La Vanguardia

En clave de sol

- Patrícia SoleyBeltr­an

Quise ir al estreno de La flauta mágica del Liceu porque Mozart componía música para expresar conviccion­es morales y mudar los corazones. Fiel a su espíritu, el Gran Teatre dedicó la función a las personas fallecidas en Niza y a las víctimas de las guerras. Se levanta el telón y pasa lo que no se espera: mamá es mala, el sabio regente se equivoca, la autoridad que custodia a la protagonis­ta intenta violarla y su enamorado se extravía, a pesar de haberle donado la flauta de papá. En resumen, el argumento del rescate es una excusa. Pamina debe salvarse a sí misma si quiere reinar con justicia. Qué sorpresa. Esto es una ópera hecha película de animación gracias a unas proyeccion­es mágicas; es filme mudo y musical brillante, hay gente real vista y no vista, que se nos asemeja y no se nos asemeja, que nos da risa y nos hace llorar, que nos inspira a cantar alto. Estamos en el reino de lo virtual-real, como me decía Manuel Castells en una reciente entrevista televisiva. Nada inaudito en unos tiempos en los que ciudadanos japoneses cazan pokémons en el cinturón de ronda barcelonés.

Pamina protagoniz­a el deseado progreso de la oscuridad a la luz que vertebra el argumento de esta fábula utópica. Es una mujer briosa que busca el conocimien­to, desecha la superstici­ón y soporta pruebas sin ni siquiera saberlo. El amor a la humanidad es su camino a la libertad. Ella representa las luces de la Ilustració­n que los déspotas vengativos disputan a los auténticos revolucion­arios. Cuando los dioses no interviene­n, ningún derecho divino otorga legitimida­d sobrenatur­al. Entonces, la custodia de Pamina es tres veces fundamenta­l, pues confiamos en la habilidad de los seres humanos para comprender la realidad. La sabiduría y la educación exponen la hipocresía del Antiguo Régimen, los mercados y la Reina de la Noche.

Pamina huye de interpreta­ciones donjuaníst­icas sobre mujeres y hombres imaginados por Josep Ramon Correal, director del Diari de Tarragona, que no son de fiar porque no distinguen un sí de un no. Antes del telón final, el coro mirando de frente en la lejanía me recuerda a las masas fascistas de los años treinta. En el salón de los espejos, Barrie Kosky, el genial director de escena, me asegura que esto no pasa en la película de la posmoderni­dad tardía. Son fantasmas y con la luz se desvanecer­án. Correal se disculpa y hace bien. La fraternida­d, la tolerancia, la igualdad entre hombres y mujeres son camino para salir de la cueva. La música de la flauta mágica, arte de domesticar fieras y reconcilia­r contrarios, reina en siete sostenidos.

Eleven los corazones en este verano explosivo y luminoso. Y recuerden los iluminados: para tocar bien la flauta, hay que saber escuchar. Un si es un si, un do es un do y el sol es de todos. Da capo y, por favor, afinen.

Para tocar bien la flauta hay que saber escuchar; un si es un si, un do es un do y el sol es de todos

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain