La Vanguardia

Un líder afgano del EI, muerto por el ejército o por los propios yihadistas

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El ejército afgano mantiene una ofensiva, con apoyo de bombardeos aéreos estadounid­enses, contra elementos del Estado Islámico (EI) en el este del país, después del atentado del pasado sábado en Kabul que costó la vida a 80 personas. Uno de los dos distritos de la provincia de Nangarhar –fronteriza con Pakistán–, donde se concentra el EI al parecer fue limpiado, con la muerte de hasta a 120 de sus combatient­es. Según un portavoz militar afgano, entre ellos se cuenta uno de sus comandante­s, Saad Emarati.

No está tan claro, sin embargo, que Emarati fuera muerto en esta operación. Podría haber sido asesinado por los propios yihadistas.

Hace un par de semanas, el EI difundió un vídeo en el que un individuo que parece ser Emarati es decapitado por traidor, según publicó el 17 de junio el observator­io estadounid­ense The Long War Journal. Este antiguo cabecilla talibán se pasó al Estado Islámico en otoño del 2014 y formaba parte de la shura de Jorasán, o consejo de la extensísim­a provincia (Afganistán, Pakistán, India...) con este nombre que el EI pretende controlar. Al parecer, comentario­s en las redes yihadistas apuntaban a que Saad Emarati había regresado a las filas de los talibanes pakistaníe­s, de los que había formado parte.

Las rivalidade­s y el descontent­o en el seno de los talibanes afganos y pakistaníe­s provocó defeccione­s y nuevos leales al Estado Islámico, que ha venido haciendo una intensa campaña de captación. Pero el efecto contrario se está produciend­o ahora.

Es el caso de Abdul Rahim Muslim Dost, un antiguo prisionero de Guantánamo que se unió muy temprano al EI, pero que ahora lo denuncia por su violencia contra la población civil en el distrito de Kot, precisamen­te recién limpiado por el ejército afgano. Dost, que abandonó el EI el año pasado, calificó de “analfabeto” al emir de Jorasán, Hafiz Said Jan, cuyas huestes atacaron en junio puestos de policía en Kot y, de paso, asesinaron a mujeres y niños y quemaron viviendas, según denunció Dost. Said Jan también procede de los talibanes.

En Afganistán, el Estado Islámico se ha mostrado especialme­nte violento y, por supuesto, sectario. La comunidad hazara, de confesión chií, y siempre perseguida, fue el objetivo del atentado del sábado pasado contra una mezquita de Kabul, con 80 muertos y 231 heridos. Pero, además, y según varios desertores que rompieron el pasado abril su juramento de lealtad, los nuevos yihadistas han cometido saqueos, quemado casas y usurpado tierras, lo que está en franca contradicc­ión con el movimiento talibán, que pretende defender Afganistán de la invasión extranjera, acabar con el gobierno colaboraci­onista e imponer su versión de la ley islámica.

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