El arte de empezar (bien)
Hay primeras frases de novela que han pasado a la historia. De Moby Dick al Quijote pasando por Guerra y paz, las primeras frases se saborean con una devoción avalada por el paso del tiempo. Las primeras frases de artículos periodísticos, en cambio, que también merecerían crear expectativas perdurables, se olvidan con facilidad. Quizás se sobreentiende que el inicio de una novela ha tenido que superar una sucesión de filtros mientras que el inicio de un artículo depende de factores más terrenales, como la prisa, la pereza o las circunstancias, generalmente adversas, del momento. Y es una lástima porque leyendo periódicos a menudo te das cuenta de que la tracción motora de un artículo iguala la de los mejores arranques de novela. Me refiero, por supuesto, a los buenos artículos, aquellos cuya primera frase es importante, pero, como decía Quim Monzó, también lo son la segunda o la tercera.
¿Ejemplos? Si visitamos cualquier librería o hemeroteca on line, encontraremos perlas dignas de una contagiosa admiración. A Josep Pla le gustaba empezar sus artículos con afirmaciones categóricas. “La Península Ibérica es un país de asnos, pero su repartición es desigual”,
Ante un inicio tan prometedor, ¿quién puede resistir la tentación de continuar leyendo?
escribía para excitar los mecanismos de adhesión o polémica del lector. Se trata de abrir el apetito y las estrategias para lograrlo son diversas. Francesc Pujols: “Si pudiésemos comparar las dos alas políticas de Cataluña, derecha e izquierda, a los embutidos típicos de nuestra tierra, diríamos que la derecha es longaniza y la izquierda butifarra”. Ante un inicio tan prometedor, ¿quien puede resistir la tentación de continuar leyendo? Y también valen primeras frases líricas, como las que utilizaba Josep Maria de Sagarra: “Aquests dies de Nadal hi ha somnis untats de mel que volen pel coixí de les dones solteres de quaranta-tres anys”. Todavía hoy no puedes dejar de preguntarte por qué demonios escogió solteras de cuarenta y tres años y no de, pongamos, cuarenta y dos.
El secreto es crear una expectativa inmediata. Eso, sin embargo, no significa que todos los artículos que empiezan bien mantengan su vigor hasta el final. Del mismo modo que, por suerte, cada día se publican artículos con una primera frase insulsa que a medida que el lector avanza en la lectura ganan interés y sustancia. Pero hay casos espectaculares, como cuando la gran Dubravka Ugresic escribe: “Me he quedado atascada en uno de los campanarios del Templo Expiatorio de la Sagrada Família”. La experiencia más intensa de primera frase definitiva de artículo la viví cuando Xavier Domingo dirigía el suplemento dominical del periódico El Observador. Domingo fichó a Francisco Umbral en una época crepuscular del escritor y le publicaba una especie de dietario incontinente que, a juzgar por el estilo de muchos dietaristas actuales, creó escuela. Un domingo aparentemente inocuo, los lectores tropezamos con esta primera frase: “Tengo que tirarme a Bibi Andersen como sea”. Es tan buena que he olvidado el resto del artículo.