La Vanguardia

Villa Engracia y sus 125 veranos

Abierto en 1891 junto a Poblet, el balneario ha alojado desde a Pau Casals hasta a Alfonso XIII

- SARA SANS Tarragona

Los felices años veinte, también lo fueron, y mucho, en el hotel balneario Villa Engracia. En este lujoso rincón de la Conca de Barberà, inaugurado en 1891, se instalaban durante todo el verano familias pudientes de Barcelona, Reus, Tarragona o Lleida. Aquí, lejos de sus ciudades, tomaban baños en las beneficios­as fuentes de agua con hierro (declaradas de utilidad pública en 1926), se hacían chequeos, masajes, jugaban a billar y a tenis impecablem­ente vestidos, organizaba­n recitales de poesía, conciertos de piano y daban fiestas… El estallido de la Guerra Civil truncó todo aquello, pero 125 años después, el hotel Villa Engracia sigue, apartado del mundanal ruido, acumulando historia.

Las pomposas veladas de Villa Engracia eran conocidas a muchos kilómetros a la redonda. Para la posteridad han quedado imágenes como la llegada de Alfonso XIII y las infantas al balneario, donde fueron agasajados con un frugal banquete tras visitar, en 1926, el monasterio de Poblet (a menos de un kilómetro). O la de algunos ilustres clientes, entre ellos el violonceli­sta Pau Casals, a punto de comenzar un partido de tenis, algo inaudito en la comarca. O la fotografía de rigor de acicaladas huéspedes frente a la fuente de agua ferruginos­a, la joya de la corona del establecim­iento.

Para entonces, el balneario ya tenía tres décadas de historia. Lo mandó construir Pere-Antoni Torres Jordi, un literato y exitoso político liberal, que contaba con la amistad y el apoyo de Víctor Balaguer y el general Prim. Torres Jordi, que conocía las “milagrosas” propiedade­s de la Font del Ferro, invirtió una fortuna de la época para hacer realidad su sueño: construirs­e una residencia y un balneario. “En aquel momento, en que no abundaban los medicament­os, el reposo, bañarse en agua con propiedade­s y los paseos por el bosque eran sinónimo de salud. Los clientes hacían aquí largas estancias”, explica Carlos Segarra, actual propietari­o de Villa Engracia.

El negocio arrancó y creció, con más terrenos, más masías… pero a partir de 1893, como indica el historiado­r Josep Maria Vallès, Torres Jordi empieza a endeudarse y sus bienes son embargados. Tras su muerte, en 1904, adquiere el complejo Salvador Roca. Empieza entonces la época dorada del hotel balneario. Roca, concejal en el Ayuntamien­to de Barcelona, introduce en el complejo a la alta sociedad barcelones­a y vincula en el proyecto a destacados médicos, como el doctor Corachán o el doctor Menacho. Este oftalmólog­o, que adquirió su propio chalet junto a Villa Engracia, abría consulta ahí cada año, de junio a septiembre. Meses antes de que estallara la Guerra Civil, Josep Costa adquirió el balneario (también en subasta), pero la guerra paralizó sus planes de explotació­n turística.

Pasada la contienda, buena parte de la clientela –algunos tuvieron que abandonar precipitad­amente el establecim­iento aquel verano del 36– recuperaro­n sus vacaciones en Villa Engracia, que pasó luego a manos de la familia Estrem, de Reus, y en 2001 a la familia Segarra. “Este sitio es muy especial, es una combinació­n de armonía, calma, tranquilid­ad, silencio... nuestros clientes siguen buscando esto”, añade Segarra. Como los Blasi o los Orquín, que ya van por la tercera generación. Y hay costumbres que los huéspedes no pierden: “Una de ellas, subir a La Pena, otra acercarse al monasterio de Poblet...”, explica Jordi Orquín. De pequeño también vivió infinidad de veces el almuerzo de despedida del 31 de agosto, “que acababa entre lágrimas, porque significab­a el final del verano”. Entonces las amistades se mantenían con la felicitaci­ón de Navidad por correo y así, hasta el verano siguiente. Lejos quedan ahora aquellas sonadas fiestas, pero asoman nuevos proyectos que siguen girando alrededor de las aguas milagrosas de Villa Engracia. En el futuro, en forma de spa.

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SERCOTEL URBIS CENTRE

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