La Vanguardia

La nueva Rambla de Barcelona

El paseo ajardinado sobre el cajón ferroviari­o de Sants recibe el visto bueno de los primeros vecinos que lo visitan y apunta a convertirs­e en un nuevo espacio de referencia en la ciudad

- DAVID GUERRERO

Un ciclista recorre el jardín sobre el cajón ferroviari­o de Sants mientras silba una canción en italiano y graba el recorrido con el móvil. Cuando llega al punto en el que el olor de la lavanda impregna a todos los paseantes grita: ¡Qué hermoso!

Sigue avanzando y se encuentra a unos niños jugando en una zona de ejercicios para personas mayores y a unos ancianos tratando de entender los juegos infantiles modernos.

El ciclista se pierde a gran velocidad entre los centenares de paseantes que descubren la nueva Rambla de Barcelona. Seteciento­s sesenta metros lineales elevados sobre las vías del tren que en el día de su estreno reciben el visto bueno de los visitantes. El principal temor que expresan los vecinos es el habitual en los días de inauguraci­ones. “Mira qué bonito ha quedado, pero a ver si no lo destrozan y se mantiene bien cuidado”, sería el resumen de las diferentes opiniones recogidas a la sombra de las pérgolas fotovoltai­cas que protegen del sol.

El hormigueo incesante en el jardín crecido sobre el hormigón es observado por dos vecinas del quinto piso de un bloque de Antoni Capmany. Hace quince años si salían al balcón veían una playa de ocho vías. No parecen disgustada­s como sí que lo están los vecinos del número 122, en el lado mar. Sus pisos han quedado totalmente expuestos a la mirada indiscreta de los curiosos. Cuelgan del balcón un cartel que reza: “Empieza el espectácul­o, ¿dónde está nuestra intimidad?”. Un paseante le hace fotos a un inquilino que extiende una pancarta con la que da la bienvenida a un “Gran Hermano 24 horas”, pero el propietari­o del piso no quiere salir retratado y le pide, por favor, un poco de respeto. Se enzarzan en una discusión absurda desde sus respectiva­s posiciones. La situación no va más allá de un par de insultos, pero si quisieran podrían llegar a las manos –o dársela en son de paz– sin necesidad de bajar a la calle.

Alfredo Martínez, presidente de la asociación de vecinos de Badal, se muestra entusiasma­do por poder pasear sobre unas vías que durante tantos años han dividido el barrio. Pero esto no acaba aquí. “Ahora empieza la batalla de la tercera fase de las obras”, dice, dispuesto a dar guerra junto a las otras asociacion­es de vecinos de la zona para conseguir un acceso más al jardín. Tendrán que hacerse escuchar porque, según la teniente de alcalde Janet Sanz, durante este mandato se empezará a definir el proyecto, pero no será hasta el 2019 como mínimo cuando se dedicará una partida económica para hacerlo realidad.

Mientras tanto, el popular Alberto Fernández se hace una foto delante de Can Vies para reclamar su derribo. “Es un icono de los okupas y de la violencia de los antisistem­a que evidencia la permisivid­ad municipal con estos colectivos”, dice el líder del PP. Dos minutos después, una pareja de turistas se hace una selfie frente al mural de la casa okupa. Reconocen que no tienen ni idea de qué es, no sale en las guías de viaje, pero parece ser que luce la mar de bien en Instagram.

Los vecinos presionan para que se inicie la tercera fase de obras, pero el gobierno lo deja para el próximo mandato

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ANA JIMÉNEZ El jardín elevado se encuentra a una altura de hasta 12 metros en algunos puntos del recorrido

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