Lecturas de aquel verano
Una visión globalmente empática de “nuestra” Guerra Civil, quiero decir no limitada a una simple historieta de buenos y malos, podría elaborarse a partir de la lectura –y meditación– de sólo tres escritos: Incierta gloria, de Joan Sales; Los grandes cementerios bajo la luna, el testimonio de Georges Bernanos sobre la represión fascista en la Mallorca de 1936, y la carta que dirigió al mismo Bernanos la joven pensadora Simone Weil después de estar como voluntaria en el frente de Aragón.
Le dice que entre los anarcosindicalistas “alternaban la inmoralidad, el cinismo, el fanatismo, la crueldad, pero también el amor, el espíritu de fraternidad, y sobre todo la reivindicación del bello honor en los hombres humillados; me parecía que los que iban allí animados por un ideal triunfarían sobre aquellos a los que empujaba el gusto por la violencia y el desorden”. Volvió a París decepcionada. “Ya no sentía ninguna necesidad de participar en una guerra que no era, como me había parecido ser al principio, una guerra de campesinos hambrientos contra los propietarios de la tierra y un clero cómplice de los propietarios”.
Aquella guerra, “nuestra” incluso de los que aún no habíamos nacido, fue todavía una guerra muy primitiva, en que afloraron odios que venían de siglos. ¡Cuántas, cuántas barbaridades no se cometieron, más que en el frente, en la retaguardia! En todos los pueblos, en todas las familias se podrían explicar casos.
Weil cuenta uno que vale para todos. Se hallaba en Sitges cuando volvieron los derrotados de la fracasada expedición a Mallorca. De cuarenta que habían salido del pueblo sólo volvieron treinta y uno. A la noche siguiente fueron asesinados en represalia nueve convecinos “en esta pequeña villa en donde, en julio, no había pasado nada”.
Observadora piadosa de la condición humana, Weil también le cuenta a Bernanos que se había encontrado como asistente ante el fusilamiento de un sacerdote: “Durante los minutos de espera, me preguntaba si iba a mirar simplemente o si me hacía fusilar yo misma tratando de intervenir; no sé todavía qué habría hecho si un feliz azar no hubiera impedido la ejecución”.
Los tres inspirados por el cristianismo, pero en ningún caso fascistas, Sales, Bernanos, Weil son tres de los nombres que nos pueden ayudar a reconciliarnos con nuestra parte más oscura. Y también con la más luminosa. La historia, toda la historia, se sigue haciendo, aún hoy, en nosotros.