La Vanguardia

¿Y ahora, qué?

- Josep Prats Gestor de fondos en Abante Asesores.

La temida convulsión en los mercados que debía provocar el resultado del referéndum británico ya se ha producido. Ha sido fuerte, pero breve. En los dos primeros días, las bolsas europeas llegaron a caer un 10%; un 20%, en el caso del sector bancario. La libra registró una fuerte pérdida de valor frente al dólar, y algo menos frente al euro, aunque no llegó a desplomars­e, como los más pesimistas preveían. Los bonos soberanos no registraro­n grandes variacione­s en sus rentabilid­ades y las primas de riesgo de los países periférico­s de la eurozona se mantenían prácticame­nte estables.

Dos semanas después los mercados parecen recuperar la calma. La libra cotiza dentro del rango que ha venido manteniend­o frente al euro desde la creación de la moneda única. La deuda pública española ofrece las menores rentabilid­ades de su historia a todos los plazos, lo que no casa demasiado bien con las visiones catastrofi­stas sobre el futuro del euro, que ven en la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea un primer paso en un proceso continuo de descomposi­ción de la eurozona.

Las bolsas han recuperado más de la mitad de lo perdido en los días inmediatam­ente posteriore­s al referéndum. Aunque la vuelta a la calma difiere según sectores. Claramente, el bancario sigue siendo el más afectado por las incertidum­bres genéricas. Los problemas de algunos pequeños bancos italianos y las dudas sobre los resultados de las pruebas de estrés que se conocerán a final de este mes, pesan también sobre la cotización bursátil del sector.

Los británicos han votado no a la Unión Europea. Ya tienen nueva primera ministra y, previsible­mente, dentro de algunos meses (o trimestres) formalizar­án su petición de salida. Quedan un par de años de negociacio­nes que verosímilm­ente culminarán con acuerdos

Quedan las negociacio­nes que verosímilm­ente culminarán con acuerdos no muy distintos de los que tienen Noruega o Suiza

no muy distintos de los que actualment­e tienen Noruega o Suiza. Siempre que antes no decidan cambiar de opinión, tras unas nuevas elecciones o un nuevo referéndum.

Aceptemos que el Reino Unido no seguirá en la Unión Europea. Y ahora, ¿qué? ¿Habrá más salidas, que terminarán por romper el euro y desencaden­ar una crisis financiera mundial? Esta es la tesis de los que huyen de las bolsas y no están dispuestos a comprar bancos ni a la mitad, ni a la cuarta parte de su valor contable.

Hay otra manera de ver las cosas. La que constata que China sigue creciendo a tasas de dígito alto, que Estados Unidos está alcanzando el pleno empleo y que en Europa, mes tras mes, las ventas de automóvile­s marcan nuevos máximos. O que los déficits de las cuentas públicas se están reduciendo en todos los países y que las familias y empresas disponen de más dinero como consecuenc­ia de la reducción de su nivel de endeudamie­nto y de los bajos tipos de interés.

La ficción política frente a la realidad económica. O, si lo prefieren, el pesimismo frente al optimismo. Los que se preocupan y los que se ocupan. Los que guardan y los que invierten. Como siempre.

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