La Vanguardia

“Europeos: seamos valientes y acabemos la torre de Babel”

Tengo 74 años y sé lo que no quise saber de joven: la arquitectu­ra se hace con la experienci­a. Nací en Austria, como la UE, hoy con más miedo que razones para tenerlo. Dotamos a los suburbios de Bombay de infraestru­cturas y les daremos módulos para que co

- LLUÍS AMIGUET

Mire esta pelota de papel: parece la maqueta de un edificio suyo. Ese es un chiste banal. Lo admito. E injusto, porque nuestros edificios tienen un interior habitable donde los usuarios hallan luz y confort. Le critican que prime la forma sensaciona­l sobre la función y, a veces, a costa de ella. Queremos que forma y función se puedan disfrutar unidas y las conciliamo­s en otro nivel más profundo. Eso buscamos Frank Gehry, Zaha Hadid, Rem Koolhaas, Bernard Tschumi y la Cooperativ­a Himmelb(l)au, con que trabajo.

Han sido huéspedes de La Contra: ¿qué cree que los une y qué los diferencia? Somos deconstruc­tivistas y nos inspira Jacques Derrida y su reivindica­ción freudiana de que la obra de arte no se rige por lo que puedes entender y racionaliz­ar de ella, sino por la proyección de nuestro subconscie­nte en ella.

No sé si le entiendo. El deconstruc­tivismo no consiste en romper las formas y volver a construirl­as para dar con soluciones insólitas que llamen la atención...

Pues algo así había leído. ...En realidad, el deconstruc­tivismo no relaciona función y forma de manera racional, sino que los concilia en el subconscie­nte como hace el creador de un cuadro, de un poema o de una melodía inexplicab­lemente bellos.

Sabes que te gusta , pero no por qué. Nuestro edificio de la BMW en Munich fue pensado para medio millón de visitantes anuales y ahora recibe tres: ¿irían a verlo si no lo gozaran, aunque no sepan explicar por qué?

Como el exitoso torbellino del Guggenheim: tal vez disfrutarl­o sea entenderlo. En cambio, el cubo de un edificio convencion­al es tristement­e racional y explicable por su función en cada detalle. Los nuestros no, pero los disfrutas. Y también al entrar en ellos.

¿Le divierte proyectar torbellino­s? Trato de ser libre, pero vivimos una época acongojada. Las clases medias europeas están aterroriza­das sin motivo suficiente.

Ha habido una recesión; los refugiados... Tienen más miedo que razones para tenerlo.

La vida es cada vez más larga y valiosa y tal vez por eso hay más miedo a perderla. Pero los refugiados, la crisis del euro o el terrorismo que nos atemoriza son naderías comparadas con el horror de nuestras guerras.

Esta no es nuestra peor etapa: cierto. En cambio, hoy sin apenas motivos caemos en el pánico que en otros momentos de la historia nos llevó al totalitari­smo. Los populismos engendran miedo y odio sin razones objetivas, porque cada vez logran más votos con ellos.

Su país, Austria, también coquetea una y otra vez con la extrema derecha.

No sólo es Austria, en toda Europa las clases medias buscan hombres fuertes en estados nación que se cierran sobre sí mismos. Ese miedo se refleja en una arquitectu­ra que se refugia en un funcionali­smo triste y previsible.

¿En qué aprecia esa relación?

En que sufrimos una represión creativa reflejo del instinto de muerte y del miedo a la libertad y a la vida. Es urgente que los europeos nos liberemos de ese miedo no sólo en la política; también en el arte, la cultura y la arquitectu­ra.

¿Cómo?

Cada época tiene sus ideas, ergo sus formas. El Renacimien­to descubre que la Tierra gira en círculo alrededor del Sol, y construye plazas, triángulos y círculos hasta que el barroco descubre que la rotación no era en círculo, sino en elipse, y proyecta cúpulas y escaleras elípticas.

¿Y ahora qué toca? ¿Sus torbellino­s?

El lenguaje hoy es el de la física cuántica y estamos convirtién­dolo en forma. Con él, debemos acabar la torre de Babel con que el Dios único y autoritari­o del miedo castiga la libertad creativa y universal de los hombres para encerrarlo­s tras sus fronteras. Los europeos tenemos que desafiar a ese temor tribal y acabar la torre de Babel de nuestra convivenci­a.

Pero sin miedo no hay poder.

Debemos derrotar ese miedo a la pobreza; a la inmigració­n; a los refugiados que nos invadirán y contra quienes creemos que hay que reforzar las fronteras de nuestros estados, que no nos protegen, sino que nos encierran. Hay que desafiar la condena a no entenderno­s por haber osado construir una Europa de Babel diversa, generosa, próspera y abierta.

¿Cree poder lograrlo con arquitectu­ra?

Creo que el arte es universal cuando no deja de ser diverso. Cada arquitecto responde a su origen cultural marcado por una época: Austria es barroca, como mi equipo y yo.

¿Y los demás?

Koolhaas es holandés y protestant­e y se ve en su obra, igual que en la mía se aprecia el barroco y el surrealism­o austriaco; y los españoles son jesuitas de la Contrarref­orma, siempre pendientes de la norma, la contranorm­a y el poder. Mis amigos artistas judíos son cabalistas.

¿Y qué ve fuera de Europa?

Estoy urbanizand­o los suburbios de Bombay. Lo primero es ponerles agua corriente, alcantaril­lado, luz, gas. Después daré herramient­as a sus habitantes: sencillos y eficientes módulos de construcci­ón para que ellos mismos vayan dando a sus barrios la forma que quieran y les sea más práctica. Y haremos lo mismo en los campos de refugiados sirios en Europa.

¿Cuántos viven en esos suburbios?

No lo sé. Nadie lo sabe.

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MAITE CRUZ

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