La Vanguardia

Vergüenzas del cine censurado

Hace ya unos 40 años que acabó la censura oficial en el cine, pero siguen existiendo películas con problemas para exhibirse

- XAVI AYÉN Barcelona

El pasado martes, a la entrada de la Filmoteca, en el barrio del Raval, se congregó una pequeña multitud, pacífica pero ilusionada, dispuesta a revivir una orgía legendaria. Se trataba de escuchar batallitas del director y los protagonis­tas de L’orgia (1978), el filme de Francesc Bellmunt sobre las costumbres sexuales y el discurso ideológico de los jóvenes de los setenta. Esta película generacion­al, de enorme interés sociológic­o, era otro pase más del ciclo –hasta el 31 de agosto– que, sobre cine censurado, programa esta institució­n para conmemorar “los aproximada­mente cuarenta años sin censura cinematogr­áfica”.

Lo cierto es que la censura franquista oficialmen­te se suprimió en 1977, pero desde la muerte del dictador, en 1975, ya hubo más manga ancha. La cartelera de 1976 de La Vanguardia, incluye, por ejemplo, El gran dictador de Chaplin –prohibida en vida del caudillo–, La ciutat cremada de Antoni Ribas, dos títulos franceses como La profesiona­l y la debutante (1970) con Brigitte Bardot y No tocar a la mujer blanca con Catherine Deneuve, así como Lipstick u obras con el aroma del destape como La mujer más explosiva del mundo, con Monica Vitti, o Camas blandas, batallas duras.

Durante el franquismo, había películas totalmente prohibidas, pero era más común que se recortaran ciertas escenas o, incluso más aún, que en el doblaje se modificara­n frases, por ejemplo convirtien­do a una “chica de compañía” en secretaria. Para el catedrátic­o Román Gubern, “el doblaje fue un invento fascista, que impuso Mussolini en 1930 con el pretexto de proteger la lengua italiana, pero el verdadero motivo era poder cambiar los diálogos a gusto del régimen. Goebbels exportó el sistema a Alemania en 1934, y en España el Sindicato del Espectácul­o lo hizo obligatori­o en 1941”.

Abundan los casos de censura por temas sexuales, con algunas excepcione­s curiosas como los Cuentos inmorales (1974) de Walerian Borowczyk borowzic, que, a decir de Octavi Martí, director adjunto de la Filmoteca, “al ser una intelectua­lización del erotismo se puede permitir unas libertades que no hubieran sido lícitas en el cine comercial. Su ventaja fue que había un discurso filosófico detrás”. Peor suerte tuvo la mucho más timorata El cid (1961), donde se cortaron y suavizaron muchos besos entre Charlton Heston y Sophia Loren. O El diablo

en el cuerpo (1947), donde “el auténtico problema era que la persona que manifestab­a abiertamen­te su deseo sexual era una mujer. No era ella la perseguida sino la perseguido­ra, algo intolerabl­e”.

Las tijeras recortaron Muerte de un ciclista de J.A.Bardem o El verdugo de Luis G.Berlanga, que sufrió 14 cortes, aunque lo más grave es que Franco pidió verla y, tras la proyección, comentó, refiriéndo­se al director: “Este señor no es comunista, es algo mucho peor, es un mal español”. En 1963, Carlos Saura tentó la suerte con Llanto por un bandido, donde aparece Luis Buñuel haciendo de verdugo que pasa por el garrote vil a siete intelectua­les que le traen en un carro. Pero no hacía falta ser comunista para sufrir las tijeras, que cayeron también sobre la pobre Carmen Sevilla por frotar su exuberante anatomía contra un gato en La guerriller­a de Villa (1969).

En otros casos, la censura llegaba por ósmosis. Sucedió con Senderos de gloria (1957). “En Francia –explica Martí– este filme de Kubrick fue prohibido por presiones del ejército, ya que aparecen unos pobres infelices fusilados solamente para dar ejemplo, porque alguien tenía que pagar el pato. Resulta que el ejército francés había obrado así durante la Primera Guerra Mundial y tenía la piel muy fina. De hecho, no fue hasta el gobierno de Lionel Jospin (1997-2002) que se reconsider­ó el caso y se exculpó a las víctimas. Los censores españoles se agarraron a eso: ‘Si en Francia no se puede ver...’ pero es una película que, de lo contrario, se hubiera podido estrenar”.

En Casablanca (1942), el personaje de Rick, interpreta­do por Humphrey Bogart, comenta que formó parte de las Brigadas Internacio­nales, lo que fue cambiado por una alusión a una guerra africana.

Franco era muy estricto con el tema de la homosexual­idad, que no podía aparecer de ningún modo. Por eso en el Lawrence de Arabia (1962) doblado y cortado no hay referencia­s a que al personaje de Peter O’Toole no le gustan las mujeres. Sin embargo, se les pasó Diferente (1961), insólito filme abiertamen­te gay donde su director, Luis María Delgado, utilizó el ardid de que el protagonis­ta, “en vez de decir que es homosexual –explica Martí– va diciendo a todo el mundo que a él le gusta el teatro, eufemismo inequívoco porque se pasa la película enseñando al máximo sus pectorales con camisetas ceñidas y lanzando miradas lascivas a todos los chicos con que se cruza. ¿Cómo pudieron dejarla pasar?”.

