Entre vudú y Holocausto
CHARLES NAJMAN (1956-2016) Escritor y cineasta francés
Charles Najman, fallecido a los 60 años en París, escritor y cineasta, fue un personaje singular, cosmopolita y por lo tanto muy parisino. Crecido en una familia judío-polaca, que hablaba yidis, fue sucesivamente periodista –en Le Monde, por ejemplo–, autor de ensayos y ficción y cineasta. Su escritura, su cine y su vida se repartieron entre Haití, con su mezcla cultural que reúne a España, Francia, África y América, y el vudú, y la identidad judía, a la que volvió en su último filme, Pitchipoï.
Recluidos en el campo de Drancy, en las afueras de París, los judíos extranjeros, llevados en camiones desde el velódromo parisino en el que los hacinaron, antes de recluirlos, veían partir pequeños grupos, en tren. ¿Hacia dónde? Era el comienzo de la deportación y los internados se preguntaban adónde los enviaban. Los niños del campo inventaron ese destino, Pitchipoï.
Najman habitó siempre mundos imaginarios. Pero con los pies en la tierra, lo que le permitió dejar una obra considerable en la que los polos son el vudú y el Holocausto. De hecho, aunque murió en Bagnolet, ciudad dormitorio de la capital francesa, la primera noticia de su muerte la dio, en un tuit, Frantz Duval, redactor jefe del diario haitiano Le Nouvelliste.
Según el matutino Libération, que divulgó el tuit de Duval, “son pocos los extranjeros que conocen tan bien como Najman Haití, su historia, su pueblo, su singularidad, su espiritualidad y su imaginario”. Buena parte de su conocimiento la destiló en sus filmes y sobre todo en
Royal Bonbon, primer largometraje de ficción rodado enteramente en Haití, distinguido en el 2002 por el premio Jean-Vigo. También, en un libro importante, Dieu seul me voit (sólo Dios me ve; 1995).
Su creatividad se sustentaba en su propia historia yen la de su fa-milia. Su madre, Solange,prim aleja na de Rosa Luxemburgo, sobrevivió al campo de exterminio de Auschwitz. Como a otros supervivientes, la entonces República Federal Alemana le ofrecía, cada dos años, por uno de esos misterios de la burocracia, una semana de talasoterapia. Charles la siguió con su cámara en una de esas curas, en Evian –las termas de Vichy, donde tuvo sede el gobierno colaboracionista, hubiera sido excesivo– y volvió con un primer largo, La mémoire est-elle soluble dans l’eau? (¿la memoria se disuelve en el agua?1996), mirada tierna pero ácida sobre la vida después del Holocausto.
Terminados sus estudios de Filosofía en la Sorbona descubre Haití, entonces con el dictador JeanClaude Duvalier en el poder. Ya no dejará de regresar a ese Caribe africano. En su crítica a Dieu seul me voit (“eufemismo poético para evocar la masturbación”), Libération explica que, allí, “Najman compara judío y negro errantes (el esclavo que se fuga), el mito haitiano del zombi con el del golem de la cultura judía askenazí, los millares de esclavos muertos con las víctimas del Holocausto”.
En el 2015, en el 70.º aniversario de la liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo, Najman estrenó Pitchipoï. Tras la evocación del símbolo de Drancy, la historia contemporánea de Julien Schulmann, un humorista que como tantos judíos centra en ellos –en sí mismo– sus chistes. La muerte de su padre, superviviente de los campos, es el eje del relato.
En su testamento, el padre pedía al hermano de Julien, desaparecido dos años atrás, que dispersara sus cenizas en Polonia, donde había nacido. A pesar del disgusto de no haber sido elegido, Julien cumple con esa última voluntad. Como trasfondo, una realidad francesa, la del Aliyá, el regreso a Israel de los judíos de Francia, exacerbada en enero del 2015 por el ataque, con rehenes y muertos, a un supermercado kosher de París.