La Vanguardia

Colapso en la Rambla

Los manteros toman la calle durante la tarde del sábado en un nuevo ‘mercadillo rebelde’ sin presencia policial

- DAVID GUERRERO

Si la Rambla ya está impractica­ble de por sí un sábado cualquiera de verano, con la instalació­n de centenares de manteros que forman parte del denominado mercadillo rebelde ya no hay quien ande. El colapso se registra principalm­ente a la altura de la fuente de Canaletes, donde hay hasta tres filas de vendedores ofreciendo sus productos. Igual que los jubilados que dejan la toallas en primera línea de la playa prácticame­nte antes de que salga el sol, aquí se han situado los más hábiles y rápidos. La hora oficial de la convocator­ia eran las cinco de la tarde pero los que llegan entonces ya no tienen más remedio que tirar Rambla abajo. Los mejores sitios ya llevan un par de horas ocupados.

Avanza la tarde y siguen apareciend­o a decenas. A las seis de la tarde se conforma una hilera de vendedores ambulantes a lado y lado de la Rambla desde plaza Catalunya hasta Colón, solo interrumpi­da por los quioscos, puestos de flores y paradas diversas. Suman centenares de mantas, quizás medio millar.

Las zonas cercanas a las tiendas son las más conflictiv­as. Las mantas con souvenirs a 1 euro no son bien vistas por un quiosquero. Nadie quiere conflictos, así que tras un breve intercambi­o de pareceres la manta llena de imanes para la nevera se desplaza unos metros y su lugar lo ocupa un vendedor de bolsos.

La variedad de productos da para mucho. A las gafas de sol, palos para selfie, zapatillas deportivas y camisetas de Messi y Ronaldo habituales en el top manta se suman unos gorros de lana que tienen poco éxito en esta época del año, cestos propios de una feria de artesanía y pulseras de tela habituales en los mercadillo­s hippies pero no rebeldes. “Aquí se vende más”, asegura uno de los vendedores.

La acción de protesta en apoyo a los manteros detenidos consiste en tomar la Rambla por unas horas. Una ayuda para que hagan caja el día comercial por excelencia tras unas semanas en las que han sido expulsados de la zona del puerto y se han visto obligados a reducir su horario comercial a las noches.

La rebeldía queda en cierta manera rebajada ya que la presión policial es inexistent­e. Mientras los turistas regatean los precios sin piedad, en el recorrido de arriba a abajo de la emblemátic­a vía no se ve ni un solo agente de la Guardia Urbana ni de los Mossos d’Esquadra. “Hoy tenemos la consigna de ser tolerantes”, asegura un urbano. Fuentes municipale­s dicen que eso no es cosa suya. La semana pasada la policía local levantó acta de la quedada de jugadores de Pokémon pero en este caso pasan la pelota a la policía autonómica, que sí levanta acta de la concentrac­ión no autorizada. Poco después de las siete de la tarde sí que aparece la Guardia Urbana. Suben en moto y los manteros van recogiendo, aunque algunos se oponen a gritos de “Fuera, racistas” y les hacen retroceder.

A la protesta convocada formalment­e por Tras la Manta no falta el edil de la CUP Josep Garganté. “Homenaje a los que mueren, acoso a los que llegan, ¿ciudad refugio?”, reza una pancarta crítica con la detención de manteros. Mientras esto sucede en la Rambla, cuatro de los manteros detenidos el jueves ingresan en la Modelo, entre ellos el portavoz del sindicato. Ningún vendedor quiere ocupar su lugar por miedo a acabar como él.

La hilera de vendedores con todo tipo de productos ocupa desde plaza Catalunya hasta Colón

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KIM MANRESA Los manteros formaron hasta tres hileras con pequeños pasillos en la Rambla

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