Cervezas al paso del tren
Posee un peculiar encanto tomarse una cerveza al fresco en Berlín oyendo en las distancias cortas el traqueteo de un tren. El sonido viene de lo alto, como corresponde al S-Bahn (Strassenbahn), el ferrocarril urbano elevado que circula sobre pilares de hierro. En muchos bloques de viviendas de Berlín, los vecinos que se asoman a su balcón se topan casi de bruces con el convoy que a esa hora –y al poco también– surca la vía con todo su fragor. Les compadecemos.
Pero ese estrépito molesto puede mutar en rumor suave si se tiene la fortuna de hallarse a pie de calle, como en esta plaza de Hackescher Markt, rebosante de terrazas por la tarde y por la noche. Toma su nombre de la estación junto a la que se cobija, la más antigua de S-Bahn de Berlín todavía intacta, y quizá la más bella de las once construidas para tal fin entre 1875 y 1882. La estación de Hackescher Markt –repulida a inicios de los años noventa– es una pequeña joya arquitectónica de ladrillo y terracota, un viaducto cuyos Bogen (arcos, minuciosamente numerados) albergan la zona cubierta de los restaurantes, cafés, cervecerías y tabernas que plantan sus mesas y sombrillas fuera, en la plaza. Hay también varias tiendas de modas.
Otros establecimientos se ubican con sus mesas y terrazas al amor de la fachada opuesta, abrazando un espacio animadísimo, que incluye puestos ambulantes de venta de bisutería, y –al menos esta noche– un cantante callejero con guitarra y armónica que entona canciones rigurosamente anglófonas: Knockin’ on Heaven’s door, We are the champions, Gimme hope Jo’Anna, Twist and shout… ¡Qué poco tudesco!
Optamos por buscar acomodo en una terraza bien germana, la del Weihenstephaner, que no está bajo los arcos de la estación, sino en el edificio dieciochesco de enfrente. El Weihenstephaner, sucursal del original con sede en Munich, tiene un Gewölbekeller (bodega abovedada) del siglo XVIII, un patio interior a modo de Biergarten (jardín de cervezas), un laberinto de salas y comedores y, en la plaza, una espléndida terraza con enormes veladores de ocho varillas.
Atiendan a la clientela camareras veloces y pacientes, ataviadas con el típico Dirndl bávaro, el traje femenino de amplia falda, delantal y corpiño que tan de moda está ahora entre la farándula, la gente en la onda, e incluso entre la aristocracia. El suyo es de cuadritos azules y blancos, a juego con los manteles. Como en el Oktoberfest muniqués, cargan en cada mano varias jarras de cerveza sin que les tiemble el pulso ni la compostura. Comida y bebida proceden de la cultura alpina de taberna y posada, platos suculentos de calorías y cerveza sin contemplaciones. Atisbando por encima de la estación, asoma la torre de Alexanderplatz. Una noche es una noche. Prost!