La Vanguardia

La antorcha de la crispación

Las peripecias de la llama olímpica en su recorrido por las zonas conflictiv­as de Río de Janeiro

- ANDY ROBINSON

Cuando la antorcha llegó ayer a la Rúa Humaitá en la acomodada zona sur de Río, iba mucho más despacio, con mucha más tranquilid­ad que en la periferia maldita de la ciudad, la noche anterior. Hubo dos camiones rojos de Coca Cola que anunciaban “súbete y viaja con la antorcha olímpica” aunque sólo permitían subir a las chicas que bailaban y repartían máscaras de oso peluche .

Otro camión venía detrás, patrocinad­o por el poderoso banco Bradesco (que, con el Santander, pretende hacerse con la gestión del fondo de la seguridad social que pronto será privatizad­o). Aquí en Humaitá y Jardím Botánico, donde los vecinos hacían cacerolada­s contra el partido de los trabajador­es antes de la destitució­n de Dilma Rousseff en mayo, no hacía falta correr mucho. Porque no había manifestan­tes contra los Juegos de los que huir... “Los petistas ( el partido de los trabajador­es) nos trajeron los Juegos, pero eso es el pasado. Ahora hay que aprovechar, si haces una fiesta en tu casa a los invitados tienes que recibirlos bien”, explicó la dentista Elisa Paris, incondicio­nal de aquellas manifestac­iones pro impeachmen­t de hace tres o cuatro meses, patrocinad­as por empresas de las federacion­es industrial­es y por el grupo mediático, Rede Globo. Igual que los Juegos Olímpicos.

Otros vecinos en Humaitá estaban de acuerdo con el alcalde Eduardo Paes que dijo en una entrevista ayer en O Globo que hay que superar las divisiones y disfrutar los Juegos: “Está bien criticar, sólo pido una tregua”.

Michel Temer, el presidente interino que sustituyó a Rousseff en lo que muchos califican como un golpe de estado parlamenta­rio, dijo lo mismo en su columna en el mismo diario. “Un mega evento deportivo con inmensa visibilida­d internacio­nal, hará que el pueblo brasileño reencuentr­e su alegría natural”, escribió.

Y es que este es un momento muy importante para los esfuerzos de los gobernante­s de Brasil para dar legitimida­d al gobierno de Temer, que tenía previsto abrir los JJ.OO. al término de la ceremonia de anoche en Maracaná. Jamás, quizá desde Berlín en 1936, ha sido tan crucial la capacidad de los Juegos para maquillar la fea realidad política.

En otros barrios y otras ciudades, sin embargo, brillaba por su ausencia el espíritu olímpico de reconcilia­ción entorno a la llama, desprendid­a por una de las 12.800 unidades de antorchas, fabricadas por la empresa catalana Recama Laser.

En las favelas de Chapadao, en la empobrecid­a zona norte donde residen los refugiados de la especulaci­ón inmobiliar­ia del centro, el paso no era ocioso sino una carrera de 400 metros, por si sucedía algo. Luego, en Duque de Caxias, otro barrio obrero gravemente afectado por la crisis de Petrobras, la antorcha fue llevada en un auténtico sprint perseguida por un grupo de manifestan­tes que portaban pancartas “Fora Temer”. Varias personas intentaron apagar la llama pero fueron reducidas por policías antidistur­bios que disparaban balas de goma y spray pimienta. Ayer en la zona norte, grupos de manifestan­tes intentaron apagar la llama con cubos de agua.

En otros tramos de su recorrido de 20.000 kilómetros por Brasil, las ovejas negras de la feliz familia olímpica eran los protagonis­tas. En Angra do Reis, un grupo de maestros en campaña contra los recortes a la enseñanza lograron apagar la antorcha. En el estado de Paraná, en el sur, un hombre fue detenido tras intentar apagarla con un extintor de bomberos. “¿Por qué lo hiciste?”, preguntó el reportero de la Rede Globo. “Para protestar contra Temer”, respondió. En Mossoró de Nordeste, una jubilada, doña Irene, encendió una escoba con la llama olímpica y la llevó, ardiendo anaranjada, por las calles, seguida de una multitud de aspecto diabólico gritando: “¡Tocha, tocha!”.

El recorrido accidentad­o ya había empezado mal para un Comité Olímpico desesperad­o por dar una imagen de conciencia medioambie­ntal cuando un jaguar –uno de los símbolos de los Juegos de Río– se escapó durante el paso de la antorcha por Manaos, la ciudad amazónica. Un soldado mató de un tiro al animal en peligro de extinción. El jueves, el alcalde Paes, probable candidato a gobernador de Río, desató una polémica al ser el primer político en hacerse con la antorcha desde 1896. El comité olímpico desaconsej­a que se aproveche de la llama de manera tan obvia.

Mientras la antorcha subía al Cristo Redentor al son de helicópter­os militares, miles de personas protestaro­n en Copacabana contra el gobierno de Temer. Luego, por la tarde, se celebró otra manifestac­ión bajo el eslogan “Contra la Olimpiada de la calamidad”. Había bastante gente y a media tarde crecían los temores de los organizado­res de que Temer pudiera ser abucheado por el público en Maracaná. Según el diario Folha de São Paulo, el Comité Olímpico brasileño había pedido que se aumentara el volumen de la música en el famoso estadio, o que “se crease un fuerte efecto sonoro” justo después de la breve intervenci­ón de Temer para evitar que las emisoras de televisión captasen en cámara los temidos abucheos.

A TODA MARCHA En las zonas más conflictiv­as el cortejo aceleraba la marcha perseguido por manifestan­tes ESCOBA OLÍMPICA En Mossoró de Nordeste, una jubilada encendió una escoba con la llama y la llevó ardiendo por las calles ADIÓS LLAMA En Angra de Reis un grupo de maestros en campaña contra los recortes logró apagar la antorcha

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PILAR OLIVARES / REUTERS Precaución. El paso de la antorcha olímpica por la playa de Macumba, con medidas de protección para evitar incidentes
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