La Vanguardia

El primer balance de los Juegos: el papel de los españoles y la resaca postolímpi­ca

La delegación española persigue acabar hoy con un buen sabor de boca y tiene más campeones olímpicos

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Río de Janeiro. Enviado especial

España puede acabar hoy los Juegos Olímpicos con muy buen sabor de boca si consuma sus últimas opciones de medalla porque siempre suele terminar mucho mejor de lo que empieza. En el momento de escribir estas líneas todavía tenía posibilida­des en el salto de altura de atletismo con Ruth Beitia y este domingo con el baloncesto masculino y la gimnasia rítmica por equipos, además de en la bicicleta de montaña. Pero en Río de Janeiro la delegación española se ha movido en una dicotomía entre valores clásicos y estrellas emergentes, entre figuras que repetían presencia en el podio y nuevos personajes que lo hacían por primera vez y que se descubrían para el gran público. Dicotomía también porque, pase lo que pase, cuando se cierren las cuentas, está claro que España no termina nunca de dar el gran salto adelante. Ese que le permitiera superar las 22 medallas míticas de Barcelona’92 y que le sirviera para equiparars­e en número de podios con las principale­s potencias europeas. Sin embargo, curiosamen­te, el color de los metales esta vez ha sido mucho más valioso. En los Juegos, lo que se precia a la hora de establecer la clasificac­ión en el medallero es el oro, y en este sentido España no tenía tantos campeones olímpicos desde la recordada cita barcelones­a.

Al cierre de esta edición, el equipo español contaba con 13 medallas y 6 eran de oro, por las 17 con sólo tres doradas de Londres 2012. Si terminara por ejemplo con 16 y teniendo en cuenta las primeras plazas se podría decir que el resultado es mejor que hace cuatro años.

Pero a la hora de girar la vista atrás se puede también analizar que en los deportes de más tradición olímpica, como la natación, el atletismo y la gimnasia, el nivel medio continúa siendo deficiente por mucho que en el agua se cuente con una estrella como Mireia Belmonte o en el tartán se haya fichado al vallista Orlando Ortega. En cambio, el piragüismo, mezclando aguas bravas y aguas tranquilas, ha proporcion­ado cuatro podios.

Precisamen­te, la catalana Belmonte fue la encargada de abrir la cuenta. Lo hizo con un bronce, pero su gran momento llegaría después, al proclamars­e reina de los 200 mariposa. Con esa carrera perfecta superó sus dos platas de Londres y se convirtió en la primera nadadora española en escuchar el himno en su honor en unos Juegos. Como lo hizo Maialen Chourraut, que pasó del bronce del 2012 al oro del 2016. Con el oro se reencontra­ron Saúl Craviotto, que ya suma cuatro medallas olímpicas con su bronce de ayer, y Rafa Nadal, en esta ocasión junto a Marc López, tras ausentarse por lesión de los anteriores Juegos. Entre los que podían ya explicar que habían pisado un podio olímpico también repite el taekwondis­ta Joel González, que con una rodilla maltrecha se tuvo que conformar esta vez con el tercer lugar del cajón. Aún puede repetir también el equipo de Pau Gasol.

Dicen que la primera vez siempre sabe mejor y sino que se lo pregunten a Carolina Marín o a Marcus Cooper Waltz. De la andaluza se esperaba que ganara en bádminton, lo que ha conseguido, pero su triunfo se tiene que dimensiona­r como merece. Que sea la primera campeona olímpica no asiática demuestra el talento y la capacidad de sacrificio de una pionera. En cambio, nadie había puesto en los pronóstico­s el nombre de Marcus Cooper. El piragüista, hijo de inglés y alemana y afincado en Mallorca desde pequeño, anticipó sus propias previsione­s de colgarse una medalla en Tokio y lo hizo por todo lo alto, con un oro y una remontada maravillos­a.

Como maravillos­a ha sido la trayectori­a de la selección femenina de baloncesto, el único deporte de equipo donde España ha dado la talla. Las mujeres entrenadas por Lucas Mondelo han roto barreras.

Entrando en el capítulo de las decepcione­s por los equipos hay que resaltar que dos de ellos se cayeron del podio al que habían subido en Londres. Se trata de las mujeres del balonmano, que desaprovec­haron una ocasión magnífica de plantarse de nuevo en las semifinale­s, y las del waterpolo. También cabía esperar mucho más de Garbiñe Muguruza en sus primeros Juegos. Su adiós prematuro y casi sin luchar resultó desalentad­or. Como desilusion­ante fue la carrera de Miguel Ángel López en los 20 kilómetros marcha, otrora modalidad de grandes referentes olímpicos para España. Su undécimo puesto fue un fracaso, pero no tuvo su día.

Aunque sin duda el hecho más sorprenden­te, por negativo, de toda la delegación española fue la ausencia de medallas en vela, el deporte que más metales ha dado al equipo históricam­ente (19). Pero ni Marina Alabau, que acabó quinta, ni Tamara Echagoyen y Berta Betanzos, que terminaron cuartas cuando husmeaban el éxito, mantuviero­n la tradición y por segunda vez en 40 años España se quedó sin medallas náuticas (la otra ocasión que ocurrió fue en Sydney 2000).

Los Juegos han dejado momentos vibrantes para España, pero a su deporte le continúa faltando regularida­d, continuida­d y un mayor nivel medio, aunque se ha producido una lluvia de diplomas olímpicos.

UNA PAREJA CON DOBLETE Mireia Belmonte y Saúl Craviotto se llevan en su maleta una medalla de oro y otra de bronce EL SABOR DE LA PRIMERA VEZ Carolina Marín cumplió con los pronóstico­s y Marcus Cooper sorprendió a todo el mundo LAS DECEPCIONE­S La vela no se situó a su altura, Muguruza fue un alma en pena y Miguel Ángel López no tuvo marcha

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MARTIN MEISSNER / AP La catalana Mireia Belmonte celebra su victoria en los 200 metros mariposa

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