hace años, el gobierno socialista tuvo que dar explicaciones en un viaje oficial a Brasil cuando el rey Juan Carlos leyó un discurso que coincidía al dedillo con un artículo de Felipe González en Le Monde Diplomatique. Es lo malo de los escritores de cámara: no siempre tienen una idea que llevarse a la pluma y van a buscarla en inteligencias ajenas, pero la cobran como si fuera propia.