Alemanes necesitados de ternura y cariño
Los alemanes no son un pueblo especialmente afectuoso, o en todo caso no lo son a la manera latina. No está bien visto saludar con un beso a un extraño, y la etiqueta social es mantener una distancia del largo de un brazo cuando se habla con alguien que no sea amigo o familia. Por eso resulta especialmente curiosa la fiebre de los Kuschelpartys que se ha apoderado de Berlín y Munich, en las que hasta medio centenar de participantes se abrazan y acurrucan vestidos sobre unas almohadillas en el suelo, en locales de estilo gimnasio o estudio de yoga. “Se trata sobre todo de la búsqueda de ternura e intimidad –señala la socióloga Ursula Schweinsteiger–. Está demostrado que abrazarse disminuye el estrés y tiene múltiples efectos terapéuticos”. Los alemanes son disciplinados y muy buenos a la hora de respetar las reglas, así que en ese sentido no hay problemas. Ningún peligro de que nadie se propase en sus cariños. Por el contrario, los organizadores alientan a encontrar un compañero habitual para las sesiones, como si fuera de baile, a reír, llorar si es necesario, y expresar sentimientos.