Praxis y coherencia
Una de las letanías clásicas es que los vascos dominan el malabarismo con el Estado y los catalanes vamos con el lirio en la mano. Probablemente, es cierto que son más brillantes en el difícil arte de moverse por el filo de la navaja, sin pincharse. No hay que olvidar, además, que los vascos tienen la soberanía fiscal y ello es tanto como tener una pata en el Estado propio. Los catalanes, en cambio, no somos soberanos en nada, sino al contrario, estamos a la cabeza en déficit fiscal, a la cola en inversiones y, encima, sometidos a la lupa inquisidora que controla todos nuestros movimientos. Sin duda somos más torpes en estrategia que los vascos, pero cabe reconocer que también somos un problema político de mayor dimensión; de hecho, somos el gran problema histórico de España, y nuestra capacidad de maniobra siempre ha sido cercenada por el poder estatal. Ellos son más hábiles, pero nosotros lo tenemos más difícil.
Todo ello lo esgrimen algunas sensibilidades soberanistas para justificar lo que ha ocurrido con Francesc Homs en el Congreso. Y se añade lo de tener grupo parlamentario propio, instrumento fundamental para el quehacer político.
No olvidemos el primer mandamiento de la política: aquello que no se puede explicar no es bueno
Puede ser, y no seré yo quien ponga en duda la necesidad de la pragmática como aliado natural de la coherencia política. A Madrid hay que ir a hacer política, incluso cuando uno se está desconectando, y si por el camino se consiguen acuerdos, bienvenidos a casa. Pero en estos tiempos delicados, a las puertas de un congreso para dotar de dirección a un nuevo partido, después de años de sinuosa ambigüedad, justo cuando se ha asumido el compromiso de un proceso de ruptura, y en plena desconfianza ciudadana, ¿se pueden hacer según qué funambulismos, especialmente cuando se necesita el Pompeu Fabra entero para intentar explicarlos? Porque no olvidemos el primer mandamiento de la política: aquello que no se puede explicar no es bueno.
Y no es bueno que a estas alturas aparezca la orejita de la vieja CDC por detrás del joven y rutilante body del nuevo PDC, con semipactos con unos partidos que han ninguneado, reprimido y pisoteado derechos catalanes fundamentales. Y que tienen a cuatro de nuestros líderes en los tribunales. Por supuesto, creo que tanto ERC como PDC tienen que hacer política, y deberán sentarse muchas veces con el PP si este gobierna, pero cuidado con los pactos de alcoba, que acostumbran a ser pornográficos. Y en este momento delicado de Catalunya, es exigible que no haya opacidad, ni secretismo, y que todo aquello que deba hacerse, se haga con luz y taquígrafos.
Un añadido necesario: no dudo de la coherencia política de Homs y de su voluntad de cumplir con el proceso catalán desde una posición compleja. Pero debe recordar que los gestos en Madrid se amplifican en Catalunya y adquieren un gran simbolismo, y cuando caen del lado de la confusión, pueden ser, para la credibilidad, pura dinamita.