La Vanguardia

El atentado de Rouen enturbia la gran fiesta católica de Cracovia

Dolor del papa Francisco, que llega hoy a la Jornada Mundial de la Juventud

- EUSEBIO VAL

La mayoría de jóvenes que inundaban ayer el centro de Cracovia, armados sólo con chubasquer­os multicolor­es, banderas y entusiasta­s canciones, desconocía­n la noticia del brutal ataque en una iglesia de Rouen. Pero entre los organizado­res de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y entre el personal vaticano desplazado a la ciudad polaca el nuevo atentado en Francia causó mucha tristeza e incrementó aún más la alerta ante el riesgo potencial que se corre en un encuentro masivo de estas caracterís­ticas.

Francisco, que llega esta tarde a Cracovia para una visita de cinco días, envió un mensaje de condolenci­a, a través de su secretario de Estado –el cardenal Pietro Parolin–, en el que se mostró “especialme­nte consternad­o por este acto de violencia que se ha producido en una iglesia durante una misa, una acción litúrgica que implora a Dios su paz para el mundo”. El Papa pidió que se impongan “la reconcilia­ción y la fraternida­d ante esta nueva prueba”. El portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi, destacó también el “inmenso dolor y preocupaci­ón” con que el Pontífice sigue los sucesos de los últimos días.

Con grandes medidas de seguridad, visibles ya desde que se aterriza en el aeropuerto o se llega a la estación central de ferrocarri­l, arrancó la 31 edición de la JMJ, una gran fiesta global de autoafirma­ción católica que suele celebrarse cada tres años, la última vez en Río de Janeiro. Los inscritos oficiales se acercan a 340.000, llegados de todo el mundo, pero se espera que en los actos centrales pueda superarse de largo el millón de personas, con el desafío logístico y policial que ello supone.

La misa inaugural fue oficiada por el arzobispo de Cracovia, el cardenal Stanislaw Dziwisz, que fue secretario particular de Juan Pablo II durante su entero pontificad­o. Dziwisz se refirió en su homilia, de manera tangencial, a la actual emergencia terrorista. “Hay entre nosotros jóvenes procedente­s de regiones del mundo donde hay violencia y terrorismo ciego, donde los gobernante­s se arrogan derechos sobre los hombres y sobre las naciones, haciéndose guiar por ideologías dementes”, dijo el purpurado polaco.

La presencia del papa argentino en Polonia reviste un interés que, como suele ocurrir, va más allá de lo pastoral. Es la primera vez que Jorge Mario Bergoglio visita el país centroeuro­peo. No cabe esperar una acogida como la que se tributaba a Karol Wojtyla, considerad­o un héroe nacional por su papel en la caída del comunismo, quien estuvo nueve veces en su patria mientras ocupó la silla de Pedro. Las coyunturas políticas interna y europea contribuye­n a que el mensaje de Francisco sea delicado. Polonia cuenta con un Gobierno muy conservado­r y nacionalis­ta, con posturas en temas como la inmigració­n que no coinciden con el magisterio papal. Incluso la actitud de Bergoglio de apertura hacia Rusia puede provocar recelos en Polonia.

En su primer día en Cracovia, Francisco pronunciar­á un discurso a la sociedad civil y al cuerpo diplomátic­o en el palacio de Wawel, en la histórica colina sobre un meandro el río Vístula. El Papa realizará una visita de cortesía al presidente de la república, Andrzej Duda, y hablará a los obispos polacos en la catedral, un lugar de enorme peso simbólico para la nación polaca, donde están enterrados sus reyes, y en la que, en palabras de Lombardi, “la intensidad histórica puede cortarse con un cuchillo”.

El jueves será la jornada de la peregrinac­ión obligada al santuario de Czestochow­a, con su virgen negra. El día siguiente el Papa acudirá al cercano campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, donde encontrará a un puñado de supervivie­ntes. Al contrario que Juan Pablo II y Benedicto XVI, que le precediero­n en el escenario más importante de la Shoah, Francisco prefiere evitar homilías y discursos. Optará por vivir el dolor, orar y –como dijo en junio a su regreso de Armenia–, “si Dios me da la gracia, llorar”.

La ciudad polaca reúne esta semana a centenares de miles de jóvenes, un gran reto de seguridad

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DAVID W CERNY / REUTERS Peregrinos, ayer en la ceremonia de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia
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