La antorcha de la crispación
Las peripecias de la llama olímpica en su recorrido por las zonas conflictivas de Río de Janeiro
Cuando la antorcha llegó ayer a la Rúa Humaitá en la acomodada zona sur de Río, iba mucho más despacio, con mucha más tranquilidad que en la periferia maldita de la ciudad, la noche anterior. Hubo dos camiones rojos de Coca Cola que anunciaban “súbete y viaja con la antorcha olímpica” aunque sólo permitían subir a las chicas que bailaban y repartían máscaras de oso peluche .
Otro camión venía detrás, patrocinado por el poderoso banco Bradesco (que, con el Santander, pretende hacerse con la gestión del fondo de la seguridad social que pronto será privatizado). Aquí en Humaitá y Jardím Botánico, donde los vecinos hacían caceroladas contra el partido de los trabajadores antes de la destitución de Dilma Rousseff en mayo, no hacía falta correr mucho. Porque no había manifestantes contra los Juegos de los que huir... “Los petistas ( el partido de los trabajadores) nos trajeron los Juegos, pero eso es el pasado. Ahora hay que aprovechar, si haces una fiesta en tu casa a los invitados tienes que recibirlos bien”, explicó la dentista Elisa Paris, incondicional de aquellas manifestaciones pro impeachment de hace tres o cuatro meses, patrocinadas por empresas de las federaciones industriales y por el grupo mediático, Rede Globo. Igual que los Juegos Olímpicos.
Otros vecinos en Humaitá estaban de acuerdo con el alcalde Eduardo Paes que dijo en una entrevista ayer en O Globo que hay que superar las divisiones y disfrutar los Juegos: “Está bien criticar, sólo pido una tregua”.
Michel Temer, el presidente interino que sustituyó a Rousseff en lo que muchos califican como un golpe de estado parlamentario, dijo lo mismo en su columna en el mismo diario. “Un mega evento deportivo con inmensa visibilidad internacional, hará que el pueblo brasileño reencuentre su alegría natural”, escribió.
Y es que este es un momento muy importante para los esfuerzos de los gobernantes de Brasil para dar legitimidad al gobierno de Temer, que tenía previsto abrir los JJ.OO. al término de la ceremonia de anoche en Maracaná. Jamás, quizá desde Berlín en 1936, ha sido tan crucial la capacidad de los Juegos para maquillar la fea realidad política.
En otros barrios y otras ciudades, sin embargo, brillaba por su ausencia el espíritu olímpico de reconciliación entorno a la llama, desprendida por una de las 12.800 unidades de antorchas, fabricadas por la empresa catalana Recama Laser.
En las favelas de Chapadao, en la empobrecida zona norte donde residen los refugiados de la especulación inmobiliaria del centro, el paso no era ocioso sino una carrera de 400 metros, por si sucedía algo. Luego, en Duque de Caxias, otro barrio obrero gravemente afectado por la crisis de Petrobras, la antorcha fue llevada en un auténtico sprint perseguida por un grupo de manifestantes que portaban pancartas “Fora Temer”. Varias personas intentaron apagar la llama pero fueron reducidas por policías antidisturbios que disparaban balas de goma y spray pimienta. Ayer en la zona norte, grupos de manifestantes intentaron apagar la llama con cubos de agua.
En otros tramos de su recorrido de 20.000 kilómetros por Brasil, las ovejas negras de la feliz familia olímpica eran los protagonistas. En Angra do Reis, un grupo de maestros en campaña contra los recortes a la enseñanza lograron apagar la antorcha. En el estado de Paraná, en el sur, un hombre fue detenido tras intentar apagarla con un extintor de bomberos. “¿Por qué lo hiciste?”, preguntó el reportero de la Rede Globo. “Para protestar contra Temer”, respondió. En Mossoró de Nordeste, una jubilada, doña Irene, encendió una escoba con la llama olímpica y la llevó, ardiendo anaranjada, por las calles, seguida de una multitud de aspecto diabólico gritando: “¡Tocha, tocha!”.
El recorrido accidentado ya había empezado mal para un Comité Olímpico desesperado por dar una imagen de conciencia medioambiental cuando un jaguar –uno de los símbolos de los Juegos de Río– se escapó durante el paso de la antorcha por Manaos, la ciudad amazónica. Un soldado mató de un tiro al animal en peligro de extinción. El jueves, el alcalde Paes, probable candidato a gobernador de Río, desató una polémica al ser el primer político en hacerse con la antorcha desde 1896. El comité olímpico desaconseja que se aproveche de la llama de manera tan obvia.
Mientras la antorcha subía al Cristo Redentor al son de helicópteros militares, miles de personas protestaron en Copacabana contra el gobierno de Temer. Luego, por la tarde, se celebró otra manifestación bajo el eslogan “Contra la Olimpiada de la calamidad”. Había bastante gente y a media tarde crecían los temores de los organizadores de que Temer pudiera ser abucheado por el público en Maracaná. Según el diario Folha de São Paulo, el Comité Olímpico brasileño había pedido que se aumentara el volumen de la música en el famoso estadio, o que “se crease un fuerte efecto sonoro” justo después de la breve intervención de Temer para evitar que las emisoras de televisión captasen en cámara los temidos abucheos.
A TODA MARCHA En las zonas más conflictivas el cortejo aceleraba la marcha perseguido por manifestantes ESCOBA OLÍMPICA En Mossoró de Nordeste, una jubilada encendió una escoba con la llama y la llevó ardiendo por las calles ADIÓS LLAMA En Angra de Reis un grupo de maestros en campaña contra los recortes logró apagar la antorcha