La Vanguardia

Politriler­ismo

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En la televisión preguntan desde el 1 de julio ¿Y si cae aquí? Es el anuncio del gordo de Navidad de Loterías del Estado. La Grossa de la Generalita­t amenaza desde el kiosko desde el 6 de julio y al poco de sonar las señales horarias la radio la Once promociona el cupón extra navideño. Pleno agosto, más de 30 grados de temperatur­a… La Navidad nos invade como reclamo turístico-comercial y desde esta semana reconverti­da en argumento de presión política. No es que las familias en Catalunya no se junten para celebrar las fiestas por culpa del proceso soberanist­a. Es que a la amenaza de una nueva repetición electoral por incapacida­d manifiesta de los partidos sólo puede superarse en esperpento si la cita con las urnas se sitúa entre la misa del gallo y los canalones de la abuela.

Hoy hace 25 días que el Rey encargó a Mariano Rajoy someterse al debate de investidur­a y formar gobierno. El mandato real tiene por fin fecha y candidato, pero la investidur­a sigue en el limbo… El presidente del Gobierno en funciones (desde hace ocho meses) desgrana una y otra vez el discurso de la urgencia y el sentido común y Albert Rivera es el único que no está dispuesto a perder el paso. En política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire, jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela, decía Machado.

PP y Ciudadanos están “al principio de un gran amor”, pero las cuentas no salen. Los resultados electorale­s han predicado en el desierto desde hace nueve meses: sin cultura de negociació­n y acuerdo homologabl­e

Ser presidente “por narices” permite ganar una votación, pero no es garantía de gobernabil­idad y estabilida­d

a los estándares europeos es imposible la formación de un gobierno que permita subir el telón de la legislatur­a y seguir adelante. Lo era en diciembre y el mensaje ciudadano persistió en junio. Pero los estrategas de los partidos están abonados al politriler­ismo de los vetos de ida y vuelta, las condicione­s (i)rrenunciab­les y la superviven­cia vestida de inmovilism­o ético.

Hasta que el futuro institucio­nal del Estado elude el diálogo y se remite a una simple reacción física: “A ver si Pedro Sánchez tiene ‘narices’ de enviar a 36.000.000 españoles a repetir elecciones el día de Navidad”, se desfogó Xavier García Albiol vía Twitter. Ser presidente “por narices” permite ganar una votación, pero no es garantía de gobernabil­idad y mucho menos de estabilida­d.

Rajoy es experto en moverse entre los elementos –arriba y abajo por la Ruta da Pedra e da Auga de Ribadumia– pero sin mayoría absoluta la fuerza no te acompaña, los presupuest­os no se aprueban sin aliados en el hemiciclo y las proposicio­nes de ley de la oposición se convierten las reinas de la fiesta. Podría ser un adiós a la Lomce, la reforma laboral, la ley mordaza… En una legislatur­a así, Rajoy y el PP pueden “aceptar muchas cosas. O no”.

¿Y Catalunya? Ahí no hay reproches ni trilerismo­s. La mayoría es más que cualificad­a... Ninguno de los pactos de gobernabil­idad puestos sobre la mesa tras las dos últimas citas electorale­s ya sean protagoniz­ados por PP o PSOE, y siempre con Ciudadanos, plantea ninguna solución a la cuestión catalana. Y ahí se escondía una de las llaves de la gobernabil­idad. Pero eso sí que no se puede aceptar.

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Isabel Garcia Pagan

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