La Vanguardia

El Estado Islámico de las condenas

Cómo los sirios del ‘califato’ sobreviven bajo las leyes de los yihadistas

- CRISTINA SOLIAS MUSTAFA AL ALI Barcelona / Raqa

Pese a su nombre, el Estado Islámico no se asemeja tanto a un estado como a una versión islámica de un sistema feudal. Su líder, Abu Bakr al Bagdadi, se ha empeñado en demostrar que funciona como tal desde verano del 2014, cuando declaró la instauraci­ón de un califato en parte de Siria e Iraq. Ha creado una burocracia administra­tiva, una legislació­n basada en la charia o ley islámica, una policía religiosa... Y así se lo ha vendido al mundo con su efectiva propaganda difundida a través de internet.

Sin embargo, los sirios que viven bajo el yugo del Estado Islámico desmienten esa imagen. Se trata de la población que ha quedado atrapada desde la zona del rif de Alepo, en ciudades como Al Bab, hasta Raqa (su principal bastión) y el corredor que cruza Deir Ezzor, Al Mayadin y Al Bukamal, ya en la frontera con Iraq.

En todo este territorio han impuesto unos códigos de conducta comunes, pero se aplican de forma arbitraria dependiend­o del jefe y los tribunales de cada ciudad. Es decir, no existe un poder ejecutivo y judicial unificado –como el EI pretende–, son estos cabecillas que rinden pleitesía a la cúpula del grupo yihadista los que deciden a su antojo si alguien ha infringido una norma y cómo debe ser represalia­do por ello.

Su aplicación varía según la gravedad de las infraccion­es. Las más comunes son el escarnio público –que se impone por jurar en falso y se suele castigar atando el infractor a una cruz– y las represalia­s físicas.

Las sufrió en sus carnes Mariam Abdel Aziz, una joven desplazada que reside en Raqa, adonde llegó huyendo de las bombas de su Deir Ezzor natal en el 2011. Lo que nunca imaginó es que las cosas allí aún podían ir a peor. Todas las mujeres tienen la obligación de velarse de negro de la cabeza a los pies. Y Mariam tuvo que pagar por un descuido:

“Salí a la calle sin llevar puesto el niqab. Solo tenía que andar cincuenta metros hasta la casa de mi vecina, pero la patrulla de la hisbah –la policía religiosa–, que encabezaba Abu Hanifa al Tunisi, me paró. Llamó a mi madre, nos detuvieron a las dos y nos llevaron hasta el cuartel del centro de la ciudad. Allí nos interrogó su mujer, Um Hanifa al Tunisiya, y

UN SISTEMA FEUDAL Existe una burocracia y una legislació­n, pero cada jefe aplica la ley de manera arbitraria

PENAS POR CUALQUIER COSA Lo más común es el escarnio: jurar en falso se castiga atando al infractor a una cruz

nos propinó cincuenta latigazos a cada una”.

También son recurrente­s las sanciones económicas, que pueden ascender hasta la confiscaci­ón de propiedade­s, y los cursos de charia en las mezquitas, que se

PARA AISLAR A LA POBLACIÓN En Raqa, la posesión de internet por satélite se castiga con la pena de muerte

TODAS LAS TIENDAS, MULTADAS

“Me encarcelar­on dos días por fumar; ahora todos tienen miedo y nadie me vende tabaco”

imponen a los que, por ejemplo, llegan tarde a la oración. No obstante, las transgresi­ones más graves se pagan con prisión y en última instancia, con la condena de muerte. La pena capital se dicta por la acumulació­n de otras penas, por blasfemia, adulterio o si los acusados son miembros de grupos armados opuestos.

A Ali Muhammad, de 18 años, lo encarcelar­on por fumar en la ciudad de Deir Ezzor:

“Compré un paquete de cigarrillo­s en una tienda que los vende en secreto. Me detuvieron un rato después cuando miembros de la hisbah me descubrier­on fumando cerca del río Éufrates. Me golpearon, me insultaron y me obligaron a confesar en qué tienda me habían vendido el tabaco. Me forzaron a darles los nombres de cuatro tiendas. La organizaci­ón detuvo y multó a los propietari­os de esos comercios. No sé la cantidad de las multas, pero les confiscaro­n todo el tabaco. A mí me encarcelar­on durante dos días. Desde entonces todo el mundo tiene miedo de mí y ya nadie quiere venderme tabaco”.

Los actos que condena la charia, como el robo, suelen conllevar el mismo castigo en todo el califato. En este caso, la amputación de la mano hasta la muñeca. Pero aquellos que no recoge explícitam­ente la jurisprude­ncia islámica pueden variar hasta en una misma ciudad.

Fumar en Deir Ezzor, como hizo Ali, se castiga con prisión. Pero en Raqa está penado con una multa económica de uno a tres gramos de oro. Este castigo se cambió por el confinamie­nto público en una jaula de hierro, en función de las necesidade­s económicas del ejecutivo local en cada momento.

Estas penas demuestran cómo el Estado Islámico intenta recuperar el sistema político que regía para la comunidad musulmana en el siglo VII, desde el nacimiento del islam con el profeta Mahoma. Y es quizá esa obsesión por aislarse y anclarse en el pasado lo que hace que la posesión de líneas de comunicaci­ón o antenas parabólica­s se castigue de la forma más severa.

Fue el caso de Samer al Muhamad, de 31 años, que vive con su familia en la ciudad de Al Bukamal. Una patrulla de la policía islámica oyó el sonido de un televisor en su casa, cerca del mercado.

“Los miembros de la hisbah asaltaron mi casa y encontraro­n una antena parabólica. Me detuvieron, me llevaron a su cuartel, me asestaron cuarenta latigazos, me impusieron una multa equivalent­e a 200 dólares y me forzaron a escribir un documento donde juraba que nunca tendría otra antena parabólica en casa. También me obligaron a asistir a un curso de quince días sobre la charia en la mezquita”.

En cambio, a Said al Sheikh, que vive en Deir Ezzor, le condenaron a otro castigo por la misma infracción. “Uno de mis vecinos me delató ante la hisbah por tener una antena parabólica. Asaltaron mi casa, me detuvieron y me ataron a una cruz en la plaza de la ciudad. También recibí cuarenta latigazos, pero no me pusieron una multa económica”.

En Raqa, la posesión de un sistema de comunicaci­ón a través de internet por satélite se condena con la pena de muerte. El Estado Islámico justifica que quien dispone de líneas es para ponerse en contacto con opositores y proporcion­arles la localizaci­ón de instalacio­nes del grupo. Con el inicio de los bombardeos aéreos rusos, los yihadistas cerraron los cibercafés y limitaron el acceso a la red a algunos establecim­ientos bajo su control. La imposición de la pena capital coincidió con el inicio de las operacione­s de las Fuerzas Democrátic­as Sirias, encabezada­s por los kurdos, contra sus posiciones el pasado mayo.

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OTRAS FUENTES. Ejecución pública de un hombre acusado de espionaje en Raqa, en una fecha indetermin­ada
 ?? © STRINGER . / REUTERS / REUTERS ?? Milicianos del EI, a punto de quemar cartones de cigarrillo­s en Raqa, en abril del 2014
© STRINGER . / REUTERS / REUTERS Milicianos del EI, a punto de quemar cartones de cigarrillo­s en Raqa, en abril del 2014

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