Renovación y crisis
Los retos de la nueva formación política surgida de la refundación de la vieja Convergència; y las graves consecuencias económicas de la inestable situación que vive Turquía.
EL intento de golpe de Estado en Turquía, pese a haber sido neutralizado por las fuerzas constitucionalistas lideradas por el presidente Erdogan, constituye un factor de desconfianza sobre el futuro económico del país por los problemas internos que refleja. Buena parte de las agencias de calificación financiera internacionales han puesto de manifiesto los riesgos de menor crecimiento, al menos a corto plazo, como consecuencia del parón del consumo y de las inversiones que puede producirse, así como de las mayores dificultades para obtener financiación externa.
Los esfuerzos del Gobierno del presidente Erdogan para estabilizar políticamente el país y normalizar la vida económica requerirán tiempo, una vez superado el riesgo golpista de una parte del ejército. Las masivas purgas de militares, funcionarios y personal civil de las instituciones, que incluyen por el momento a más de 55.000 personas, afectarán al funcionamiento de la Administración y a su eficacia económica, lo que provoca inevitables incertidumbres pese al intento del Gobierno de dar una imagen de tranquilidad. Por si fuera poco, los intereses económicos vinculados a las organizaciones del clérigo Fetulah Gülen –a quien Erdogan culpa de ser el inspirador del golpe de Estado y a cuyos partidarios y simpatizantes se persigue– son además muy importantes y están relacionados con las multinacionales y la inversión extranjera.
La imagen que ofrece Turquía, donde además han proliferado los atentados yihadistas en los últimos tiempos, daña muchísimo el turismo, que es una base fundamental de su economía, ya que no en vano es el octavo destino mundial. Todo ello esboza un escenario de lógica preocupación económica sobre el futuro del país que las más de quinientas empresas españolas presentes en Turquía habrán de sopesar debidamente.
El presidente Erdogan, en esta difícil tesitura, agrava la situación económica con sus ambigüedades sobre las aspiraciones de Turquía para integrarse en el club europeo, lo que desata las alarmas de los inversores sobre un eventual retorno al proteccionismo y el cierre del país sobre sí mismo.
El proceso de normalización y clarificación de la nueva etapa de Turquía tras el golpe de Estado, como hemos dicho, requerirá tiempo. Del acierto en las decisiones del presidente Erdogan y de su Gobierno dependerá que no se agrave la situación, se evite una masiva fuga de capitales, caigan las reservas y se produzca una nada deseable crisis en su balanza de pagos que tendría impacto en el conjunto de la economía europea. Su futuro como economía emergente de éxito y líder regional está en juego.