La Vanguardia

Rivera, el caballo blanco saltarín

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El día 2 de marzo, en pleno debate de investidur­a del candidato socialista Pedro Sánchez, Albert Rivera subió a la tribuna del Congreso y pidió a los diputados del Partido Popular que se rebelaran contra Mariano Rajoy. Que lo dejasen solo. Que diesen su abstención al Gran Centro que Ciudadanos acababa de pactar con el PSOE. Desde los tiempos malos de la UCD, cuando más de media España conspiraba contra Adolfo Suárez, no se oía algo similar en el Parlamento. Rajoy lo fulminó con la mirada.

El 31 de agosto, Rivera volverá a subir a la tribuna del Congreso y anunciará su voto positivo a la investidur­a de Rajoy. Y pedirá a los diputados socialista­s que se abstengan “por el bien de España”. Habrá que estar atentos a su discurso, pero probableme­nte no pedirá a los diputados socialista­s que se rebelen contra Sánchez. No, eso no lo dirá, porque le interesa mantener en pie la geometría del Gran Centro que un día consiguió pactar con los socialista­s. En enero –¡parece que haya pasado una eternidad!–, el Gran Centro sumaba más diputados que el PP. 130 frente a 123. Ahora las tornas se han invertido, el PP tiene 137 diputados y una entente PSOE-Ciudadanos sólo suma 117. Para batir a Rajoy en sede parlamenta­ria ahora hay que sumar a Podemos. A la torre de Podemos, que hace el muerto en la piscina de agosto. O a los nacionalis­tas vascos y soberanist­as catalanes, que tanto molestan a Ciudadanos. El centro del campo se ha modificado. Este es un dato fundamenta­l para entender la próxima legislatur­a, si es que empieza y no nos vamos a Navidad.

Albert Rivera es el caballo blanco saltarín que pasa de un lado al otro del tablero –ora caballo blanco, ora caballo negro–, sin despeinars­e y con el aplauso unánime del cinturón mediático de Madrid. El caballo, no lo olvidemos, es una de las piezas más temibles del juego del ajedrez.

Ciudadanos, que consiguió en junio una notable fidelidad de voto, no tiene suficiente fuerza para tumbar a Rajoy. No la tiene. Mejor dicho, no tiene suficiente autonomía política para intentar el jaque. Siendo así las cosas, le ha ofrecido su votos con una condición penitencia­l: Rita Barbera a la calle y comisión sobre el caso Bárcenas en el Congreso. Rajoy fulminaría mañana mismo a Rivera, pero lo necesita. Y lo seguirá necesitand­o si Sánchez no muere en el interior de su trinchera.

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