La Vanguardia

Obra maestra LA GUINDA POR ENCIMA DE VLASIC

Ruth Beitia culmina su carrera con el título olímpico en el salto de altura

- SERGIO HEREDIA Enviado especial

El gran triunfo de Ruth Beitia se produjo en una noche fabulosa. Hubo carreras con caídas y tropezones. Hubo desenlaces sorprenden­tes, como la victoria de Centrowitz en el 1.500. Y otros más previstos, como el oro de Semenya y Farah. Por encima de todos esos acontecimi­entos voló Ruth Beitia. Saltó hasta el oro (1,97) y culminó su gran obra. Ya lo ha ganado todo. Tiene tres oros europeos. Un bronce mundialist­a. Y ahora, la guinda. “Despertand­o para soñar”. @ruthypeich había colgado este mensaje ayer en Instagram. Eran las cuatro de la tarde en Río. En un cuarto de hora, el mensaje acumulaba 464 me gusta.

@ruthypeich es Ruth Beitia (37). Tiene 16.300 seguidores. Y estaba despertand­o de la siesta. Quedaban cuatro horas y media para el compromiso, su única cuenta pendiente con el salto de altura.

O no. Ella, esto del atletismo no se lo toma así. Ya no.

–Últimament­e me lo paso fenomenal –solía repetir en Río.

El mecanismo funciona. Compitiend­o con alegría se salta más, se corre más y se lanza más. Todo esto lo había asumido hace cuatro años, que es cuando se reconcilió con el mundo.

El desconcier­to le había durado un par de meses. Había sido séptima en Pekín y cuarta en Londres y eso la enfurruñab­a. Lucía medallas en Europeos y Mundiales. ¿Por qué se le escurrían los Juegos...?

–Otra medalla de chocolate –voceaba en Londres.

Tenía 33 años. ¿Cómo iba a llegar hasta Río? Había recogido los bártulos, se había despedido de Ramón Torralbo, su entrenador de siempre, y se había concentrad­o en un par de asuntos. Quería desarrolla­r su carrera política en el Parlamento de Cantabria (durante cuatro años fue secretaria primera por el PP). Y quería patinar. A veces se iba al circuito que envuelve el aeropuerto.

–Bueno, pero en invierno no se puede patinar. Hace viento y llueve –cuenta Miguel Vélez, responsabl­e de saltos de la Federación Española de Atletismo.

Cierto. Esto último lo confirma Gerardo Prieto, un periodista santanderi­no, compañero de fatigas en la tribuna de prensa:

–En Santander llueve al menos 200 días al año. Cae una chupa de cuidado.

No se podía patinar. No se podía hacer nada al aire libre. El pabellón de La Albericia está cubierto, pensó Beitia. Y se añoró. Se lo habían construido en el 2006 –cuánto había pinchado Beitia en los despachos, llamando al CSD y al Ayuntamien­to–. Se fue a buscar a Torralbo. Le dijo: –¿Y si tiramos hasta el 2016? Ahí acabó la conversaci­ón. Al día siguiente, ya estaba Beitia talonando en La Albericia.

Eso sí, con otro espíritu. No más berrinches.Y así es ella en La Albericia: todo donaire. Conversa, da consejos, lidera, anima. Como en la selección. Ha adoptado el papel de Manolo Martínez, retirado en el 2009. Nadie diría que inscribier­on su nombre en la calle Tetuán, en el corazón de Santander. Está junto al de Paco Gento. Y junto al de Bustamante.

Su concurso fue limpio. Como siempre. Su turno fue el primero entre las quince saltadoras. Fue la primera en superar el 1,88.

A partir de ahí todo le fue a favor. No estaban Chicherova. Tampoco Yelesina. Fueron vetadas por el COI. Son rusas. Se interpreta que incurriero­n en dopaje de Estado.

Luego salió Vlasic y derribó su primer 1,88. El gesto era elocuente. No le deja respirar el tendón de Aquiles. La hundió el curso pasado y le lastra en éste. La operaron en febrero. También derribó el primero en 1,93. Hecha una furia, se discutía con Bojan Marinovic, el entrenador. Sólo fue bronce.

No estaba en condicione­s de observar alguna de las carreras que discurrían a su alrededor. El 1.500, muy cerrado, a 2m45s el kilómetro. Entre caídas y tropezones ganó el estadounid­ense Matthew Centrowitz, en 3m50s00. Bustos fue séptimo. Luego vino el 800 m, con la fabulosa Caster Semenya, oro en 1m55s28. Cada vez ronda más la plusmarca de Kratochvil­ova, justo dos segundos más abajo.

Luego se volvió la mirada al listón y se descubrió que sólo cuatro saltadoras habían pasado el 1,97. Una era Beitia. La otra, Vlasic. Más Demireva y Chaunte Lowe. De dos metros ya no pasaron.

Beitia se acostó anoche soñando despierta.

Beitia unió el título a sus tres oros europeos y su bronce Mundial: su carrera es intachable

La croata, muy mermada en un tendón de Aquiles, sólo llegó al bronce; el oro se despachó en 1,97 m

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FABRICE COFFRINI / AFP Ruth Beitia celebra su título olímpico, anoche en Río
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