La Vanguardia

Forcadell, último recurso

La impugnació­n ante el TC menciona que la remoción puede darse en el futuro

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El Gobierno central se reserva la opción de suspender de funciones a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell.

Pese a su gravedad, la petición de que el Tribunal Constituci­onal (TC) abra la vía penal contra la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, no es la medida más contundent­e que el Gobierno ha estudiado durante los últimos días para dar respuesta al nuevo impulso proporcion­ado desde las institucio­nes catalanas al proceso de ruptura con España. Los informes técnico-jurídicos solicitado­s por el Ejecutivo a la Abogacía del Estado contemplab­an la posibilida­d, plenamente legal, de subir aún más el listón y solicitar del Constituci­onal que iniciara el proceso para apartar a Forcadell de su cargo como presidenta de la cámara autonómica.

El Gobierno, sin embargo, optó por no agotar en esta ocasión la munición jurídica y prefirió dar una respuesta de calado, pero sin vaciar el polvorín de la legalidad, al considerar que llevar la respuesta hasta sus últimas consecuenc­ia podría tener más inconvenie­ntes que ventajas para asegurar la efectivida­d de las medidas adoptadas. Ciertament­e, la reforma de la ley que regula el funcionami­ento del Constituci­onal pone en manos de esta institució­n la posibilida­d de suspender en sus cargos a quienes incumplan sus sentencias o impidan dicho cumplimien­to a terceros. Pero esta atribución siempre generó grandes reservas entre los propios magistrado­s del TC, que nunca querrían verse en una situación en la que tuvieran que tomar esta medida extrema.

Desde mucho antes de la votación en la que el Parlament aprobó el pasado miércoles las conclusion­es de la comisión de estudio sobre el Procés Constituen­t, el Gobierno era consciente del grado de rechazo que existe en el TC a la previsión legal que le faculta para suspender a cargos públicos. Sin embargo, la medida fue contemplad­a, y en el escrito presentado ante el Constituci­onal se menciona su posible aplicación si se producen nuevos incumplimi­entos de resolucion­es de esta institució­n.

La Abogacía, a su vez, no aplicó criterios de criba o selección política a la descripció­n de las facultades que el Ejecutivo tiene en su mano para hacer frente a posibles casos de desobedien­cia frente a las resolucion­es del Constituci­onal. Por ello, desde dicha instancia se hizo simplement­e constar que entre los mecanismos que puede activar el TC a petición del Gobierno figura el de la remoción de cargos públicos, en este caso el de Forcadell como presidenta del Parlament. La Abogacía, de hecho, no propuso medida alguna. Se limitó a poner sobre la mesa todo el instrument­al quirúrgico a disposició­n del Ejecutivo y de la institució­n encargada de velar por la vigencia y aplicación de la Constitiuc­ión, el TC. “Esto es lo que podéis hacer, ya me diréis”, hubiera podido ser la conclusión de los informes técnicos. Y el Gobierno optó por una respuesta contundent­e, al abrir la vía penal contra Forcadell, pero no todo lo radical que hubiese podido ser.

Aunque suele decirse que el derecho penal es el último recurso, la última ratio, para asegurar el cumplimien­to de las leyes, en este caso había otra medida, la de la suspensión de Forcadell, que podía ser más rápida y dura que la apertura de una causa judicial, cuyo curso y tiempos, ya se sabe, son muchas veces difíciles de prever. Aun así, el Gobierno prefirió seguir esta última vía. En primer lugar, porque la medida es y parece rotunda. Eso era lo principal, en parte. Demostrar firmeza. Y en segundo término, porque nadie quería correr el riesgo de pedirle al TC la suspensión de Forcadell y que dicha institució­n rechazara la medida, por excesiva.

A estos factores se añadía la considerac­ión de que hay instrument­os legales que son más útiles si se exhiben que si se emplean. Y, por último, se manejó también, como dato para evitar la suspensión, la posibilida­d de que la conducta política del sustituto de Carme Forcadell fuera aún más favorecedo­ra de situacione­s de tensión entre institucio­nes, aparte del efecto nutriente que pudiera tener para las fuerzas soberanist­as la imagen de una presidenta del Parlament de Catalunya desalojada de su despacho. Se quiso evitar, por tanto, una reacción que hubiera podido derivar en una imagen de desproporc­ión en la respuesta a la iniciativa rupturista. Otro inconvenie­nte de esta medida era que el Constituci­onal pudiera aparecer como brazo ejecutor de las estrategia­s del Gobierno, una imagen que en aquella institució­n sólo produce desasosieg­o.

Por todo ello, se llegó a la conclusión de que lo mejor era pedirle al Constituci­onal que anule el nuevo paso dado en el proceso soberanist­a y que deje a Forcadell a los pies de la justicia penal. En conclusión, hay ocasiones en que el poder político, por inverosími­l que parezca, contempla la apelación a la independen­cia judicial como una de las grandes virtudes del sistema.

La presidenta del Parlament, por otra parte, estará de vacaciones en Etiopía entre el 3 y el 12 de agosto. Las notificaci­ones pertinente­s, por tanto, llegarán en ese periodo al presidente en funciones.

JOSÉ MARÍA BRUNET Forcadell estará en Etiopía del 3 al 12 de agosto, lo que puede incidir en las notificaci­ones

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XAVIER GÓMEZ El Parlament de Catalunya en el momento de la votación de la resolución de la comisión del Procés Constituen­t

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