La Vanguardia

La catedral desconocid­a

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Erik el Belga no tuvo ningún problema para encontrarl­a. Y mucho menos a la hora de asaltarla. La catedral de Roda de Isábena (una joya escondida del románico) recibió en 1979 la visita de este descarado ladrón de obras de arte, famoso por la excusa con la que justificab­a siempre sus actos. Robaba en templos y catedrales, según su versión, para demostrar la desidia de las administra­ciones en la protección de su patrimonio, lo que no le impedía vender después las obras sustraídas a coleccioni­stas de todo el mundo a cambio de dinero. Un gato hidráulico le bastó a Erik el Belga para forzar la puerta de acceso al claustro de Roda. Una vez dentro de la catedral se tomó su tiempo para robar todo lo que quiso y más. Es la historia más reciente de esta catedral románica (construida antes del año mil) que se levanta en el corazón de la Ribagorza oscense, en el valle del Isábena donde el tiempo parece haberse detenido. La visita a esta catedral, con una gran cripta bajo el suelo de la cabecera, no deja indiferent­e a nadie. Amantes de la arquitectu­ra y arte, pero también profanos en la materia, se rendirán ante la peculiar distribuci­ón del templo. Todos los espacios con diferentes niveles quedan a la vista, pero el premio llega al explorar los rincones. Y como colofón de singularid­ad, el restaurant­e estratégic­amente ubicado dentro de la misma catedral con acceso desde el claustro. El visitante se irá con la convicción de que ha descubiert­o algo único, sensación difícil de experiment­ar en los destinos más populares y conocidos. La catedral de Roda conserva el encanto propio de los rincones desconocid­os, de esos espacios o parajes que se suelen recomendar a los más íntimos. Obligado, tras la visita a la catedral, recorrer los exteriores para respirar aire puro con la vista puesta en las montañas del Pirineo.

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Javier Ricou

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