El yihadismo sitúa a la Iglesia en el punto de mira
Conmoción en Francia por la muerte de un párroco degollado en Normandía Uno de los asesinos estaba fichado y bajo control con una pulsera
La imagen y la voz del fiscal de la república desde el 2011, el catalán François Molins, inseparable ya de la información sobria y segura tras un acto terrorista, desveló a las nueve y media de la noche de ayer los detalles del atentado que en un barrio de Rouen acabó con la vida de un cura. “Cuando matan a un sacerdote la agonía de Jesús se prolonga”, proclamaba una hora antes, desde el Elíseo y ante las cámaras, el arzobispo de Rouen, monseñor Dominique Lebrun, que había regresado de Cracovia tras el asesinato de un sacerdote de su diócesis.
“Atacar una iglesia, matar a un cura, equivale a profanar la República”, calificó a continuación el presidente Hollande, quien se dirigió a la nación, desde el mismo palacio presidencial, para pedir la unidad (“francesas y franceses, hagamos piña”), recordar las medidas y leyes adoptadas contra el terrorismo (“sin precedentes en la historia de la V República”) e insistir en que Francia libraría la guerra “en el exterior y en el interior”, pero “sin restringir nuestras libertades”. Y, en fin, “os debo una verdad: esta guerra será larga. Pero la ganaremos”. Entre tanto, en el telediario de TF1, el primer ministro Manuel Valls denunciaba “la intención de EI de provocar, en Francia, una guerra entre religiones”.
Era el final de una dura jornada. Una ciudad francesa es, en el imaginario popular, un villorrio agrupado en torno a la iglesia. Un elemento simbólico del ataque terrorista a la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray, comuna de 28.000 habitantes, barrio de Rouen, en Normandía. El otro: el degollamiento, ritual propio de los asesinos del Estado Islámico, en este caso la del sacerdote Jacques Hamel, de 86 años, modesto auxiliar, en actividad porque “hay cada vez menos curas”.
“Asesinado poco después de celebrar la eucaristía”, subrayaría Olivier Dumas, portavoz de los arzobispos de Francia. Porque el asalto se produjo a las 9.25 de la mañana, en plena misa. Tomaron seis rehenes: el cura, tres monjas y un matrimonio. Una de las monjas consiguió huir y dio la alarma. Rápidamente miembros de la brigadas de intervención rodearon la iglesia. Hacia las 10.30, por la puerta trasera, la misma por la que habían entrado los asaltantes, salieron tres rehenes.
Y detrás, los dos terroristas, que cuchillo en mano se abalanzaron –explicó Molins– sobre las fuerzas de seguridad, que los abatieron. Al entrar en la iglesia encontraron el cadáver del sacerdote, degollado y apuñalado en el tórax, y a un feligrés herido “pero sin riesgo de su vida”.
A media mañana, Hollande y el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, junto al alcalde de la ciudad, se recogieron frente a la iglesia. “El grupo Daesh –declaró el presidente, utilizando uno de los nombres del Estado Islámico– nos ha declarado la guerra. Responderemos por todos los medios. Pero dentro de la legalidad. Somos una democracia”.
Poco después, el EI reivindicaba, por medio de su agencia Al Amaq, el acto de sus “dos soldados”. A primeras horas de la tarde, Nicolas Sarkozy, en su ambigua triple función de expresidente de Francia, presidente de Los Republicanos y candidato no declarado aún a las primarias de la derecha, lanzaba su arenga televisiva. “Nuestro enemigo no conoce límites, no tiene ni moral ni fronteras. Debemos ser despiadados. Y exijo al Gobierno que aplique todas nuestras propuestas”.
Por su parte, Marine Le Pen, en nombre de la extrema derecha, culpaba de la inseguridad “a la inacción de quienes nos gobiernan desde hace treinta años”.
Hacia las cuatro de la tarde, la fuerza antiterrorista suspendió la búsqueda de posibles artefactos explosivos, sin levantar no obstante el cerco policial del perímetro. Trascendió entonces que uno de los dos asaltantes, Adel K. (Kermiche, completaría más tarde el fiscal), había viajado a Siria y, deportado por Turquía, había regresado a Francia, donde ingresó en prisión. Pero salió en libertad condicional en marzo pasado, a la espera de juicio, con la
CON UNA PULSERA ELECTRÓNICA El único asesino identificado había tratado de llegar a Siria y estaba vigilado
EN NORMANDÍA Dos terroristas tomaron seis rehenes en una iglesia antes de ser abatidos
oposición de la Fiscalía. Una pulsera electrónica le permitía circular entre las 8.30 horas y las 12.30 horas de la mañana, el lapso que aprovechó para el ataque.
Su acompañante no había sido identificado formalmente anoche por las autoridades que entre tanto habían detenido a un joven argelino de Saint-Étienne-du-Rouvray, hermano de un militante de EI en Siria.
La celeridad de la intervención armada fue la prueba de que por lo menos una de las comprobaciones del informe parlamentario sobre la falta de coordinación de las fuerzas antiterroristas, el último año y medio, incrementaron el trágico saldo, había sido escuchada. Según el informe, el 13 de noviembre, mientras una unidad equipada con armamento de guerra permanecía acuartelada cerca del Bataclan, el coraje de un policía que osó entrar en la sala de conciertos, solamente armado de su pistola, interrumpió la matanza.
Por el contrario, una vez más la conjunción de alarmas (Vigipirata, Sentinella, estado de emergencia) se mostró ineficaz para prevenir atentados. Y la inutilidad de la pulsera
SEGÚN UN EXPERTO En Normandía hay redes yihadistas conocidas por los servicios de inteligencia
EL FICHERO DE SOSPECHOSOS La inutilidad de la pulsera del terrorista hace replantear el caso de 11.000 registrados
electrónica hace replantear el caso de los once mil franceses registrados con la letra S en el fichero de posibles terroristas.
Roland Jacquard, del Observatorio Internacional del Terrorismo, aseguró ayer que había redes terroristas en Normandía, en los alrededores de Rouen y de Caen, algunas incluso rurales, conocidas por los servicios. Pero que, tal vez a causa de la centralización francesa, lo más complicado es coordinar las actuaciones regionales y nacionales”. Y recordó que “se trata sobre todo de infiltrar esos grupos”. En noviembre del 2014 –añadió– había sido desmantelada “una mi-
crorred de reclutamiento hacia Siria, cerca de Saint-Étienne-duRouvray. También es originario de la región el jihadista francés Maxime Hauchard”.
Y mientras el vicario de Rouen contaba que la mezquita vecina de la iglesia atacada –que le había cedido el terreno– era de las raras en Francia que ofician en francés, Pierre Conesa, profesor de la prestigiosa escuela de ciencias políticas, denunciaba que Arabia Saudí financia “la presencia en Francia de predicadores salafistas que arengan en árabe” y que como los otros militantes salafistas extranjeros “pueden y deben ser expulsados”.