Dos convenciones, dos partidos, dos países
Estados Unidos ha vivido el espectáculo de las convenciones republicana y demócrata. Más allá de la escenificación, lo que ha quedado claro entre Cleveland y Filadelfia es que más que dos partidos, lo que hay son dos países y, además, con malas relaciones. Los analistas que han asistido a ambos cónclaves concluyen que el mundo conservador se caracteriza por su endogamia. Esto es por su monocultivo del color blanco, donde los negros son rara avis en exposición. Nada que ver con el colorido y el multiculturalismo observado en la ciudad de Pensilvania. Por el estrado del pabellón Wells Fargo han pasado oradores de todas las razas y todos los orígenes, gente que hasta hace poco carecía de documentos, tras entrar al país como pudo, o el general Allen, ley y orden, que hubo de capear los gritos de “no más guerras”. Si Rudy Giuliani proclamó en el evento de Ohio que “importan todas las vidas”, con el punto de mira de criminalizar al nuevo movimiento negro, el reverendo Barber elevó la tensión en Filadelfia con su proclama de que “las vidas de los negros importan”. Antes de él hablaron familiares de policías blancos muertos en Dallas. Aquí a los homosexuales a las mujeres o a los musulmanes se le dio voz. Khirz Khan, ciudadano de EE.UU. originario de Pakistán, electrizó a la sala evocando a su hijo, el capitán Humayun Khan, soldado estadounidense que murió como un héroe defendiendo a su país en la guerra de Iraq.