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La terrible sucesión de atentados terroristas que está conmocionando Europa; y la buena marcha de la economía española pese a la prolongada parálisis política.
LA parálisis política que sufre España desde hace seis meses apenas ha afectado a la economía, ya que mantiene un intenso ritmo de crecimiento, espoleado por el buen comportamiento que registra la demanda interna, tanto en consumo como en inversión. Los beneficios del bajo precio del petróleo, del descenso del IRPF y de las mejores condiciones de crédito por la política del BCE, en un clima general de confianza, sostienen con fuerza la actividad económica.
Los políticos de este país, sin embargo, no deberían abusar por más tiempo del crédito que les supone la buena marcha de la economía y de la creación de empleo. En este sentido, pese a destacar la fortaleza del crecimiento económico, que se habría mantenido en el 0,7% intertrimestral de abril a junio, el Banco de España detecta el inicio de una ligera desaceleración de la economía, que se advierte especialmente en el descenso del ritmo de crecimiento de las ventas de automóviles, que son un gran indicador de la coyuntura, y de las ventas del comercio al por menor, así como del crédito para vivienda, de la licitación de obra civil y de la actividad de las empresas. A ello habría que sumar los riesgos de menor crecimiento procedentes del exterior, como consecuencia del impacto del Brexit y de la mayor debilidad de los mercados emergentes.
El informe de coyuntura de la Cambra de Comerç de Barcelona detecta, asimismo, que en el primer semestre la economía catalana se ha comportado mejor de lo esperado, lo que permite augurar un crecimiento económico del 3,1% para todo el año, dos décimas por encima de las previsiones iniciales y superior al previsto para el conjunto del Estado. Pero, pese a la excepcional evolución económica del primer semestre, la Cambra de Comerç, al igual que el Banco de España, observa riesgos de futuro, que se traducen en un retroceso del crecimiento económico hasta el 2,4% para el 2017, y por ello, acertadamente, reclama la urgente formación de un nuevo gobierno que tome el mando de la economía y ponga en marcha las reformas económicas que necesita el país.
Muchas de las decisiones que hay que tomar, como las concernientes a los presupuestos del Estado del 2017, sobrepasan las funciones –valga la redundancia– de un Gobierno en funciones, y lo mismo sucede con las líneas de política económica que deben establecerse para la nueva legislatura. La reducción de incertidumbres es fundamental para mantener y reforzar el intenso crecimiento que registra la demanda interna como consecuencia de las decisiones de gasto e inversión de las familias y empresas. Como hemos dicho, los políticos no deberían abusar, en bien de todos, del crédito del que todavía disponen.