Nyerros y Cadells regresan al ring
El fuego de las batallas culturales catalanas se ha renovado con la elección de Javier Pérez Andújar como pregonero de la Mercè y con el anuncio de una exposición en el Born con esculturas franquistas. Ahora los Hernández y Fernández del Tintín catalán son independentismo y colauismo, que han sustituido, respectivamente, a nacionalismo y progresismo. Estos, más que pelearse, se ignoraban. Vivían en mundos paralelos gracias a la doble red cultural que desplegaron, por una parte, la Generalitat de Pujol, y por otra, el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona. Cada red impulsó su relato, su trama clientelar, sus figurones, sus premios, cargos y canonjías.
Aunque la hegemonía era pujolista, la corriente triunfante fue el olimpismo barcelonés. Un modelo puesto al servicio de la transformación urbanística que tuvo éxito entre nosotros y en todo el mundo (aunque en Río parece que, agotado, se jubila). Barcelona relativizaba el peso de la cultura catalana, para seducir al mundo con un cóctel de fiesta mediterránea, innovación ética y estética, multiculturalismo, capitalidad latinoamericana
Capuletos y Montescos vuelven a las andadas con la excusa de Pérez Andújar y el Born
y buenas intenciones mundiales. Profundizaba en el clima festivo y creativo que, espontáneamente, en los años sesenta, había cristalizado en Barcelona de la mano de editoriales, discotecas, escuelas de arquitectura y diseño o agencias literarias. Un clima que Eco había alabado y que Vargas Llosa todavía añora (y en el que el catalán era o medieval o prohibido o latoso).
Mientras tanto, Max Cahner había impulsado una visión que Pujol también llevaba en los genes: una mirada alemana sobre Catalunya. Cultura y lengua se confundían para convertirse en instrumentos de recreación de una nación. Una nación que necesitaba encontrarse consigo misma antes de dialogar con el mundo. Ello implicaba subordinar la complejidad del país a la idea.
Fábrica y templo barcelonés de la corriente cosmopolita fue el CCCB de Ramoneda. Y su resumen metafórico es Narciso. Esteta y bulliciosa, Barcelona, con la excusa de reflejarse en los ojos del mundo, se enamora de sí misma. La Barcelona/Narciso, naufragó en el 2004: era demasiado obscena la pretensión de modernizar la Sagrera con la excusa de “cambiar el mundo”.
Este naufragio coincide con el tripartito, primer y único intento de mezclar estos dos mundos paralelos. Maragall quiere unirlos con su puente, pero carece de fuerza. La época del tripartito, que culmina con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, es la típica etapa de transición poblada de monstruitos. La alianza de PSC-ICV con ERC destrozó el PSC, ha acomplejado a Convergència y ha dado paso a la nueva centralidad: independentismo y colauismo. Las peleas en torno a Pérez Andújar y el Born son un nuevo capítulo del viejo pleito entre Capuletos y Montescos catalanes. Seguiremos con el tema. La Busca y la Biga o los Nyerros y Cadells regresan al ring.