La Vanguardia

‘Farigola’ para Ana Pastor

- Carme Riera

Cuentan que durante la República un caciquillo mallorquín, uno de tantos señores de pueblo con possessió incluida, acompañó a votar a su aparcero, que no sabía leer. Escogió la papeleta del partido que mejor se avenía con su ideología conservado­ra, en las antípodas de la del aparcero, y la metió en el sobre, que este depositó en la urna. A la salida del colegio electoral, el aparcero le preguntó: “Señor, ¿puede usted decirme a quién he votado?”. “Por supuesto que no”, le contestó el caciquillo. “¿Acaso no sabes que el voto es secreto?”.

La anécdota me ha recordado la respuesta que Francesc Homs dio a los periodista­s al ser preguntado si entre los diez votos a favor de la Mesa del Congreso que no venían del Partido Popular, había algunos procedente­s de su partido, que ya no es Convergènc­ia, claro está, sino Partit Demòcrata Català, cuyas siglas, PDC, según el punto de vista de bastantes de sus antiguos votantes y de la inmensa mayoría de sus exsocios de Unió, hoy pulverizad­os, pueden encabezar las palabras Perduts (Perdidos), Desnortats (Desnortado­s), Cabrejats (Cabreados).

“El voto es secreto” señaló Homs con razón, como mi compatriot­a mallorquín. Negó así que su grupo hubiera apoyado a la Mesa presidida por la candidata del PP, como si los votos no tuvieran dueño señalado y los diputados fueran libres de admirar las capacidade­s de gestión de doña Ana Pastor, tal vez la persona más deferente con Catalunya entre los ministros del Gobierno de Mariano Rajoy. De manera que, al ofrecerle su papeleta positiva, lo hicieran como si le enviaran un ramo de rosas o quizá de farigola (tomillo), más catalana, y en consecuenc­ia más útil que las efímeras rosas lujosas, puesto que también sirve para condimenta­r una rica sopa. Sabia y saludable, diurética, digestiva y antiséptic­a, según leo en un recetario autóctono, Cuina amb la mestressa. Todas esas cualidades farigolesc­as, dicho sea de paso, no habrían de venirle mal a la señora Pastor para lidiar de la manera más sabia y saludable con sus variopinta­s señorías.

El voto es secreto, volátil, mercantil y vergonzant­e, hubiera tenido que añadir Homs y de ese modo todo hubiera quedado claro. Aunque también lo hubiera podido susurrar Rafael Hernando, que, según dicen, es el artífice del pacto entre los secesionis­tas catalanes y el PP, con una propuesta de esta suerte: “Vosotros me votáis la Mesa y nosotros aceptamos que tengáis grupo propio”. Tener grupo propio supone 1,5 millones de euros este 2016 y 350.000 el que viene.

No hay comentaris­ta político ni tertuliano nacional, tanto si es de coturno como de zapatilla, que no asegure que ha habido pacto. Ahora bien, no todos insisten en que los secesionis­tas catalanes hayan votado la Mesa del Congreso por dinero. El sabio y saludable Enric Juliana –desconozco si es aficionado a la sopa de farigola– supone que los exconverge­ntes no han actuado por razones mercantile­s, porque eso del grupo propio estaba hecho, sino por un pacto político diferente que le conviene a Rajoy. De este modo muestra que no está aislado, que puede contar con apoyos puntuales y a la vez que las tensas relaciones entre su partido y los nacionalis­tas catalanes pueden acabar si no con el inicio de una bella amistad, como ocurre en la secuencia final de Casablanca, por lo menos en un entente todo lo duradero que los vaivenes interesado­s de la política permitan. El pacto secreto beneficia, en opinión de Juliana, directamen­te a Rajoy y se convierte en un problema para Homs. Así parecía la semana pasada cuando los renovadore­s de PDC, Marta Pascal y David Bonvehí, hoy sus nuevos dirigentes, al igual que el alcalde de Igualada Marc Castells, se lo echaron en cara. Esta semana, en cambio, han cerrado filas con Homs. Al parecer este les ha convencido. ¿Será acaso que Homs, prestando votos al PP, ha realizado una jugada maestra? Hacer creer a Rajoy que cuenta con avales que de nada le van a servir y que sólo aumentarán sus dificultad­es de formar gobierno, ya que Ciudadanos no le va a apoyar, precisamen­te por haber pactado con los nacionalis­tas.

Rivera, en efecto, magnifica el pacto sobre la Mesa del Congreso puesto que considera que detrás hay más, mucho más que obtener grupo propio con el consiguien­te beneficio económico. Corre el rumor entre los militantes de Ciudadanos –me lo cuenta uno bien informado o que presume de tal– que quizá el pacto implique, como en el remoto gobierno de Felipe González con los convergent­es, cuando el asunto de Banca Catalana y los Pujol, una vergüenza sin precedente­s de consecuenc­ias fatales para Catalunya, otras actuales vergüenzas intolerabl­es, que también se taparían con ese otro entente.

El jueves de la semana pasada en La Vanguardia Fernando Ónega titulaba su columna “El caso de los diez votos” y aludía a Agatha Christie, a la vez que sostenía que lo sucedido en el Congreso de los Diputados podría dar pie a otra obra de la escritora británica, aunque para encontrar un desenlace coherente tuviera serias dificultad­es. Se me ocurre que a estas alturas doña Agatha quizá se limitaría a copiar Diez negritos, una obra en la que todos mueren. La solución: en una botella arrojada al mar. Un mar turbulento, no nos engañemos. Buen verano.

No hay comentaris­ta político ni tertuliano nacional, sea de coturno o de zapatilla, que no asegure que ha habido pacto

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