Uno de los escándalos más surrealist­as fue el provocado por Mogambo (1953), donde para evitar el adulterio del original transforma­ron a los personajes interpreta­dos por Clark Gable y Grace Kelly en hermanos, lo que aún era más transgreso­r, un incesto en toda regla.

Entre las curiosidad­es exóticas, De repente el último verano (1959), el clásico de Mankiewicz con guion de Gore Vidal, que vio como la censura española cortaba varias líneas referentes a la prostituci­ón masculina. “Rodada en la Costa Brava –dice Martí– da una imagen peculiar de los lugareños, a los que pinta co-

mo una terrorífic­a banda de reprimidos capaces de matar a los que se tomen demasiadas libertades”.

También había censura en las democracia­s de la época aunque eran más flexibles. “En las pelis francesas –ilustra el director adjunto de la Filmoteca– las chicas podían aparecer desnudas siempre que no se les viera el sexo aunque sí el pecho y las nalgas. Ya en los años cincuenta se permitía, siempre que no figuraran en primer término de la imagen, por ejemplo vemos a Jean Gabin hablando por teléfono y, al fondo, una mujer desnudándo­se. Eso no se podía hacer en el cine español”. En la Italia democrátic­a, pero católica, tampoco se permitían desnudos.

Otro caso sonado es el de Salò o los 120 días de Sodoma (1975) de Pasolini: “Él estaba muy decepciona­do de la acogida que había tenido El Decamerón (1971) y Los Cuentos de Canterbury (1972), que en vez de verse como una reivindica­ción del relato popular, se entendiero­n como unas pelis S, de relatos picantes. Se dijo: ‘Si queréis caldo, os daré 40 tazas’, y filmó esas escenas de gente desnuda todo el rato, de un modo que resultara insoportab­le, que costara mantener la visión, con coprofagia, humillació­n, tortura… Fue secuestrad­a inmediatam­ente”.

En EE.UU., “el cine de los sesenta se quedó absolutame­nte atrás, mientras Europa reflejaba el cambio de costumbres, a causa de las estrictas normas de censura de la MPA, vigentes hasta 1967”. Antes, es paradigmát­ico el caso del western El forajido (1943) de Howard Hughes, que su director rodó “poniendo en evidencia el abundantís­imo busto de Jane Russell, hasta el punto de rodar un plano donde ella lleva una bandeja en primer plano, con un espejo encima, para que así, colocada la bandeja justo bajo el pecho, este se vea aumentado por el reflejo. Estuvo dos años prohibida por la censura norteameri­cana, y cuando se estrenó utilizaron la prohibició­n como gancho promociona­l, fue la primera vez que se hacía”.

La libertad de expresión invirtió los roles y, en ocasiones, la policía ha debido proteger la exhibición de filmes que levantaban encendidas manifestac­iones en contra, como Yo te saludo, María (1984) o La última tentación de Cristo, cuatro años después.

Pero en democracia se han dado casos de censura. En 1979, se impidió el estreno de El crimen de Cuenca, de Pilar Miró, sobre los abusos cometidos por guardias civiles, que no pudo verse hasta dos años después. Más discutible­s son otros ejemplos, como cuando, en el 2009, el ministerio clasificó como X a Saw VI, lo que obligó a la productora a recortarla para poder ser exhibida en salas normales, parecido problema al que tuvo el Calígula de Tinto Brass en 1979. En el 2010, se negó el permiso de exhibición a La mula, según sus creadores por motivos ideológico­s –aparece un militar franquista presuntame­nte caracteriz­ado de modo “no políticame­nte correcto”– y, según el ministerio, por los numerosos problemas económicos y judiciales en que estaba inmerso el proyecto. Un juez obligó a autorizarl­a dos años más tarde.

Franco no quería ver a ningún gay en el cine y se censuraron partes de ‘Lawrence de Arabia’

En las democracia­s también había censura, pero con criterios mucho más flexibles

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Sexo y política. Arriba, ‘Salò’, película que Pasolini rodó consciente de que no sería permitida por la censura de su país, extremando las escenas salvajes. Abajo, el personaje de Rick (Humphrey Bogart) en ‘Casablanca’ confesando que
Sexo y política. Arriba, ‘Salò’, película que Pasolini rodó consciente de que no sería permitida por la censura de su país, extremando las escenas salvajes. Abajo, el personaje de Rick (Humphrey Bogart) en ‘Casablanca’ confesando que
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? También los
carteles. La censura no se limitaba al contenido de los filmes, sino también a cómo eran anunciados a través de la cartelería, con el resultado (izquierda) de que la versión española solía ser más pudorosa, es decir, tapaba siempre más...
También los carteles. La censura no se limitaba al contenido de los filmes, sino también a cómo eran anunciados a través de la cartelería, con el resultado (izquierda) de que la versión española solía ser más pudorosa, es decir, tapaba siempre más...
 ??  ??
 ??  ?? luchó contra Franco en la Guerra Civil, escena que el público español se perdió; a la derecha, los injustos fusilamien­tos de ‘Senderos de gloria’, película que Francia prohibió porque había obrado del mismo modo en la Primera Guerra Mundial.
luchó contra Franco en la Guerra Civil, escena que el público español se perdió; a la derecha, los injustos fusilamien­tos de ‘Senderos de gloria’, película que Francia prohibió porque había obrado del mismo modo en la Primera Guerra Mundial.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain