Los augurios del cambio
Unas cuantas historias vecinales que revelan que la gran transformación todavía está en ciernes
El encarecimiento de la vivienda es uno de los indicadores más claros de que algo está cambiando en los barrios del Poblenou. “Un piso por el que hace tres años se pagaban 600 euros mensuales ahora ha subido a 900”, explica Jordi Llopart, miembro del movimiento vecinal. Considera que muchos de los vecinos cuando tengan que renovar contrato se verán expulsados del barrio.
Algo similar le pasa a Raül San Clemente. Tiene 27 años, es mileurista y considera imposible la posibilidad de independizarse en el barrio que le ha visto crecer. En estos momentos no encuentra ninguna vivienda de alquiler que pueda pagar.
En paralelo, en el bloque de pisos en el que vive con sus padres todos los vecinos recibieron hace pocos meses una inquietante carta en su buzón. Una conocida inmobiliaria de viviendas de lujo les decía que estaba muy interesada en adquirir su finca y les pedía que le pusieran precio a su casa. Un cheque en blanco que su familia no aceptó pero que a otras familias apretadas por la crisis les dio que pensar.
A los crecientes precios se suman los inconvenientes del turismo. No hay vecino que viva en la Rambla de Poblenou o en las calles más cercanas que no se queje de las molestias que provocan los apartamentos turísticos en su finca. “Los guiris se confunden de timbre, se pasan las noches despiertos, hacen fiestas”, lamentan las señoras a coro mientras toman el fresco.
El Poblenou no es la Barceloneta, y el malestar que se respira en el viejo barrio industrial no tiene nada que ver con la tensión que ahora domina la vida cotidiana del rincón más marinero de Barcelona. Pero múltiples signos auguran que todo puede precipitarse.