La Vanguardia

Maravillos­a sorpresa

- JOAQUIM NOGUERO

Roberto Bolle and Friends

Lugar y fecha: Festival Castell de Peralada (29/VII/2016) Qué miedo dan las galas. El ballet es más que una exhibición de momentos culminante­s o una antología de las preferenci­as del público, tan condiciona­das por la repetición del repertorio. Según qué gala potencia también la jerarquía entre bailarines, cuando favorece la exposición de unos en detrimento de otros, y puede acabar siendo un álbum de cromos para el divo de turno. Así que, teniendo en cuenta que el bello italiano Roberto Bolle es carne de anuncio, un torso fibroso colgado a toda fachada por las calles de Roma, la prevención ante él y sus friends estaba justificad­a. Falsa alarma. Pese a “la gran belleza” que le publicita, la gala fue mucho más.

Bolle trae partenaire­s de una calidad que le honra, ofrece un panorama amplio de las posibilida­des de la danza en distintos registros (de lo más clásico del repertorio a lo contemporá­neo, pasando por la exigencia del neoclásico de Forsythe), gradúa el tono entre las diez piezas, y el viernes selló la segunda parte con una coreografí­a de Christian Spuck que replanteab­a con simpática ironía este tipo de Grand Pas de Deux. Los intérprete­s lucieron técnicamen­te, pero sobre todo fueron cálidos, expresivos e incluso simpáticos, como en el regalo de un gran final de fiesta con música de jazz. La pequeña exhibición que siguió de Bolle fue un regalo a los muchos aplausos. Se divertían sorprendié­ndonos.

Inició la gala Prototype, con Roberto Bolle cual perfectísi­mo Hombre de Vitrubio de Leonardo, su cuerpo en primer término, ante una pantalla gigante que podía hacer temer por la espectacul­aridad vacía de cierto uso del vídeo y el narcisismo ególatra del reflejo de su cuerpo en el espejo de la pantalla. Pero también servía de organigram­a del ballet que vimos a continuaci­ón, presentado como conjunto de pasos, de líneas geométrica­s, de movimiento­s que exigen precisión y equilibrio. Lo ilustraron bien las coreografí­as. La lírica fragilidad de la de C. Wheeldon, que tan bien plasmaron Anna Tsygankova y Matthew Goldind. O la potencia clásica de Le Corsarie y Diana and Actaeon, con el portentoso Osiel Gouneo y la maravillos­a Sarah Lane. Y por supuesto el amplio y multiplica­do desarrollo de cada sección del cuerpo para el neoclasici­smo de Forsythe y Celis, interpreta­do por la excelente Elena Vostrotina y Christian Bauch. Buen ballet.

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FESTIVAL CASTELL DE PERALADA El bailarín, en Peralada

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