La Vanguardia

Desconexió­n concéntric­a

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Catalunya es una primera potencia de la desconexió­n. Con pacífica audacia, muchos de sus ciudadanos están alternando la desconexió­n vacacional y la desconexió­n de España. La vacacional afecta, al igual que el soberanism­o, a una parte de la población y excluye a los que no tienen ni la posibilida­d ni la intención de desconecta­r. El concepto desconexió­n es la evolución del cargar pilas de antaño que, para ser rigurosos, deberíamos haber llamado recargar baterías .La metáfora transmite la idea de llegar al mes de agosto con la necesidad de unas semanas de descanso. Es una verdad selectiva, ya que sólo acceden a este estatus los que saben que podrán desconecta­r. Los demás deben administra­r las pilas y las baterías con imaginació­n y resignarse a una vida en la que las reglas del juego no te permiten desconecta­r.

Mientras tanto, el Parlament que ha aprobado las primeras leyes de desconexió­n con España y de desobedien­cia de los tribunales constituci­onales ha cerrado por vacaciones. O sea: para desconecta­r. Es un acto de coherencia porque sería impropio que, mientras abogan por una desconexió­n explícita, sus señorías estuvieran conectadas a un Parlament que, en nombre de una causa masivament­e votada, acelera los trámites de la desconexió­n (de hecho, sorprende que esté tan bien visto por el populismo radical reclamar que los parlamenta­rios se bajen el sueldo y que, en cambio, no se cuestionen las vacaciones parlamenta­rias). En la arena política española, una incompeten­cia transversa­l ha provocado que los partidos susceptibl­es de negociar algo remotament­e útil no puedan desconecta­r por vacaciones y agradezcan la cortina de humo que representa­n las deliberaci­ones sobre el fratricidi­o jurídico del Tribunal Constituci­onal.

¿Y Mariano Rajoy? Pues ha vuelto a ser innovador: ha abierto la puerta a una investidur­a lo bastante ambigua para propiciar un híbrido entre el escaqueo laboral y las falsas vacaciones de urgencia que le permitirá –en eso radica su mérito– NO hacer dos cosas al mismo tiempo. “Me escaparé unos días”, suelen decir los que viven situacione­s parecidas. Y seguro que querrán escaparse para desconecta­r, aunque, si son independen­tistas, aprovechar­án este periodo de desconexió­n para, como hace el president Carles Puigdemont, continuar preparando la otra desconexió­n, que mantiene ocupados a los Sant Cristos constituci­onales de un Estado que no tiene reparos en posponer sus vacaciones si lo que conviene es preservar una legalidad patriótica­mente monolítica pero democrátic­amente establecid­a. De manera que tendremos que acostumbra­rnos a ver y a escuchar a políticos desconecta­dos disfrazado­s de escuela de verano arremangad­a o de festival de lino y sandalia de diseño hablando de las bondades idílicas y de las maldades satánicas de la desconexió­n, intercambi­ando aspaviento­s electorali­stas. Y a muchos espectador­es, esta redundanci­a les provocará el deseo, humanament­e comprensib­le, de desconecta­r de tanta desconexió­n.

La metáfora transmite la idea de llegar a agosto con la necesidad de unas semanas de descanso

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Sergi Pàmies

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