ROUEN ERA UNA FIESTA
El pueblecito de Ry puede presumir lo que quiera, pero no es una parada obligatoria en la ruta de los entusiastas de Madame Bovary. Incluso de demostrarse algún día que fue el pueblo en el que vivió la auténtica Emma, su visita tiene un valor relativo. Como mucho, emociona contemplar en el jardín de la iglesia la lápida del presunto Charles Bovary, junto a otra en la que se homenajea a Emma. A sólo media hora de coche, resulta mucho más interesante perderse por las callejuelas del centro de Rouen y respirar esa atmósfera vital que sedujo hasta la perdición a la joven heroína universal. En ellas se encuentra el museo de bellas artes local, que exhibe el retrato de una guapísima joven, Rigolette (de Joseph DésiréCourt) que han tomado prestado muchas editoriales para ilustrar la portada de su edición de la novela. Aunque existe un restaurante llamado Le Flaubert, la partida literario/ gastronómica la gana Le Maupassant, ubicado en la bulliciosa plaza Du Vieux-Marché, justo en frente del cadalso donde los ingleses prendieron fuego a Juana de Arco. A poca distancia se encuentra el Museo Flaubert y de Historia de la Medicina, donde el autor de Madame Bovary aprendió de su padre los conceptos médicos que enriquecerían sus novelas. Y, ya en las afueras, el pabellón Flaubert de Croisset. Si se hace un esfuerzo de evocación, es posible percibir la tensión acumulada entre sus paredes cuando Flaubert se encerró allí para escribir su obra maestra.