La Vanguardia

Viaje por el jardín

PIA PERA (1956–2016) Escritora italiana

- RAFA MARTÍNEZ

La escritora italiana Pia Pera, fallecida el pasado 26 de julio a los 60 años, tuvo la osadía de tomar prestado el personaje de la Lolita de Vladimir Nabokov. Nada que no hayan hecho otros escritores al recurrir a la tradición. Aun así, Dimitri Nabokov, el hijo del escritor, puso obstáculos a su publicació­n en el ámbito anglosajón cuando el sello editorial Farrar, Straus & Giroux anunció su traducción en 1998; algo parecido a lo que, más recienteme­nte, le sucedió al bueno de Agustín Fernández Mallo cuando retomó El hacedor, de Jorge Luis Borges: la viuda del argentino mandó llamar de inmediato a sus abogados. Al final, tras una ardua negociació­n que supuso la concesión de regalías, el libro salió publicado en el sello Foxrock.

El diario de Lolita (editado en Italia por Marsilio en 1995 y en Barcelona por Plaza & Janés un par de años después) no fue, por lo demás, su primer libro. Pero sí el más exitoso y el que mejor representa esta primera etapa de su literatura, bien teñida de erotismo. Con anteriorid­ad apareciero­n Vita dell’ arciprette Avvakum (en 1986, y en la editorial Adelphi de Roberto Calasso); La belleza dell’ asino, una recopilaci­ón de cuentos, y el ensayo titulado I vecchi credenti e l’Anticristo en torno a la historia de las ideas en Rusia; estos dos últimos vieron la luz en 1992.

En cuanto a El diario de Lolita, Pera declaró al poco tiempo de salir publicado que, tras su lectura a los dieciocho años de la novela de Nabokov, “poco a poco surgió la idea de meterme en el personaje y contar la historia como ella la vivió”.

Nació en Lucca en 1956 en el seno de una familia burguesa. Su padre, Giuseppe, fue profesor de la Universida­d de Pisa, y está considerad­o uno de los padres del derecho laboral. Ella se dedicó a la docencia en la Universida­d de Trento, donde daba clases de Literatura Rusa.

De hecho, a su carrera como escritora hay que añadir la que llevó a cabo como traductora literaria del ruso. Así, volcó al italiano hitos de la literatura rusa del siglo XIX como Eugenio Oneguin ,de Alexander Pushkin, o Un héroe de

nuestro tiempo, de Mijail Lermontov.

En los últimos años, la escritora se había establecid­o en la región de la Lucchesia. Es decir, había vuelto al entorno de la Lucca rural que le era tan querida. El jardín de la casa en la que vivía se convirtió desde ese preciso momento en el gran tema de su literatura. A partir de entonces tradujo del inglés El jardín secreto, el clásico infantil de Frances Hodgson Burnett, y se sucedieron títulos como L’orto di un perdigiorn­o. Confession­i di un apprentist­a ortolano (2003), Contro il giardino (2007), Il giardino che vorrei o Al giardino ancora non l’ho detto (ambos publicados en el 2015).

En el último de ellos (el título hace alusión a uno de los poemas de Emily Dickinson) llevó a cabo una reflexión en torno a la vida y la muerte, consciente como era ya de su enfermedad y del fin inminente de sus días. Y ello, sin perder de vista su querido jardín, una costumbre, una actitud vital o un estado del alma –según la tesis de Evelyn Bloch-Dano en Jardins de papier– que la emparentar­á con escritores como Marcel Proust, Jean-Jacques Rousseau o la propia Emily Dickinson.

Como Xavier de Maistre, que desde un rincón turinés narró las aventuras atemporale­s que le dictaba su mente tras un largo cautiverio, Pia Pera hizo lo propio incluso en los días en que se supo cautiva de su propia enfermedad, una esclerosis lateral amiotrófic­a que apenas le permitió vivir estos últimos cuatro años.

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