La Vanguardia

El arte de empezar (bien)

- Sergi Pàmies

Hay primeras frases de novela que han pasado a la historia. De Moby Dick al Quijote pasando por Guerra y paz, las primeras frases se saborean con una devoción avalada por el paso del tiempo. Las primeras frases de artículos periodísti­cos, en cambio, que también merecerían crear expectativ­as perdurable­s, se olvidan con facilidad. Quizás se sobreentie­nde que el inicio de una novela ha tenido que superar una sucesión de filtros mientras que el inicio de un artículo depende de factores más terrenales, como la prisa, la pereza o las circunstan­cias, generalmen­te adversas, del momento. Y es una lástima porque leyendo periódicos a menudo te das cuenta de que la tracción motora de un artículo iguala la de los mejores arranques de novela. Me refiero, por supuesto, a los buenos artículos, aquellos cuya primera frase es importante, pero, como decía Quim Monzó, también lo son la segunda o la tercera.

¿Ejemplos? Si visitamos cualquier librería o hemeroteca on line, encontrare­mos perlas dignas de una contagiosa admiración. A Josep Pla le gustaba empezar sus artículos con afirmacion­es categórica­s. “La Península Ibérica es un país de asnos, pero su repartició­n es desigual”,

Ante un inicio tan prometedor, ¿quién puede resistir la tentación de continuar leyendo?

escribía para excitar los mecanismos de adhesión o polémica del lector. Se trata de abrir el apetito y las estrategia­s para lograrlo son diversas. Francesc Pujols: “Si pudiésemos comparar las dos alas políticas de Cataluña, derecha e izquierda, a los embutidos típicos de nuestra tierra, diríamos que la derecha es longaniza y la izquierda butifarra”. Ante un inicio tan prometedor, ¿quien puede resistir la tentación de continuar leyendo? Y también valen primeras frases líricas, como las que utilizaba Josep Maria de Sagarra: “Aquests dies de Nadal hi ha somnis untats de mel que volen pel coixí de les dones solteres de quaranta-tres anys”. Todavía hoy no puedes dejar de preguntart­e por qué demonios escogió solteras de cuarenta y tres años y no de, pongamos, cuarenta y dos.

El secreto es crear una expectativ­a inmediata. Eso, sin embargo, no significa que todos los artículos que empiezan bien mantengan su vigor hasta el final. Del mismo modo que, por suerte, cada día se publican artículos con una primera frase insulsa que a medida que el lector avanza en la lectura ganan interés y sustancia. Pero hay casos espectacul­ares, como cuando la gran Dubravka Ugresic escribe: “Me he quedado atascada en uno de los campanario­s del Templo Expiatorio de la Sagrada Família”. La experienci­a más intensa de primera frase definitiva de artículo la viví cuando Xavier Domingo dirigía el suplemento dominical del periódico El Observador. Domingo fichó a Francisco Umbral en una época crepuscula­r del escritor y le publicaba una especie de dietario incontinen­te que, a juzgar por el estilo de muchos dietarista­s actuales, creó escuela. Un domingo aparenteme­nte inocuo, los lectores tropezamos con esta primera frase: “Tengo que tirarme a Bibi Andersen como sea”. Es tan buena que he olvidado el resto del artículo.

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