Frankenstein en la Sala 83
David Bestué incorpora al MNAC una última sala con piezas realizadas con elementos de diferentes épocas y estilos
Pongamos que acaba de llegar a Barcelona de visita turística y decide acercarse hasta el MNAC, un museo que, según ha leído en algún sitio, recorre mil años de arte, desde el románico y sus impresionantes pinturas murales hasta el modernismo y las vanguardias... Es seguro que en caso de que se haya propuesto abarcarlo todo, mucho antes de llegar a la última sala, la número 82, sus piernas habrán dado ya muestras de cansancio, pero corre también el riesgo más que probable de que en su cabeza acaben mezclándose un capitel de Breda con un friso hispanoárabe y una ménsula modernista...
Estirando de esa idea el artista David Bestué (Barcelona, 1980) ha diseñado una nueva sala, la 83, en la que como si se adentrara en la mente de ese turista aturdido, mezcla entre sí piezas que abarcan todo el abanico cronológico de la colección dando como resultado una suerte de Frankensteins escultóricos que bajo una primera capa de humor activan relaciones entre objetos y materiales aparentemente irreconciliables. Bestué ya había trazado su propio recorrido del arte catalán con De poetas y de piedras, una exposición presentada hace algo más de tres años en la Galería Estrany. De la Mota donde por ejemplo componía un Tencadís con vitrales modernistas rotos y trozos de cristal de litrona Xibeca , elaboraba una Brocheta a base de moneda griega, estuco romano, piedra de ermita románica, altar barroco .... unidos por un pincho de hierro, o encerraba un beso en una estructura metálica por cuyo interior circula saliva de dos personas. El artista recupera esta última pieza, El Beso, un motivo recurrente de la escultura clásica, y le incorpora un fragmento de friso hispanoárabe. “Me gustaba la idea de que ese elemento tan romántico como es el beso, que expresa un momento tan particular, estuviese atravesado por un elemento histórico, como mezclar historia y sentimientos, historia y emociones”, explica.
Bestué artista cuyos intereses se centran en el terreno de la escultura, pero también la arquitectura y la ingeniería, es un gran conocedor de la historia del arte y de los fondos del MNAC, museo con el que ya había colaborado con la propuesta educativa En residència. Creadors als instituts de Barcelona. Ya entonces realizó una serie fotográfica en la que juntaba elementos de diferentes épocas y estilos para componer artefactos poéticos de existencia efímera que dejaban de jugar una vez realizada la foto. La exposición, que se titula simplemente Sala 83, ocupa el pequeño Espai EducArt, que se asoma a la Sala Oval y que según el museógrafo y coordinador de programas públicos del MNAC, Lluís Alabern, quieren llenar de nuevas miradas y nuevos lenguajes que, siguiendo la línea que emprendió meses atrás América Sánchez, ayuden a ver de otras maneras nuestra colección. “Y Bestué es todo un experto en ello.. Su trabajo siempre me descoloca un poco”, asegura.
Uno de los referentes de Bestué en esta Sala 83 ha sido el dadaísta Francis Picabia, quien en plena guerra europea se autoexilió, en Barcelona durante los años 1915 y 1916. A raíz de sucesivas estancias que se prolongaron hasta 1922, realizó una serie de obras mestizas en las que conviven elementos del románico, como el agnus-dei de Taüll con escenas del Raval, mujeres con mantilla o carteles publicitarios de la época. Para Picabia España era un lugar ideal para la contradicción, donde encontraba material para una hibridación fructífera. En la obra de Bestué lo híbrido y el encuentro entre lo aparentemente contradictorio también ocupa un lugar primordial. En los carteles que ha colgado en las paredes hay también referencias iconográficas del románico y de una España que ya ha dejado de ser aquella en la que Picabia veía una fuente de exotismo y vitalidad y ahora aparece colonizada por centros comerciales y grandes corporaciones financieras.
Mientras dure la exposición (hasta el 2 de octubre) irán apareciendo nuevas piezas y desaparecerán otras. No todas son de la colección del museo. La ambigüedad forma parte de la propuesta. “No quiero desvelar cuáles son y cuáles no. Me gusta ese momento de frágil equilibrio que generan unos elementos que son del pasado pero que están aquí. La historia llega hasta el presente, pero es un presente un poco blanco, superficial, y su presencia hace que nos replanteemos lo que somos y cómo estamos en este momento”. El artista coloca un cántara medieval a dos metros del suelo y nos invita a asomarnos al abismo, y nos muestra cómo en en diferentes épocas se ha tratado de expresar la idea de dinamismo estableciendo links entre una columna salomónica barroca, una escultura modernista y una pieza de plástico rojo tallada con láser que recuerda a la fórmula I.
Atrapa un beso en una estructura metálica que contiene saliva de dos personas y lo sella con un friso hispanoárabe “Me gusta ese momento de frágil equilibrio que generan elementos que son del pasado pero que están aquí”