La Vanguardia

El modelo turco se tambalea

Elogiado por aunar democracia e islamismo, algunos advertían que Erdogan quería volver a dominar Oriente Medio

- TOMÁS ALCOVERRO

La cosecha de cada verano en Oriente Medio son guerras, golpes de Estado. El de mayor trascenden­cia fue el de junio de 1952, cuando los oficiales libres, entre ellos Gamal Abdel Naser, derrocaron al rey Faruq de Egipto. Aquel pronunciam­iento militar, coreado como revolución, republican­o, reformista, laico, se extendió como reguero de pólvora por los países árabes. Otro mes de junio de 1958 el coronel Abdulkarim Kasem derribó la monarquía en Iraq. Muamar el Gadafi participó en la revolución que impuso el 1 de septiembre de 1969 la repúbli- ca en Libia sobre el anciano rey Idris. El partido Baas, también en los meses de estío, tomó el poder en Siria y en Iraq en 1967 tras la derrota de los árabes en su guerra con Israel.

Los golpes de Estado, las tentativas golpistas del ejército turco tuvieron lugar en 1960, 1971, 1980, 1997, el 2007 entre los meses de marzo y septiembre, y la última el pasado 16 de julio. Aunque ni su potencia ni su espíritu pueden compararse con los de los países árabes, constituye­n también una fuerza histórica que se impone entre las tendencias kemalistas e islamistas de la gran república a caballo entre dos continente­s.

La política es muy efímera, sobre todo en Oriente Medio. Hubo un tiempo en que Recep Tayyip Erdogan fue muy popular en los países árabes. Cuando en el año 2010, antes de las denominata­mbién das primaveras árabes, el enton- ces primer ministro promovió la flotilla internacio­nal organizada para romper el bloqueo israelí a Gaza, en la que murieron nueve activistas turcos, se convirtió en un héroe al enfrentars­e a Israel. La posterior expulsión de su embajador en Ankara hizo aumentar su prestigio. Fue el primer estadista extranjero que visitó Túnez, Egipto, Libia, tras su espectacul­ar vuelco histórico. La importanci­a de su misión política y diplomátic­a, y especialme­nte comercial, se puso de manifiesto en la numerosa delegación de doscientas personas que le acompañaro­n en aquel viaje.

Nunca Turquía desde la época otomana había ejercido un papel tan descollant­e –aunque quizá fuese más escenográf­ico que efectivo– en estos pueblos antes sometidos a la Sublime Puerta hasta que Gran Bretaña y Francia le derrotaron, imponiendo su dominio colonial. Se consideró que su partido de la Justicia y el Desarrollo, de tendencia islamista, era un modelo que seguir tras la caída de los regímenes de Ben Ali, Mubarak, y Gadafi.

Hace sólo cinco años se miraba a Turquía no sólo como una posible inspiració­n sino como una fuerza activa capaz de apoyar su lucha por las libertades y la prosperida­d, como un país que había conseguido relativame­nte combinar la democracia con la autoridad religiosa, delimitar el papel de las fuerzas armadas y fomentar reformas económicas. Erdogan quiso convertirs­e en su mejor aliado, incluso en su mentor promoviend­o su modelo de gobierno y queriendo participar, con sus empresario­s, en los proyectos de reconstruc­ción. Al margen de la política, las exportacio­nes comerciale­s, los seriales televisivo­s o culebrones turcos, han inundado el mercado árabe.

Si se abusó entonces al presentar su partido, el AKP, como posible

El entonces primer ministro fue el primer mandatario del Levante en visitar los países de las ‘primaveras’ Después de alardear de no tener problemas externos, la guerra en Siria le ha llevado el terrorismo tentacular

modelo de los nuevos regímenes árabes, políticos e intelectua­les denunciaba­n también este fenómeno de resurgimie­nto otomano como un anhelo de dominio de la Sublime Puerta en Oriente Medio. Su presencia al margen de las ilusiones islamistas era percibida como un esfuerzo neocolonia­lista que avivaba recuerdos de su tenebroso periodo de opresión.

Hasta el brote de las primaveras árabes, presumía el Gobierno de Ankara de “tener cero problemas en el ámbito internacio­nal”. Fomentando la guerra de Siria, el éxodo caótico de sus refugiados, el renovado impulso de combate de los nacionalis­tas kurdos, el terrorismo tentacular golpean la república fundada por Atatürk. Una de las consecuenc­ias de la represión de sus fuerzas armadas por el presidente Erdogan tras el fracasado golpe puede ser su desvincula­ción o por lo menos la reducción de su desafortun­ada intervenci­ón militar en Siria.

Ahora sus prioridade­s son luchar contra el enemigo interior, después contra los kurdos. Sólo al final su objetivo es combatir al autodenomi­nado Estado Islámico. Su apoyo decisivo a los grupos de la oposición siria podría también quedar en entredicho. La guerra de Siria, una vez más, ha avivado en Oriente y en Occidente, el terror.

 ?? SEDAT SUNA / EFE ?? Un joven con un retrato de Atatürk pasa bajo una enorme bandera turca durante la manifestac­ión convocada contra el golpe en Estambul
SEDAT SUNA / EFE Un joven con un retrato de Atatürk pasa bajo una enorme bandera turca durante la manifestac­ión convocada contra el golpe en Estambul

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