La Vanguardia

Romper puentes

El maniqueísm­o del Estado Islámico no da opción a los musulmanes a convivir con otros pueblos

- ÓSCAR CABALLERO

Con los atentados contra civiles, el Estado Islámico pretende aumentar la distancia entre la población musulmana de Europa y sus conciudada­nos, poniendo en el punto de mira a los sectores más moderados y defensores de la convivenci­a.

Uno de los terrorista­s acababa de degollar al padre Hamel. Se cercioró de que el crimen había sido registrado por la cámara. “Entonces, el otro me dirigió una sonrisa, no de triunfo, dulce, la de una persona feliz”, dijo ayer Hughette Péron, una de las tres monjas presentes en la iglesia. A otra monja, Hélène Decaux, le preguntaro­n si conocía el Corán. “No sólo lo he leído con el mismo interés que la Biblia –respondió–, sino que me gustaron sus mensajes de paz”. Como esa que reinaba en SaintÉtien­ne-du-Rouvray entre la iglesia y la mezquita, vecina porque fue edificada en el terreno cedido por el párroco.

Símbolos de lo que detesta el llamado Estado Islámico (EI): ese espacio de convivenci­a que su estrategia denomina zonas grises. En el mundo Dáesh, orbe en blanco y negro, creyentes y no creyentes no deben rozarse. Thomas Pierret, catedrátic­o en la Universida­d de Edimburgo, explicó en París, tras los atentados del 13 de noviembre, que no había casualidad en la elección de escenarios como el estadio de Francia, en Saint Denis y los distritos más juveniles de la capital. En el estadio, como en el suburbio en el que fue construido, se mezclan gentes de todos los orígenes. Y las clases sociales, las edades y las religiones también coexistían en las terrazas de los bares.

Muy claramente, también, entre los 84 muertos y más de 200 heridos del camión de Niza.

“La masacre del Bataclan y las terrazas tenía como blanco –asegura el historiado­r Pierre-Jean Luizard, autor del ensayo Le piège Daech (la trampa Dáesh)– a la juventud más tolerante con el islam, un público educado que intenta comprender. Chavales, con pitillo y copa, conversan con sus coetáneos que frecuentan la mezquita. El EI quiere provocar en la sociedad francesa el miedo al otro, las reacciones irracional­es que excluyan explicacio­nes. Para lograr lo que ya consiguier­on en Oriente Medio”.

La zona gris es precisamen­te el título de un editorial de diez páginas de Daquib, mensual digital del EI, analizado por el portal norteameri­cano The Daily Beast, que lo compara con aquel “si no estáis con nosotros estáis con los terrorista­s”, de George W. Bush. “Puntos de vista idénticos. Sólo que para el EI los terrorista­s son lo que llaman cruzados occidental­es”

Para Daquib no hay término medio: “Llegó el momento de aportar la división al mundo y suprimir la zona gris”. En Iraq aprovechar­on la vieja rivalidad entre suníes y chiíes para llevar el país a la guerra civil. Slate, el diario digital creado por un exdirector de Le Monde , lo cita para matizar que “si bien la situación europea en general, y francesa en particular, no es comparable, saben que la confrontac­ión les valdrá dos tipos de aliados. Los que se sumen a sus fuerzas, con accio- nes de bajo coste y amplia repercusió­n, y los que reaccionen contra los musulmanes de Europa”.

En Dabiq, entre la iconografí­a habitual de torturados, ahorcados y decapitado­s, reaparece siempre la misma visión de un mundo bipolar. O el califato con “los auténticos musulmanes” o “los cruzados occidental­es”, con quienes conviven “los malos musulmanes”.

El EI dice que “el establecim­iento del califato ha demolido un poco más la zona gris. Muchos musulmanes de Europa y Estados Unidos justificab­an esa vida entre no creyentes con la excusa de que los países musulmanes están gobernados por apóstatas. Ahora, deberán decidir si se adhieren a la religión no creyente postulada por Bush, Blair, Obama, Sarkozy, Hollande, o si parten al hijra (exilio) hacia el EI”.

Esta teoría de la zona gris, válida también para España, es para los expertos más sólida que la suposición de que los atentados sean sólo una respuesta a los bombardeos aliados.

Claro que de acuerdo con los mismos expertos, Francia tiene su propio problema geopolític­o, porque además de ser el único país europeo con fronteras elásticas que llegan al Caribe y al Índico, su centraliza­ción concentró comunicaci­ones y recursos en París o a través de ella. Y eso desguarnec­e sobre todo a los pueblos aislados.

De hecho, el atentado de SaintÉtien­ne-du-Rouvray no es el primero que tiene por objetivo un pueblo pequeño. Le antecedió uno que, además no fue protagoniz­ado por franceses originario­s del Magreb. El 20 de diciembre del 2014, Bertrand Nzohabonay­o, 20 años, nacido en Burundi, irrumpió en la comisaría de Joué-lès-Tours, villorrio del centro de Francia. Con su cuchillo hirió a tres policías, antes de que lo mataran. Fichado por pequeños delitos pero sin antecedent­es terrorista­s, en su página de Facebook fue descubiert­a, más tarde, junto a la bandera del EI, su reciente conversión.

Los atentados de París y Niza buscaban dañar los lugares donde hay más mezcla de gentes

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ayer en París, por Adama Traore, que murió mientras estaba bajo arresto policial. La prolongaci­ón de las medidas antiterror­istas han vuelto a encender el debate entre seguridad y libertad
DOMINIQUE FAGET / AFP Seguridad o justicia.Manifestac­ión, ayer en París, por Adama Traore, que murió mientras estaba bajo arresto policial. La prolongaci­ón de las medidas antiterror­istas han vuelto a encender el debate entre seguridad y libertad

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