Playas silenciosas
Ahora que los perros disfrutan de una porción de playa, yo reivindico la necesidad de espacios silenciosos en ellas. Todo lo que sé de bricolaje, psicología infantil, partos y demás dolores, pasando por mecánica de coches y deportes, lo he aprendido en la playa. Que tampoco está mal, está bien saber un poco de todo... pero yo a la playa voy para relajarme.
Esa tranquilidad mañanera, escuchando el romper de las olas al alcanzar la orilla. Tu cuerpo envuelto por los rayos del sol. De pronto, se ve interrumpida por una fauna salvaje dispuesta a arruinarte la mañana. Un grupo de tíos, primos, cuñados, los niños y las mamás, con seis sombrillas, ocho sillas plegables, cinco neveras y colchonetas y balones para todos, vociferan quién se baña primero, quién quiere sandía... Así hasta el infinito.
Mientras van desplegando su artillería pesada, veo cómo mi espacio vital está siendo invadido y no me queda más remedio que retroceder. ¡Qué placer tan fugaz! Agarro mis chanclas y el pareo y me lanzo a la aventura de escoger otra parcela más tranquila. ESTHER PUY CALVO Barcelona