El Estado Islámico de las condenas
Cómo los sirios del ‘califato’ sobreviven bajo las leyes de los yihadistas
Pese a su nombre, el Estado Islámico no se asemeja tanto a un estado como a una versión islámica de un sistema feudal. Su líder, Abu Bakr al Bagdadi, se ha empeñado en demostrar que funciona como tal desde verano del 2014, cuando declaró la instauración de un califato en parte de Siria e Iraq. Ha creado una burocracia administrativa, una legislación basada en la charia o ley islámica, una policía religiosa... Y así se lo ha vendido al mundo con su efectiva propaganda difundida a través de internet.
Sin embargo, los sirios que viven bajo el yugo del Estado Islámico desmienten esa imagen. Se trata de la población que ha quedado atrapada desde la zona del rif de Alepo, en ciudades como Al Bab, hasta Raqa (su principal bastión) y el corredor que cruza Deir Ezzor, Al Mayadin y Al Bukamal, ya en la frontera con Iraq.
En todo este territorio han impuesto unos códigos de conducta comunes, pero se aplican de forma arbitraria dependiendo del jefe y los tribunales de cada ciudad. Es decir, no existe un poder ejecutivo y judicial unificado –como el EI pretende–, son estos cabecillas que rinden pleitesía a la cúpula del grupo yihadista los que deciden a su antojo si alguien ha infringido una norma y cómo debe ser represaliado por ello.
Su aplicación varía según la gravedad de las infracciones. Las más comunes son el escarnio público –que se impone por jurar en falso y se suele castigar atando el infractor a una cruz– y las represalias físicas.
Las sufrió en sus carnes Mariam Abdel Aziz, una joven desplazada que reside en Raqa, adonde llegó huyendo de las bombas de su Deir Ezzor natal en el 2011. Lo que nunca imaginó es que las cosas allí aún podían ir a peor. Todas las mujeres tienen la obligación de velarse de negro de la cabeza a los pies. Y Mariam tuvo que pagar por un descuido:
“Salí a la calle sin llevar puesto el niqab. Solo tenía que andar cincuenta metros hasta la casa de mi vecina, pero la patrulla de la hisbah –la policía religiosa–, que encabezaba Abu Hanifa al Tunisi, me paró. Llamó a mi madre, nos detuvieron a las dos y nos llevaron hasta el cuartel del centro de la ciudad. Allí nos interrogó su mujer, Um Hanifa al Tunisiya, y
UN SISTEMA FEUDAL Existe una burocracia y una legislación, pero cada jefe aplica la ley de manera arbitraria
PENAS POR CUALQUIER COSA Lo más común es el escarnio: jurar en falso se castiga atando al infractor a una cruz
nos propinó cincuenta latigazos a cada una”.
También son recurrentes las sanciones económicas, que pueden ascender hasta la confiscación de propiedades, y los cursos de charia en las mezquitas, que se
PARA AISLAR A LA POBLACIÓN En Raqa, la posesión de internet por satélite se castiga con la pena de muerte
TODAS LAS TIENDAS, MULTADAS
“Me encarcelaron dos días por fumar; ahora todos tienen miedo y nadie me vende tabaco”
imponen a los que, por ejemplo, llegan tarde a la oración. No obstante, las transgresiones más graves se pagan con prisión y en última instancia, con la condena de muerte. La pena capital se dicta por la acumulación de otras penas, por blasfemia, adulterio o si los acusados son miembros de grupos armados opuestos.
A Ali Muhammad, de 18 años, lo encarcelaron por fumar en la ciudad de Deir Ezzor:
“Compré un paquete de cigarrillos en una tienda que los vende en secreto. Me detuvieron un rato después cuando miembros de la hisbah me descubrieron fumando cerca del río Éufrates. Me golpearon, me insultaron y me obligaron a confesar en qué tienda me habían vendido el tabaco. Me forzaron a darles los nombres de cuatro tiendas. La organización detuvo y multó a los propietarios de esos comercios. No sé la cantidad de las multas, pero les confiscaron todo el tabaco. A mí me encarcelaron durante dos días. Desde entonces todo el mundo tiene miedo de mí y ya nadie quiere venderme tabaco”.
Los actos que condena la charia, como el robo, suelen conllevar el mismo castigo en todo el califato. En este caso, la amputación de la mano hasta la muñeca. Pero aquellos que no recoge explícitamente la jurisprudencia islámica pueden variar hasta en una misma ciudad.
Fumar en Deir Ezzor, como hizo Ali, se castiga con prisión. Pero en Raqa está penado con una multa económica de uno a tres gramos de oro. Este castigo se cambió por el confinamiento público en una jaula de hierro, en función de las necesidades económicas del ejecutivo local en cada momento.
Estas penas demuestran cómo el Estado Islámico intenta recuperar el sistema político que regía para la comunidad musulmana en el siglo VII, desde el nacimiento del islam con el profeta Mahoma. Y es quizá esa obsesión por aislarse y anclarse en el pasado lo que hace que la posesión de líneas de comunicación o antenas parabólicas se castigue de la forma más severa.
Fue el caso de Samer al Muhamad, de 31 años, que vive con su familia en la ciudad de Al Bukamal. Una patrulla de la policía islámica oyó el sonido de un televisor en su casa, cerca del mercado.
“Los miembros de la hisbah asaltaron mi casa y encontraron una antena parabólica. Me detuvieron, me llevaron a su cuartel, me asestaron cuarenta latigazos, me impusieron una multa equivalente a 200 dólares y me forzaron a escribir un documento donde juraba que nunca tendría otra antena parabólica en casa. También me obligaron a asistir a un curso de quince días sobre la charia en la mezquita”.
En cambio, a Said al Sheikh, que vive en Deir Ezzor, le condenaron a otro castigo por la misma infracción. “Uno de mis vecinos me delató ante la hisbah por tener una antena parabólica. Asaltaron mi casa, me detuvieron y me ataron a una cruz en la plaza de la ciudad. También recibí cuarenta latigazos, pero no me pusieron una multa económica”.
En Raqa, la posesión de un sistema de comunicación a través de internet por satélite se condena con la pena de muerte. El Estado Islámico justifica que quien dispone de líneas es para ponerse en contacto con opositores y proporcionarles la localización de instalaciones del grupo. Con el inicio de los bombardeos aéreos rusos, los yihadistas cerraron los cibercafés y limitaron el acceso a la red a algunos establecimientos bajo su control. La imposición de la pena capital coincidió con el inicio de las operaciones de las Fuerzas Democráticas Sirias, encabezadas por los kurdos, contra sus posiciones el pasado mayo.