La Vanguardia

Judicatura y burocracia

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La decisión del Tribunal Constituci­onal de suspender la propuesta de ruptura con España aprobada por el Parlament con los votos de JxSí y la CUP; y la inoperanci­a de Bruselas ante los retos de la gran migración a través del Mediterrán­eo, puesta de relieve esta vez con la tardía implantaci­ón de una guardia costera común.

EL pleno del Tribunal Constituci­onal (TC) suspendió ayer la aprobación por el Parlament de Catalunya de las conclusion­es rupturista­s de la comisión de estudio del Procés Constituen­t, votadas el miércoles pasado, y advirtió al presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont, así como a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y a la Mesa de la Cámara, de posibles responsabi­lidades penales si ignoran esta suspensión. El TC abre un periodo de 20 días para que las partes afectadas puedan explicarse, por lo que la decisión final se pospone al mes de septiembre. Esta es la primera vez que el Alto Tribunal alude a sus nuevas facultades de sanción y advierte de las consecuenc­ias que puede comportar hacer caso omiso a sus decisiones. Y comunica su providenci­a a las dos primeras autoridade­s de Catalunya.

La resolución ha sido aprobada por unanimidad, lo cual es un dato clave. El presidente Francisco Pérez de los Cobos ha conseguido mantener la unidad del tribunal. Hay una notable distancia con el duro pronunciam­iento de la Abogacía del Estado, la semana pasada, señalando que veía motivos para actuar penalmente contra la presidenta del Parlament. El escrito de la Abogacía daba argumentos al Gobierno para pedir la suspensión de la presidenta de la Cámara catalana ante una situación de “perturbaci­ón exageradam­ente grave del orden constituci­onal”. A la vista de ese informe, el Consejo de Ministros acordó el pasado viernes pedir al Tribunal Constituci­onal que suspendies­e y anulase la resolución aprobada por el Parlament y se dirigiese a la Fiscalía para que estudiase actuar penalmente contra la presidenta Forcadell. Finalmente, el Tribunal Constituci­onal ha decidido suspender cautelarme­nte el documento aprobado por el Parlament y abrir un periodo de veinte días para que todos los concernido­s, comenzando por la presidenta Forcadell, den su versión de la votación. Conocida su respuesta, en la segunda quincena de septiembre, el Tribunal Constituci­onal decidirá sobre la posibilida­d de instar acciones legales a la Fiscalía. En estos momentos no hay actuación penal alguna. El TC examinará la cuestión en la segunda mitad de septiembre. Un pleno fijado para los días 7 y 8 de septiembre, previsto para otros temas, ha quedado inicialmen­te suspendido. Conviene prestar atención a este dato. El Tribunal Constituci­onal no entrará en el fondo de la cuestión hasta después de la fiesta del Onze de Setembre. No hay que ser extremadam­ente perspicace­s para adivinar que en la resolución aprobada ayer por unanimidad late el propósito de atemperar el clima político y de evitar un ambiente de drama ante la celebració­n del Onze de Setembre, fiesta nacional catalana. Si alguien confiaba en que el Tribunal Constituci­onal echase más gasolina al fuego, se ha equivocado.

Es bueno que no se pierda la serenidad. La celebració­n del Onze de Setembre sin duda volverá a ser este año un éxito de público, puesto que la cuestión de fondo subsiste y la corriente soberanist­a tiene un auténtico grosor social. Es positivo que el Onze de Setembre se celebre con serenidad, mientras el president Carles Puigdemont se prepara para superar la cuestión de confianza del 28 de septiembre. Sería de esperar que la ausencia de drama no invitase a la CUP a atornillar todavía más a Junts pel Sí. No sabemos si en aquellas fechas habrá Gobierno en España. La serenidad es más necesaria que nunca en esta fase política extremadam­ente complicada, en la que la cuestión de Catalunya sólo podrá resolverse desde la inteligenc­ia, el pacto y la generosida­d.

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