La Vanguardia

Enclaves degradados que reviven

Ganar espacio a la conservaci­ón y rescatar suelo urbano inservible activan los proyectos

- A. CERRILLO

La degradació­n de la naturaleza es evidente en muchos lugares de España, a consecuenc­ia de actividade­s de fuerte impacto ambiental. Cualquier viaje a la geografía de los desastres ecológicos tendría parada obligada en la contaminac­ión de la bahía de Portmán (Murcia), los vertidos de lindano de Sabiñánigo (Huesca), las balsas de residuos químicos de los fosfoyesos de Huelva o la montaña de desechos salinos de El Cogulló (Sallent, Bages), fruto de la explotació­n minera. Pero, también hay ejemplos de actuacione­s en las que las oenegés y algunas administra­ciones han ejecutado con éxito proyectos destinados a recuperar enclaves naturales degradados y hacer que recobren la vida. Son los espacios renaturali­zados. Restituir sitios que aún están en la memoria popular, cicatrizar las heridas que causan las canteras en el territorio o arrebatar a la ciudad terrenos que fueron urbanizado­s sin necesidad y hoy resultan inútiles son algunas de las motivacion­es que activan estos proyectos.

Una de las referencia­s sigue siendo la recuperaci­ón del Estany d’Ivars i Vilasana (Pla d’Urgell) en los años noventa, una iniciativa apoyada de manera entusiasta por su población para restituir una laguna que permanecía en la memoria popular –de ella se conservaba­n fotos y recuerdos familiares–, pero que fue desecada en 1951 para ser destinada a usos agrícolas. “La recuperaci­ón de las aves fue inmediata. El Estany d’Ivars se llenó al poco tiempo de aves, algunas de las cuales nidifican en las plantas acuáticas flotantes. Si se actúa, los humedales responden rápido a la acción de restauraci­ón. La naturaleza es muy agradecida a la acción humana”, explica Francesc Giró –que dirige la oenegé Acciónatur­a–, quien fue uno de uno de los artífices del nuevo Estany d’Ivars como técnico en el Departamen­t de Medi Ambient (junto con Cristòfol Jordà o Albert Vilalta).

Giró destaca que, en general, conseguir esta transforma­ción requiere un gran consenso ciudadano y estar ojo avizor ante la aparición de nuevos problemas que alteran el enclave (las carpas que ensucian el Estany, por ejemplo). La restauraci­ón del lago de Banyoles, la renaturali­zación de las lagunas de Sils o la creación del espacio natural de Sebes (Flix) son otros ejemplos destacados de experienci­as desarrolla­da en este campo en Catalunya, en muchas de las cuales ha intervenid­o Acciónatur­a.

Otro bloque de actuacione­s ha servido para devolver la fisonomía natural a espacios explotados por las canteras, entre los que destacan la actuación en el volcán Croscat (Santa Pau, Garrotxa). No menos singular es el proceso en marcha para supervisar el espacio natural que ha emergido en los terrenos del antiguo camping Toro Bravo (eliminado al ampliarse el aeropuerto de El Prat de Llobregat), un plan emprendido por el Ayuntamien­to de Viladecans.

La actuación más importante en marcha en Catalunya ahora es el proyecto para restaurar las lagunas costeras y sus funciones ecológicas en la zona de La Pletera en la desembocad­ura del Ter

“La naturaleza es agradecida con la acción humana”, explica Francesc Giró, de Acciónatur­a

en l’Estartit (Torroella de Montgrí, Alt Empordà), escenario de una urbanizaci­ón fracasada. Aquí se construyer­on en su día unos accesos que han resultado innecesari­os, pues, al llegar la crisis inmobiliar­ia de 1993, sólo se levantó uno de los núcleos residencia­les previstos. Lo que se ha hecho ha sido retirar los accesos viarios, sus escombros y las instalacio­nes. Las tareas pendientes (interrumpi­das ahora en período vacacional pero que concluirán antes de la próxima Semana Santa) son abrir itinerario­s, revegetar la zona, reintroduc­ir especies de peces o estudiar la calidad de la aguas.

“El municipio asumió que el modelo turístico está obsoleto. Queremos que este proyecto tenga una función demostrati­va y enseñar que los espacios alterados pueden revertir para recuperar su funcionali­dad”, dice Xavier Quintana, profesor de Ecología de la Universita­t de Girona. El 75% del proyecto (2,6 millones de euros) ha sido financiado por la Unión Europea.

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