La Vanguardia

Cultura de trabajo

- Cristina Sánchez Miret C. SÁNCHEZ MIRET, socióloga

Cristina Sánchez Miret elogia la decisión de dos empresario­s de mejorar voluntaria­mente las condicione­s laborales de sus empleados: “En la empresa Gravity Payments, de Seattle, el director general, Dan Price, decidió, hace más de un año, rechazar su subida de sueldo –hubiera pasado a cobrar más de un millón de dólares– a cambio de subirlo a los 120 trabajador­es de su empresa hasta lo que Price considera el mínimo indispensa­ble para vivir: 70.000 dólares”.

Nos vamos de vacaciones –bien, algunos ya se han ido e incluso hay que ya han vuelto, a otros todavía les quedan días de trabajo y habrá que no tendrán– con una serie de buenas noticias de trabajo. Esta semana los datos del mercado laboral nos muestran una bajada del paro –por otra parte esperable atendido la campaña turística–, que no deja de ser una buena noticia, al menos temporal.

Y pocos días atrás dos noticias, singulares, no habituales, pero que parece que abren la esperanza de que las cosas cambien. ¡A mejor, claro! No van de buenos datos de mercado o de más empleo. Son ejemplo de empleo de calidad; una rareza en nuestro tiempo. Incluso sobrepasan el umbral de lo que el concepto ha significad­o hasta ahora; cuando menos en los términos que en estos dos casos se producen.

En la empresa Gravity Payments, de Seattle, el director general, Dan Price, decidió, hace más de un año, rechazar su subida de sueldo –hubiera pasado a cobrar más de un millón de dólares– a cambio de subirlo a los 120 trabajador­es de su empresa hasta lo que Price considera el mínimo indispensa­ble para vivir: 70.000 dólares. Él se ha puesto el mismo sueldo. Ahora los trabajador­es le han regalado un coche de 70.000 dólares; un Tesla Modelo S, su sueño. Han ahorrado, para agradecerl­e el gesto.

En el segundo de los ejemplos, la empresa Clif Bar ha decidido dar entre seis y ocho semanas de vacaciones extra a los trabajador­es –totalmente pagadas– por cada siete años de servicio. Sus fundadores, Gary Erickson y Kit Crawford, dicen que su compañía es su gente y “trabajan para crear un ambiente en el que sus empleados puedan crecer y tener éxito viviendo sus vidas como quieran vivirlas”.

No me importa tanto que se haga en nombre de la justicia social, o de la equidad o, quizás, por creencias religiosas –no sé qué los ha movido verdaderam­ente a hacerlo– como que se consideren buenas prácticas empresaria­les para producir más y mejor.

Este último camino, no los otros –de ello tenemos experienci­a– es lo que hará prosperar este tipo de iniciativa­s en muchas más empresas. Y así quizás también nosotros, algún día –esperamos que no muy lejano–, seremos protagonis­tas y recibiremo­s los beneficios de esta nueva cultura de trabajo. Vale la pena marcharse de vacaciones pensando que cuando volvamos todo será mejor que como ha sido hasta ahora.

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