Una depresión de caballo
‘BoJack Horseman’ habla en Netflix de la infelicidad y del absurdo de los premios Oscar en su tercera temporada
La infelicidad no es un sentimiento que queramos sentir de forma activa pero sí es la fuente de inspiración de muchas obras de ficción. Pero solemos encontrarnos con obras finitas, libros con unas páginas determinadas que el autor suele emplear para desahogarse y películas de autor que hunden al espectador durante dos horas. ¿Pero quién se imagina a Lars von Trier encontrando financiación para un Melancolía de tres temporadas? La depresión como concepto no es el mejor punto de venta para un guionista de televisión menos para Raphael Bob-Waksberg (31) que encontró la fórmula mágica. ¿Quién puede temer una comedia de animación con un caballo de protagonista llamado BoJack Horseman?
Ni había cumplido los treinta cuando coló la idea en los despachos de Netflix y le dieron un cheque para producir una primera temporada de doce episodios. Cabe imaginar que el complejo estado emocional del personaje se lo guardó en la manga como un recurso humorístico más en un universo tan estrambótico como el de su serie donde humanos y animales conviven en armonía en Hollywood. La plataforma de contenidos quería animación adulta en la línea de las series de Matt Groening (Los Simpson) y Seth McFarlane (Padre de familia) pero le insufló un componente emocional. ¿Su protagonista? Un antipático caballo actor que, después de triunfar con una sitcom familiar en los noventa, vive de las rentas y de despreciar las personas que todavía le soportan. Era una idea que se le había ocurrido al instalarse por primera vez en Los Ángeles, en una lujosa casa de unos amigos, y observar la vasta ciudad. Nunca se había sentido tan solo.
El BoJack del título, que tiene la voz de un experto en comedia como Will Arnett (Arrested development), puede tomarse como una versión trasnochada de Bob Saget (Padres forzosos) aunque los productores de la serie niegan que se base en un actor en concreto. Si la señora Dalloway de Virginia Woolf siempre estaba “organizando fiestas para ocultar el vacío”, que decían en la película Las Horas de Stephen Daldry (2002), él tiene unas conductas mucho más autodestructivas. Se traga cualquier bebida que contenga alcohol y sabotea cualquier oportunidad que tiene de volver a la primera línea de Hollywood por miedo al fracaso. Y, ahora que Netflix ha estrenado la tercera temporada, el balance emocional, cómico y el retrato de Hollywood no pueden estar más equilibrados.
Como suele suceder en las producciones de animación, el reparto en la versión original es un lujo con Aaron Paul (Breaking bad) en el papel de su mejor amigo Todd y Stanley Tucci, Lisa Kudrow, Olivia Wilde y los oscarizados Anjelica Huston, J.K. Simmons y Alan Arkin en roles secundarios. Eso sí, no se trata de una ficción particularmente accesible porque retrata un universo muy concreto, la constelación y funcionamiento de Hollywood, y no resulta fácil cazar todas las bromas al vuelo. Es el eterno dilema de la televisión que habla sobre la televisión, que gusta entre los expertos en la materia y miembros de la industria pero que tiene más problemas para encontrar una audiencia masiva.
Si la depresión de caballo de BoJack funciona como conflicto dramático y recurso cómico, también encajan todas y cada una de las referencias. No hay nada mejor que encontrarse la voz de Garry Marshall, el director de Pretty woman que falleció este mes de julio, interpretando un director con una visión demasiado edulcorada del cine. Tampoco se pueden pasar por alto las similitudes entre John Stamos y Mr. Peanutbutter, otra estrella de los noventa que tiene problemas para relanzar su carrera. Y, como los cameos ayudan a legitimar una obra de estas características, ellos cuentan con Daniel Radcliffe, Naomi Watts, Paul McCartney y Jessica Biel riéndose de sí mismos.
Hay algunos gags muy accesibles (“alguien tenía que decirle a Robert Redford que El hombre que susurraba a los caballos era ofensiva”) y otros que requieren cierto dominio de la televisión americana convencional (que no dejan de vaticinar que se muere), del canal HBO (cada mención a la serie fallida John from Cincinnati es un dardo envenenado) y del funcionamiento de las campañas de los premios Oscar. Ahora que BoJack quiere ganar una estatuilla toca dejar en evidencia unas campañas que tienen poco que ver con el talento y mucho con la imagen. Y tampoco es que él espere que un premio solucione su depresión, pero, como le advierte un amigo, “por lo menos serás el hombre más feliz del mundo aunque sea por una noche”.
PADRE FORZOSO El actor en decadencia puede tomarse como una versión trasnochada de Bob Saget
INFLUENCIA Daniel Radcliffe, Paul McCartney, Naomi Watts y Jessica Biel se han marcado cameos